Cómo gestionar el uso del móvil para que nuestros hijos no sean abducidos por la pantalla

Hace no muchos años, cuando los primeros móviles empezaron a venderse y era raro ver a alguien con un móvil en la mano, hablando por teléfono, corría un chiste que decía "¿En qué se parece un preservativo a un móvil? En que los dos dan cobertura a un capullo". Lo contábamos, y nos hacía gracia, porque ver a alguien hablar por la calle con un teléfono nos parecía ridículo. Este tiempo pasó (ahora lo ridículo y de chiste es hacerte fotos con un palo, pero tranquilos, pasará y será de lo más normal) y ahora parece que el raro y ridículo es el que no tiene teléfono móvil.

Está tan normalizado, es tan habitual, que es perfectamente normal ver a la gente caminar cabizbajo, mirando a la pantalla de su móvil y es perfectamente normal ver a niños, también cabizbajos, enganchados al móvil de sus padres, hasta el punto que uno ya no se sabe si el móvil es del padre o del niño. Pasan tanto tiempo delante que uno empieza a pensar que pronto se verá abducido por la pantalla. Pasan tanto tiempo delante que estamos criando niños que están rehusando el salir a la calle a jugar. Pasan tanto tiempo que tenemos que hacer algo para que no pasen tanto tiempo. Por eso hoy os explicamos cómo gestionar el uso del móvil para lograr que nuestros hijos sean niños normales y no espectros andantes, como lo somos ya muchos adultos (que pisas una mierda y no te das cuenta hasta que llegas a casa y te llega ese maldito olor).

Armando, la tecnología está ahí, tío, es inevitable

¿Podemos evitar que usen las pantallas? No. No podemos. Nosotros hemos crecido con ellas, también, con la televisión, con el vídeo. Si hasta se criticaban, en nuestra infancia, los libros, porque había niños que no despegaban la nariz de las páginas. Hemos crecido y a todo ello se han sumado los ordenadores, los móviles y las tablets. Forman parte ya de nuestra vida y forman parte ya, y formarán, de la vida de nuestros hijos, conformando una nueva manera de ocio e incluso una nueva manera de comunicarnos.

Ahora bien, que haya una nueva manera de hacer muchas cosas no quiere decir que deba ser la única manera, y eso es lo que muchos padres y muchos niños parece que no tienen muy claro. Las pantallas no son negativas per se, pero si se abusa de ellas, si los niños abusan de ellas, sucederá lo que los expertos ya están avisando y que es de tanta lógica que cae por su propio peso: los niños crecerán con incapacidades sociales y emocionales. Súmale el sedentarismo, súmale el no hablar cara a cara con las personas, súmale el no hacer uso del papel, de los lápices y bolígrafos, de otros juegos de manipulación, del juego libre, del correr, del saltar y un gran etc., y el problema será gordo. Muy gordo. Ya, me he ido al extremo. La situación actual no es para tanto, pero cuidado, estamos en el camino.

Estamos en el camino porque, como digo al principio de la entrada, empieza a ser habitual ver a los niños cabizbajos, con la mirada pegada a la pantalla del móvil o la tablet, sin interaccionar ni con el padre, ni con la madre, ni con la gente de alrededor.

Cómo controlar o gestionar el uso del móvil por parte de nuestros hijos

Si queremos prevenir que lo que comento suceda. Si queremos evitar que acaben drogados de ocio enlatado, si queremos que la comunicación entre nuestros hijos y nosotros vaya más allá del "papá, déjame el móvil" y el "no te pases, que me lo dejas sin batería", hay que hacer algo. Algo para prevenirlo y, si ya tenemos el problema ante nosotros, algo para solucionarlo. ¿Qué hacer al respecto? Vamos a verlo a continuación:

  • Utilizar Apps de control parental: lo primero, ya que van a coger nuestro móvil o una tablet, es tener la tranquilidad de que no van a ver algo que no queremos que vean. Para ello es útil tener instalada alguna aplicación de control parental que les permita hacer uso solo de lo que queremos que toquen.

    El sistema de Apple, iOS, cuenta con la posibilidad de hacer restricciones en la configuración de sus terminales, evitando que puedan abrir Safari, YouTube, etc., y que puedan instalar o desinstalar programas, entre otras cosas. A estas opciones podemos añadir alguna aplicación, como ParentKit, donde se puede crear un perfil para cada niño, con las aplicaciones que puede abrir e incluso la posibilidad de agregar un horario (puedes jugar desde esta hora hasta esta otra). La pega es has de pagar una cuota anual de 39'99€. Tenemos también Qustodio, un navegador web gratuito que quita la posibilidad de usar Safari y que permite navegar de manera segura a los niños.

