Abrazar es un gesto tan poderoso y con tantos beneficios que a veces dice más que cualquier palabra. Tanto es así, que cuando lo estamos pasando mal y alguien nos abraza nos sentimos en cierto modo reconfortados, acompañados y agradecidos.
Siempre hemos hablado de la importancia de abrazar a nuestros hijos cuando se enfadan o tienen un mal comportamiento, pero ¿qué ocurre cuando es el propio niño quien rechaza nuestro abrazo? Te compartimos cómo actuar en estos casos.
¿Por qué mi hijo no quiere que lo abrace cuando tiene una rabieta?
Cuando nuestro hijo tiene una rabieta, está frustrado o ha tenido un mal comportamiento, nuestro abrazo en esos momentos es imprescindible para demostrarle que estamos a su lado, que le amamos, respetamos sus emociones y queremos ayudarle.
Dar la espalda al niño en esos momentos o ignorar sus sentimientos no solo no ayudará a solucionar el problema, sino que estaremos transmitiéndole el mensaje de que sus emociones no nos importan y debe esconderlas, algo que sin duda repercutirá de forma negativa en su autoestima, desarrollo emocional y confianza en nosotros.
Ante todo es fundamental respetar los deseos del niño, y al igual que jamás debemos obligarle a dar besos si no quiere, tampoco tenemos que obligarle a abrazarnos o aceptar nuestro brazo, por mucho que seamos sus padres y nos duela este 'rechazo'.
En segundo lugar deberíamos preguntarnos qué puede estar ocurriendo para que nuestro hijo no quiera que le abracemos en un momento de máxima vulnerabilidad ante una rabieta o un mal comportamiento.
En la mayoría de las ocasiones este rechazo suele venir derivado de una situación de tensión o malestar que al niño le provoca vergüenza, y busca 'esconderse'. En otras ocasiones podría deberse a una simple fase evolutiva en la que el niño quiera afianzar su independencia y autonomía sobre su propio cuerpo. O también cabría la posibilidad de que se tratara de una llamada de atención sobre nosotros para buscar realmente el efecto contrario; es decir, que le prestemos más atención.
En cualquier caso, si este rechazo ocurriera de manera repentina y frecuente, se extendiera en el tiempo o viéramos otros cambios de comportamiento en nuestro hijo, sería conveniente consultar con un profesional que nos ayude a averiguar qué puede estar ocurriendo y nos ofrezca pautas para gestionar el momento.
Cómo acompañarle respetando su deseo de no abrazarlo
Como hemos comentado más arriba, es muy importante respetar a nuestro hijo si no quiere un abrazo en un momento dado. Es muy probable que nos duela verle mal y que nos cueste retener el impulso de rodearle con nuestros brazos, pero si realmente nos está manifestando que no quiere nuestro contacto, hemos de respetarle.
Pero eso no significa que le abandonemos en su sentir. ¡Eso no debe ocurrir jamás! Ya hemos hablado en otras ocasiones de que en estos momentos de máxima vulnerabilidad es cuando los niños más necesitan el cariño y el apoyo de sus padres, y hay muchas formas de demostrárselo sin necesidad de abrazar. Por ejemplo:
- Sentándonos a su lado de manera paciente y respetuosa
- Hablándole de forma sosegada y empática, y sin pretender callar su llanto. Es decir, demostrándole con nuestras palabras que estamos a su lado en ese momento y siempre
- Quizá no quiera abrazos, pero sí acepte que le tomemos las manos, pongamos nuestro hombro para que apoye su cabeza, le acariciemos el pelo...
Una buena forma de anticiparnos a estos momentos de tensión, en los que podría ocurrir que nos bloqueemos y no sepamos cómo actuar de forma respetuosa, es practicando a través del juego.
Así, por ejemplo, pediremos a todos los miembros de la familia que nos cuenten lo que les ayuda a calmarse cuando están enfadados, tensos o nerviosos, e incluso podemos aportar un toque de humor (que nos hagan cosquillas, nos den un beso en la punta de la nariz, nos tarareen nuestra canción favorita...).
También podemos preparar juntos un divertido y práctico mural que situaremos en un lugar visible, y que nos ayudará a recordar lo que a nuestro peque le hace sentir bien en un mal momento. Mediante esta actividad él sentirá que nos importan sus emociones y que estamos dispuestos a hacer lo que sea necesario por acompañarle desde el respeto.
Recordemos que lo importante ante una rabieta es que nuestro hijo se sienta bien, respetado y validado en sus emociones, para después, desde la calma buscar de forma conjunta, amable y empática la mejor solución al problema.
Fotos | iStock
En Bebés y Más | Cuando las cosas son inciertas, más que nunca, el mejor lugar para los hijos son nuestros brazos, Siete técnicas que funcionan para ayudar a los niños a relajarse y autorregular su comportamiento