Ese cruel momento en que los niños que se quedan al comedor ven cómo otros se van con sus padres a casa

Ese cruel momento en que los niños que se quedan al comedor ven cómo otros se van con sus padres a casa
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Este año es el año en que mi tercer hijo, Guim, ha entrado en el colegio. A diferencia del mediano, Aran, que tuvo una adaptación de lo más horrible, éste va contentísimo todos los días y está encantado con el colegio, con sus compañeros y con su profesora, que por lo poco que la conozco, puedo decir que me encanta.

En Bebés y más hablamos mucho de los colegios y no suele ser para bien, porque lo normal es eso, que vaya todo bien y que funcionen respetando a los niños, sus tiempos, sus necesidades y ayudándoles a ser más autónomos y mejores personas. Cuando esto no sucede, cuando algo falla, entonces lo explicamos (de todo, se suele hablar cuando algo va mal... cuando las cosas van bien se considera que es lo normal). Una de las cosas que he notado que sucede en algunos colegios (en los dos que he estado sucedía) es que se produce un momento bastante crítico con los más pequeños que bien podría evitarse: ese maldito momento en que los niños que se quedan al comedor ven cómo otros se van con sus padres a casa.

Mis hijos nunca se han quedado en el comedor

Y lo he podido ver muchas veces porque mis hijos nunca se han quedado en el comedor. Nunca nos ha hecho falta, porque mamá no trabaja y cuando no hemos podido estar con ellos se han ido a comer a casa de los abuelos. Lo he visto muchas veces y siempre he pensado lo mismo "¿no podrían hacerlo de otra manera para evitar ese momento?".

Porque unos se quitan la bata para irse a casa y otros no. Porque entonces llegamos los padres, los de los niños que comen en casa, y nos agachamos, les recibimos en nuestros brazos, les damos un beso enorme y les preguntamos sonriendo: "¿Qué tal? ¿Cómo ha ido? ¿Te lo has pasado bien?". Llegan varios padres y se van varios hijos, y todos contentos ante el reencuentro.

¿De verdad tienen que ver eso, con la esperanza de que quizás un día aparezca papá o mamá, que nunca aparecen? Son niños de 2 y 3 años, acaban de empezar el colegio, muchos entran aún llorando por las mañanas, o si no llorando con muchas reservas, y luego encima tienen que ver que a mediodía, mientras muchos niños son recogidos por sus padres, los suyos no vienen.

Unos minutos antes, suficiente

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Lo más fuerte del asunto es que la solución es facilísima. De lo más simple. Basta con que la monitora del comedor que viene a buscarlos llegue unos minutos antes, solo unos minutos, y habrá conseguido evitar esa situación. Llega a la clase, llama a los que se quedan al comedor y se los lleva, entre canciones y bromas, a comer, "¡a ver quién tiene más hambre!".

Poneos por un momento en la mente de un niño tan pequeño, que acaba de pasar un verano magnífico con sus padres en el primer año que se entera un poco de lo que ha pasado, y de repente no solo le dejan en un colegio desconocido, con niños desconocidos, a pasar muchas horas sin sus padres sino que además, a mediodía, cuando podrían venir a buscarle como a los otros niños, nadie le viene a abrazar.

Fotos | iStock
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