"Amigo", una palabra única y maravillosa sobre la que giran multitud de refranes populares. En particular, me encanta el que dice "quien tiene un amigo, tiene un tesoro". Y lo creo de veras, al menos en mi caso, por lo que siempre me ha parecido importante que mis hijos disfrutaran de este privilegio desde pequeños, esencial para su desarrollo y crecimiento personal y social, aunque eso signifique que al llegar a la adolescencia "nos cambien" por la compañía de sus amigos.
Pero esta relación no siempre es idílica. En algunas ocasiones pueden juntarse con "malas compañías", incluso desde pequeños, y sabemos que esa relación no le vine bien al niño. Hablamos con la psicóloga infantil y experta en Atención Temprana, Noelia Sosa, de Psise Madrid, para que nos oriente sobre qué podemos hacer los padres para proteger a nuestro hijo de ese amigo tóxico.
La amistad en la infancia: por qué es importante
Somos sociales por naturaleza desde la cuna, y la amistad es esencial para el desarrollo emocional y social de los niños, y más tarde para la salud del adulto. Comienza a una edad muy temprana, en el momento en que un niño busca a otro con quien jugar en el parque, porque le hace feliz. Cierto es que de pequeños nuestros hijos no son muy selectivos, ya que cualquiera sirve para divertirse. De hecho, hasta aproximadamente los seis años, cuando alcanzan cierta madurez, es habitual que cambien de amigos con facilidad, porque los juegos, riñas y reconciliaciones forman parte de su aprendizaje.
Es también en torno a los seis o siete años cuando suele aparecer el concepto de "mejor amigo", que se convierte en pieza clave en su vida y con quien va aprendiendo y creciendo.
Con estas relaciones intensas llegan también las primeras decepciones, porque un niño piensa que otro le ha fallado, se han peleado o se separan por una causa ajena a ellos.
En la adolescencia, la amistad se vuelve imprescindible. Los jóvenes pasan largos periodos de tiempo junto a sus amigos, por lo que su opinión se vuelve extremadamente importante para ellos. En esta etapa, nuestros hijos comienzan a forjar sus gustos y personalidad en base a sus amigos, de ahí la importancia de que estas amistades tengan una influencia positiva y sana para ellos.
Cómo saber que una amistad es tóxica
Para que los recuerdos de esas amistades, que nos acompañarán toda la vida, sean buenos, es importante apoyar a nuestros hijos y ayudarle si vemos que uno de sus amigos "no le conviene".
Pero ¿cómo podemos ser objetivos respecto a las amistades de nuestros hijos?
Lo primero, según la experta en psicología infantil es definir qué entendemos por amigo tóxico: "el que genera malestar con frecuencia, pega, se enfada, crea conflictos, disgusta...".
Entre las señales de alerta de que algo no va bien en la relación de amistad de nuestro hijo con otro niño, pasa por:
Verle disgustado, cuando viene de estar con él.
Actúa de manera diferente a cómo lo hacía antes de conocerle.
Hay una relación de unilateralidad: uno siempre cede y el otro nunca
Cómo debemos actuar para ayudar a nuestro hijo
Si hay sospechas de "amigo tóxico", Noelia Sosa recomienda:
Trabajar con nuestro hijo el tema de la amistad, que reflexione sobre qué le gusta de su amigo y qué no. Hay que buscar los porqués y darle herramientas al niño para que entienda de qué hablamos. Sobre todo, si la actitud de ese "amigo" está interfiriendo en su relación social con los demás.
No prohibirle que sea su amigo, que se relacione con un niño. Hay que analizar cómo se comporta y preguntarle a nuestro hijo si él lo haría, porque si le prohíbo sin explicarle el porqué, se empeñará aún más en convivir con él.
Reflexionar sobre cuánto tiempo hace que el amigo de nuestro hijo se comporte así. Si el cambio es reciente, puede ser interesante hablar con los padres del otro niño, ya que puede estar pasando algo importante en casa, algún cambio significativo que le puede afectar mucho y por eso se comporta de una manera poco apropiada, como puede ser el nacimiento de un nuevo hermano. Pero hay que tantear primero el terreno, buscar una pauta en su entorno, ya que como advierte Noelia, "mientras unos padres incluso agradecen que se preocupen por sus hijos, otros pueden reaccionar mal".
Predicar con el ejemplo en casa, hablar con él sobre cómo nos relacionamos los padres con los demás en el trabajo, en el hogar, con nuestros amigos... Si como padres tenemos una buena habilidad social, nuestros hijos se van a dar cuenta.
Buscar salidas con nuestro hijo donde no nos encontremos con su amigo conflictivo: como yendo a un parque diferente al que acude él, para que vea cómo se comportan otros niños, que le prestan (por ejemplo) sus juguetes o acceden a entretenerse con algo propuesto por él, algo a lo que nunca accede su amigo del alma.
Trabajando nuevas habilidades sociales le resultará más sencillo ver que no es normal cómo se comporta "su gran amigo", y así evitamos que le aísle, lo que implica una falta de autoestima e incluso maltrato en la adolescencia.
Tal y como explica la experta en crianza, "si al que llamas tu amigo da collejas en el colegio, empuja a los demás o les degrada y tú vas con él, el resto de los compañeros también se alejarán de ti. Así terminarás dependiendo aún más de él y tendrás más miedo a quedarte solo, porque crees que no tienes a nadie más".
"Es importante que nuestro hijo sepa que nos tiene a nosotros, que puede confiarnos y hablar de cómo se siente, sin que nosotros critiquemos su amistad. Hay que hacerle preguntas para que él mismo se de cuenta de lo nociva que es su amistad y de todo loque le priva. Es lo que llamamos usar la inteligencia emocional".
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