La educación obligatoria en España está establecida a los seis años, edad en que los niños empiezan a cursar el primer curso de la educación primaria.
Teniendo esto en cuenta parece lo más lógico que sea a los seis años cuando los niños empiecen a tratar diversos contenidos y materias y empiecen a aprender las diversas materias que forman parte de la cultura de cada persona, incluyendo el aprendizaje de la lectura y de la escritura.
Sin embargo, la presión social y la imperiosa necesidad de los padres y de algunas administraciones de crear a los niños más inteligentes aprovechando la capacidad que tienen de aprender cuando son pequeños ha hecho, hasta ahora, que los contenidos y la lectoescritura se hayan adelantado a los cuatro años, cuando los niños están en preescolar.
Un estudio de la Universidad de Cambridge critica estos métodos y sugiere que los niños deberían empezar a aprender a leer y escribir, y por lo tanto a recibir las diversas materias, a los seis años como mínimo.
Según los expertos, los niños de tres a cinco años deberían recibir una enseñanza que les ayudara a mejorar su autoconocimiento, la relación con otros niños y adultos, el lenguaje verbal y la confianza o, lo que es lo mismo, dejar los números y las letras para más adelante, aprovechando el potencial de aprendizaje, no para absorber materias, sino para aprender a relacionarse entre ellos, a dialogar, a entender y comprender a sus compañeros y hacerlo disfrutando del juego y de la energía que tienen (poco aprovechada si los sentamos ante un libro o ante fichas varias horas al día).
Pero ahora juegan bastante en preescolar ¿no?
Es cierto que en preescolar se está abogando cada vez más por eliminar los libros y utilizar el juego como metodología de elección, sin embargo los colegios que están llevando a cabo este tipo de proyectos están siendo bastante incomprendidos en un mundo en el que a los padres nos encanta que nuestro hijo sea el más listo del barrio (y al decir esto recuerdo aquellos padres que luchan porque sus hijos de 3 años hagan una o dos horas semanales de inglés y de informática, por ejemplo).
En mi ciudad, sin ir más lejos, hay dos colegios en los que los niños de menos de 5 años no saben qué es un libro de texto. Al no haber libros los padres sienten que sus hijos no están haciendo nada. No aprecian progresos en lo que ellos valorarían positivo (“ya sabe contar hasta 20”, “ya conoce el abecedario”,…) y por esta situación las críticas hacia la dirección de estas escuelas son incesantes.
Y si no están aprendiendo, ¿a qué van al colegio?
Los niños que tienen la suerte de ir a un colegio que deja las materias para una edad más avanzada están aprendiendo a ser personas, a vivir, a comunicarse, a compartir, a jugar, a disfrutar de la vida (que digo yo que para eso estamos en el mundo), pero los padres, que parecen haber olvidado que una vez fueron niños, cierran sus miras a un mundo en el que sólo priman los resultados.
No hay prisa
No hay prisa por aprender, porque como hemos dicho en numerosas ocasiones en Bebés y más, varios países europeos retrasan el aprendizaje de la lectoescritura a edades comprendidas entre los seis y los ocho años.
Dicho así, y encasillados como estamos en nuestro sistema que creemos perfecto, suena atroz, sin embargo se ha observado que los niños aprenden a leer mejor cuando son capaces de entender lo que están leyendo.
¿Qué sentido tiene que un bebé de ocho meses aprenda a decir “verde” si no es capaz de entender lo que representa? Pues el mismo sentido que tiene enseñar a un niño de cuatro años a leer cuando no es capaz de entender muchos de los conceptos que lee.
Lo importante al fin y al cabo es ofrecer recursos y alternativas a los niños para que se sientan partícipes del aprendizaje, para que quieran aprender y para que disfruten aprendiendo.
Si se fuerza la situación y se empiezan a meter materias y fichas con cuatro años, cuando los intereses de los niños se centran en otras cosas, se corre el riesgo de que, simplemente, pierdan las ganas de aprender (y no hay nada peor que acudir a un sitio, día tras día y año tras año, a hacer algo que no te apetece hacer).
Vía | El País
Fotos | Flickr (JJ & Special K), Flickr (KOMUnews)
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