    En caso de poseer Android, tenemos Kids Place, que crea en el móvil un ecosistema solo para niños. Algo así como si les diéramos un móvil infantil, al prestarles el nuestro. Ahí tienen sus aplicaciones y todo lo que pueden tocar, pero no lo que no queremos que toquen. También existe Qustodio, que curiosamente tiene muchas puntuaciones negativas de los hijos, fruto del enfado de verse limitados en la navegación.
  • ¿Poner un tiempo determinado?: otra opción, si no hay aplicación que lo controle, es marcar un tiempo determinado para el móvil, en plan tienes media hora y cuando sean las ocho en punto se acabó. Puede funcionar con algunos niños, pero suele ser un fracaso. Suele serlo porque los padres tenemos momentos de mucha rectitud, pero también momentos de más laxitud, y cuando estamos cansados no siempre tenemos ganas de llevar la contraria a nuestros hijos, que a las ocho en punto nos dicen que "venga, un rato más". Además, a nivel de psicología, no es muy adecuado, porque aquello que tendemos a limitar y prohibir suele ser, precisamente, lo que más llama la atención de los niños.

    Por esta regla de tres, el tiempo con el móvil o la tablet no debe ser nunca un premio. Muchos padres lo tienen como tal "cuando acabes todos los deberes, podrás jugar a la tablet durante media hora, y si los haces muy bien, una hora". Los deberes, según esa frase, son una obligación aburrida y la tablet la diversión. Y no solo una obligación aburrida, sino que se convierten en el medio para conseguir lo otro. Ya no son para aprender o por la motivación de saber más, sino para conseguir, después, pasar más rato delante de la pantalla.
  • Sé el ejemplo perfecto: tanto en el tema de los móviles, como en cualquier tema de la vida, los niños aprenden de lo que ven, y moralmente no tenemos ninguna autoridad para decir a nuestros niños que utilizan demasiado el móvil si nosotros lo utilizamos también demasiado. Ya, lo sé, somos los padres y tenemos la autoridad paterna, pero esto durará poco. Si nos ven siempre delante del móvil, tarde o temprano acabarán igual (de mal).
  • No instaléis más juegos infantiles: sé que dejarles el móvil para que no molesten, se callen y estén controlados es muy cómodo en muchas ocasiones. Es tan cómodo, que cuando vemos que ya no les hace mucha gracia los juegos que tienen, caemos en la trampa de entrar en la tienda de aplicaciones y descargar nuevos juegos y aplicaciones. Lo hacemos para seguir ofreciéndoles ese ocio que tanto les gusta y para que sigan sin molestar, callados y controlados, pero en el fondo es negativo y, como padres, cuestionable a nivel pedagógico.

    Estamos diciendo que el ocio debe provenir de otras fuentes y que nuestra relación con ellos debe mejorar, así que no tiene sentido que tengan disponibles una gran cantidad de juegos y que, además, vayamos instalando cada vez más. Si hacemos lo contrario, si no instalamos más, el móvil quedará controlado con el tiempo, porque crecen y se acaban aburriendo de aquello que ya tienen muy visto.
  • Ofrecedles alternativas: la mayor razón por la que los niños acaban pegados a las pantallas es el aburrimiento, o la falta de estímulos. Es decir, si no hay nada mejor que hacer, pues se tiran al ocio fácil. No tiene sentido limitarles el tiempo o prohibir si cuando se acaba ese tiempo no encuentran nada más divertido que hacer. Por eso, a veces, tenemos que ofrecerles alternativas.

    Los niños, por norma general, prefieren siempre pasar tiempo con nosotros, jugar con nosotros, compartir juegos, espacio y diálogo, antes que inmiscuirse en una pantalla. Lo prefieren siempre, a menos que seamos tan aburridos o tan poco comunicativos que nos den por imposibles y, decididamente, acaben por preferir estar solos que en nuestra compañía (esto que acabo de decir es muy, muy duro, pero sucede). Pues eso, busca alternativas, juegos, ofrécete para pasar un rato con ellos, llévatelos a la calle, al parque, a jugar, coge una pelota, lee con ellos un libro. ¿De verdad no se te ocurre nada mejor que dejarles el móvil para que estén tranquilos?

Y con esto acabo: ¿De verdad no se te ocurre nada mejor que hacer con ellos que darles tu móvil para que estén callados y tranquilos y no molesten a los demás? ¿No sería ese un buen momento para hablar de las cosas que habéis hecho hoy, de lo que podríais hacer el fin de semana o un momento en que explicaros historias fantásticas? ¿No sería ese un buen momento para aprovechar y explicar que estáis en un sitio público y que no deben molestar? Eso se llama educar, explicar cómo deben vivir en sociedad, hacerles saber qué es lo correcto y qué no lo es.

¿Darles el móvil? Sí, también funciona. Presionas el "On" del móvil y, a la vez, presionas el "Off" del niño.

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