Miedos patológicos: ¿cuándo buscar ayuda?

El miedo es un sentimiento universal y normal, expresión del temor. Pero a pesar de que el miedo es un sentimiento natural y tiene un punto de conexión con la esencia de la humanidad y con la necesidad de preservar la vida, no es agradable para nadie.

Normalmente, los niños tienen miedos que van organizándose en su mente como parte del aprendizaje, estimulándolos y conformando su personalidad. Algunos serán más impresionables que otros.

No suelen ser los casos habituales, pero cuando el miedo no ha podido actuar de estímulo y organizador de la psique del niño y se convierte en un sentimiento incontrolable y destructor, la situación se revierte en un daño muy claro e intenso.

Entonces, se necesita una ayuda externa (pedagógica, social, psicológica, psiquiátrica...). Sería en los casos siguientes cuando el miedo irracional necesita ayuda, signos de alarma que nos indican que el miedo (o su ausencia) no es normal sino que se convierte en patológico:

  • Cuando los elementos simbólicos, alegóricos, mágicos, etc. que han de ayudarle a expresar sus emociones son tan frecuentes e intensos que pueblan totalmente su interior (por ejemplo, piensa continuamente en los cocodrilos, en las brujas...), expulsando e impidiendo desarrollarse cualquier otro interés, pensamiento o idea, y cronificando sus temores.

  • Cuando el miedo le bloquea y cualquier cosa (lo desconocido, la oscuridad, la sociedad, un perro), por inocua que sea, la siente como algo tan peligroso y tan insuperable que para evitar el riesgo de ser agredido y vencido queda paralizado y no puede aprender de sus experiencias porque no las está pudiendo tener.

  • Cuando aparentemente no hay miedos y ni el mismo niño los reconoce, pero cuando cede la alerta consciente de la vigilia y el niño duerme aparecen terrores nocturnos y pesadillas, porque en realidad había un miedo reprimido.

  • Cuando existe un terror a la destrucción del ser, con la certeza de que no existe ninguna salida, el mundo interno del niño no tiene posibilidad de organizarse o se desorganiza (autismo, psicosis).

  • En el lado opuesto, está la total ausencia de miedo. Cuando un niño no puede reconocer el peligro real y repetidamente busca y se pone en situaciones de riesgo, porque ante la frustración de reconocerse limitado, se defiende suponiéndose y proclamándose omnipotente.

Un solo punto no significa que exista patología, pero conviene que consultemos al especialista para conocer las recomendaciones que ayuden al niño a entender, elaborar y superar sus miedos. Ya hemos hablado en otras ocasiones de cómo actuar ante los miedos infantiles y ayudar a superar algunos de ellos, como los miedos noctrunos o el miedo al baño.

Según los especialistas, tanto la sobreprotección como hacerle sentir culpable o cobarde son actitudes negativas que pueden enquistar el problema, incluso lograr el efecto contrario, producirle más miedo.

Ante todo, hay que mantener una actitud de serenidad y diálogo, nunca reírse de ellos, ni ridiculizarlos, ni amenazarlos, ni asustarlos más para que obedezcan. Animarlos a verbalizar sus sentimientos, contarle cuentos que les ayuden a entender el miedo, son ayudas que podemos ofrecerles desde la familia.

Pero si consideramos que se cumplen algunos de los puntos anteriores y nos preocupa la salud emocional del niño, podríamos estar ante un caso de miedo patológico y deberíamos buscar ayuda, empezando por el pediatra o el psicólogo infantil.

Más información | Fundación GSR En Bebés y más | Cronología de los miedos infantiles, Los miedos que siente el bebé, El mundo de los miedos infantiles

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