Hace poco vimos que, para ayudar a estimular el lenguaje, los padres debemos adaptar nuestro lenguaje al niño.
Pero llega un momento en que no sólo basta con hablarle, sino también es importante atender y escuchar todos los intentos comunicativos del niño. Si sabemos escuchar incitaremos, con nuestro interés, a nuestro hijo a hablar.
Pero no todos los padres sabemos escuchar como es debido al niño. Si somos activos e impacientes, además de ser incapaces de esperar a que nuestro hijo termine de hablar, impedimos sus intentos de hablar y, como consecuencia, no debemos extrañarnos si notamos que su capacidad expresiva no se desarrolla.
Ocurre también muchas veces que cuando un familiar o un adulto amigo de la familia empieza a hablar con el niño, y están los padres presentes, antes de que él pueda responder, se anticipan a contestar dejándole con la palabra en la boca.
Esta actitud hace que el niño se sienta privado de la posibilidad de hacerse entender con la otra persona. Obviamente, los padres conocemos mejor que nadie el vocabulario de nuestros hijos y su forma de expresarse; pero el enfrentarse a situaciones extrañas en las que el niño tenga que vencer la timidez y hablar, es muy estimulante para el desarrollo de la fluidez verbal.
Por otro lado, puede ocurrir que no interrumpamos al niño cuando habla, pero no sabemos escucharlo por un tiempo prolongado, esuchándolo sólo a medias (por ejemplo: estar leyendo el periódico mientras nuestro niño nos dice que ha visto en el parque un montón de hormigas). Esto es como si el niño hablara con una silla.
Cuando nos ponemos a hablar con nuestro hijo, debemos adoptar una actitud positiva frente a lo que nos está contando, haciéndole ver que nos interesa lo que nos dice y mostrarle nuestro agrado por sus intentos de hablar mejor y contarnos cosas.
Estas situaciones se dan con más frecuencia de las que la gente piensa, ya que los padres no dedican la atención adecuada por diversos motivos como el trabajo, cansancio... También es verdad que un niño irrumpe e interrumpe de manera impertinente en estos momentos tan delicados. ¿Cómo reaccionamos los padres? Fácil: nos inquietamos y ordenamos al niño que no nos moleste o que espere a que terminemos.
Pero los niños, cuanto más pequeños, son menos capaces de posponer aquellas cosas que le impresionan o quieren saber. Por ello, decirle al niño que espere es casi imposible. En su lugar, debemos dejar lo que estamos haciendo, aunque sea por unos instantes, para atender y satisfacer sus inquietudes en la medida de lo posible.
Si el niño no para de hablar durante todo el día (y obviamente, no tenemos tanto tiempo para hacerle caso), lo que mejor que podemos hacer es tener todos los días un tiempo destinado a jugar o hablar directa y exclusivamente con el niño mediante actividades compartidas: jugar a la pelota, hacer pompas, ver los dibujos animados, dibujar, bailar...
Durante estas interacciones, debemos asegurar y aumentar las miradas cómplices, expresiones emocionales, risas, exclamaciones....
¿Y cómo podemos hacer eso? Hay que organizar el ambiente de modo que se multipliquen los momentos o situaciones en las que el niño necesita o se siente motivado a comunicar; no se trata de imponerle que hable. En decir, tenemos que complicarle un poco la vida a nuestros hijos para que sientan la necesidad de expresar verbalmente lo que quieren o necesitan, ya que de otra forma no lo podrán obtener.
Para esto podemos hacer varias cosas:
- Identificar las actividades y objetos que atraen al niño
- Dificultar el acceso del niño a esas actividades y objetos preferidas
- Dar a nuestro hijo lo que quiere poco a poco, para que nos pida más (por ejemplo, si estamos haciendo un puzzle juntos, no le dejaremos las piezas al alcance de su mano; las tendremos nosotros para dárselas cuando nos las pida)
- Compartir juguetes que él sólo no sepa poner en marcha
- Usar juguetes que necesiten más de una persona para jugar(pelota, raquetas...)
Una de las técnicas más usadas para potenciar los intercambios de comunicación es la llamada estupidez creativa. Consiste en cometer errores en algunos juegos o rutinas de la vida diaria para llamar la atención de nuestro hijo:
- Interrumpir alguna actividad conjunta que estemos haciendo (podemos estar jugando a hacer pompas. Soplamos y hacemos una. Luego, antes de hacer otra, nos quedamos en suspenso esperando que nos diga qué quiere que hagamos)
- Saltarnos un paso de una rutina (como el ponerle un zapato sin haberle puesto antes el calcetín o guardar un plato antes de lavarlo)
- Usar un objeto incorrectamente (el darle un tenedor para que se coma la sopa o utilizar un zapato para intentar abrir una cerradura son efectos que le llaman mucho la atención y que les hará decirnos que así no se hace, además de provocar grandes risas)
- Pedirle cosas imposibles (por ejemplo, intentar meter una pelota en una caja de cerillas o pasar la puerta sin abrirla)
- Hacernos los despistados (no encontrar o no saber cómo se hace algo que ellos si saben; de este modo, nos tendrán que decir dónde está o decirnos cómo se hace)
Siempre que sea posible, aumentaremos las oportunidades de elegir lo que el niño quiere; así aumentaremos los momentos en los que puede desarrollar su lenguaje. Por ejemplo, durante la comida (sin tratarse de que coma lo que quiera) podemos darle a elegir entre dos o tres postres; para vestirse, podemos hacer que elija entre varias opciones...
Es muy importante tener estos aspectos en cuenta para para ayudar a estimular el lenguaje de los niños. Muchas veces se nos olvidan y luego, al comparar con otros niños su evolución, pensamos que es el niño quien tiene problemas para avanzar, sin tener en cuenta que tal vez sean los padres los que no aprovechan todas las situaciones que tienen para interactuar.
Proximamente, os hablaremos de distintas técnicas que favorecen que el niño aprenda a hablar mejor. No olvideis que, si teneis alguna duda, podemos realizarla en nuestra sección de Bebés y más: Respuestas.
Foto | Seo2| Por Puro Amor Al Rap en Flickr En Bebés y más | Hablar al bebé como si nos entendiera