En Bebés y más hemos hablado en varias ocasiones de la sobreprotección, y lo hemos hecho porque todos estamos de acuerdo en que sobreproteger a los niños puede ser negativo, porque los padres se convierten en mayordomos y/o toman las decisiones de sus hijos y los niños no desarrollan la autonomía necesaria para crecer como personas.
Ahora bien, el problema es que definir sobreprotección es muy difícil, porque donde unos ven un exceso de protección otros sólo ven cariño y donde unos ven un cuidado lógico otros ven dejadez. Hoy vamos a hablar de ello porque recientemente se ha sabido que los servicios sociales de San Vicente, en Alicante, están interviniendo cada año en unos 30 casos de niños que deben ser "salvados" de sus madres sobreprotectoras.
El absentismo escolar como pista de sobreprotección
Al parecer existe en la zona un 'Programa de Prevención del Absentismo Escolar', mediante el cual los centros escolares avisan cuando algún niño se ausenta demasiado en la escuela. Al parecer, según explica Marino Martínez, jefe del área municipal de Servicios Sociales de San Vicente, los padres acaban por no llevar a los niños al colegio para evitarles problemas.
Ante esa situación, intervienen "en edades tempranas porque después no se podrá hacer nada. Incluso a veces es necesario que aparezca una persona que les separe y haga un trabajo de serrucho".
Es decir, intervienen cuando los niños tienen 3 ó 4 años, cosa que personalmente no entiendo porque un niño, hasta los 6 años no tiene obligación de acudir a la escuela. Hasta entonces, el colegio es un servicio educativo que se ofrece a las familias, totalmente opcional. Es cierto que una vez que te matriculas lo lógico es llevarlo. El niño está ocupando una plaza pública y es lo correcto, pero como al final lo que debe primar siempre es el bienestar del niño (que vaya al colegio porque le sea útil, aprenda y le ayude a desarrollarse), hay niños que están mejor no yendo, o yendo de vez en cuando, que acudiendo de manera obligada por cumplir un horario.
Sí, estoy hablando en cierto modo de Aran, mi hijo de 5 años que el curso pasado iba al colegio sólo cuando él quería. Según nuestra decisión seguro que los servicios sociales de la zona deberían haber actuado, porque le protegíamos de otros niños, del profesor o no sé de qué, privándole de la capacidad de ser autónomo.
Sin embargo, tal y como lo enfocamos, le protegimos de su propia inadaptación, le protegimos de la sensación de abandono por parte de sus padres y le otorgamos la autonomía y libertad suficiente como para decidir cuándo ir a aprender y cuándo no ir. Lo curioso es que iba más de lo que creíamos que iba a ir y ahora, que tiene un año más, entra cada día corriendo contento a clase.
Los padres sobreprotectores crían a niños frikis
En palabras de Martinez, quizás algo desafortunadas, los niños sobreprotegidos faltan más a clase por la siguiente razón:
No los llevan porque dicen que los otros les pegan, se meten con ellos o les acosan. Lo que pasa es que su hijo es un friki porque no le han dejado crecer [...] Deja que se caiga y se levante; al niño no hay que darle el pescado, sino una caña porque, si no, los otros chicos ven que su hijo es raro, frágil y por tanto interactúan negativamente con él. Y como no sabe defenderse, mantiene una relación defectuosa con el grupo de iguales, queda excluido del grupo, no le invitan por ejemplo a jugar al fútbol.
Completamente de acuerdo en lo de la caña, no tanto en el resto. Hay que enseñar a los niños a pescar, pero no hay que obligar a que los niños pesquen. "Yo te enseño, hijo, que esto te servirá, pero si ahora no te sale tranquilo, que estaré a tu lado para ayudarte cada vez que lo intentes. Mientras tanto, podemos ir comiendo los peces que pesco yo". Porque unos niños aprenden a pescar enseguida y a otros les cuesta más. Porque unos niños son muy hábiles en la relación con sus compañeros, y otros no lo son tanto. Porque unos niños son muy "largos", pícaros o incluso malvados y el problema, al parecer, son los que siendo más nobles, sencillos y educados, no se saben defender o no quieren tener que defenderse.
No señor, ningún niño merece ser llamado friki y no señor, en los centros escolares hay que tratar de entender la diferencia y aceptar a todos los compañeros tanto por su color de piel como por su comportamiento, a ver si ahora va a resultar que todos tienen que comportarse igual y a ver si ahora va a ser normal y lógico que otros niños "interaccionen negativamente con un niño", que le peguen y le dejen de lado por considerarle diferente.
¿Casos patológicos?
Ojo, que no digo que no haya casos patológicos, padres realmente angustiados que prefieren que sus hijos no salgan a la calle y niños que realmente acaban teniendo problemas por no poder hacer su propia vida. Padres que visten a sus hijos cuando ellos son capaces de hacerlo, padres que siguen dándoles biberón o chupete cuando los niños ya van a primaria, padres que evitan que sus hijos vayan a fiestas con otros niños, o al colegio, para que no les pase nada, padres que lo deciden todo por sus hijos para que ellos no puedan equivocarse. Así, día tras día y año tras año.
Los hay, y es lógico que en casos así se intervenga tratando de ayudar a los niños y a los padres, para que el niño pueda vivir su propia vida, pueda tomar decisiones y pueda pensar. Y con pensar me refiero a tener problemas delante y, en vez de mirar a papá y mamá para que lo solucionen o le digan la solución, empezar a razonar y probar posibles soluciones.
Ahora bien, de casos así, que probablemente son muy puntuales a casi 30 casos al año me parece que hay una gran diferencia y posiblemente se está abusando del término sobreprotección porque no se está entendiendo que los niños no pueden ni deben ser iguales, que muchos necesitan más tiempo que otros para entender los cambios y que no es normal ni lógico que haya niños que no se relacionen con otros niños por considerarles raros, frágiles o diferentes.
En todo caso, si sucede, el trabajo debe realizarse sobre todo el grupo, tanto para ayudar a unos a relacionarse con los demás como para enseñar a los otros a apreciar y entender que no debemos ser todos iguales.
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