Las rabietas de los niños son su manera de explicarnos sus problemas: no les ignores

Las rabietas de los niños son su manera de explicarnos sus problemas: no les ignores
9 comentarios

Estamos ya en las vacaciones de verano de los niños, han acabado las clases, ya no siguen las mismas rutinas que el resto del año, algunos están veraneando y los padres pasamos ahora mucho más tiempo con ellos que el resto del año.

Quizás porque ahora estamos más con ellos y perdemos más fácilmente la paciencia o quizás porque, como digo, no siguen sus rutinas y aún se están adaptando a nuevos horarios, hay momentos en que nos dedican una de sus temidas rabietas.

Estos días he visto a algunos padres con sus hijos, rabieta de por medio, y en rápida observación me he dado cuenta de que parece seguir imperando la solución más antigua, la de ignorar al niño. Mal hecho. Las rabietas de los niños son su manera de explicarnos sus problemas.

Pero, ¿cómo no ignorarles?

A veces dan ganas, lo sé. Hay días, hay momentos, que logran que perdamos la paciencia, que consiguen sacarnos de nuestro mundo racional y que nos hacen activarnos para la lucha o la huida, es decir, para poner un remedio que pasaría por ponernos a la misma altura emocional, quejándonos con todo el cuerpo, de manera enérgica, en un "¡Basta ya!" o bien para tratar de esquivar el momento, la situación, porque sabemos que pronto pasará o porque alguien nos ha dicho que eso es lo que hay que hacer.

Soy consciente de que a muchos padres les pasa porque a mí también me ha pasado. Y cuando la situación se triplica, porque son los tres hijos los que se ponen en modo llanto/queja (ahora me pasa menos, que el mayor ya no lo hace), puede llegar un momento en que te miras al espejo y ves una extraña y sospechosa sonrisa inexplicable, similar a la de aquellas personas que, fruto de alguna droga, sonríen sin saber qué sucede a su alrededor, totalmente idas.

Sin embargo, quitando estos episodios, que suelen ser puntuales, y centrándonos en aquellos momentos en que estamos ejerciendo de padres, tenemos paciencia suficiente (ideal que la tengamos siempre, claro) y decidimos hacer algo, tengo que recomendar no ignorar nunca las rabietas de vuestros hijos.

Pero, a mí me han dicho que es lo que hay que hacer

Ya, a ti y a todo el mundo. Y si no te lo han dicho has visto cómo se hace, porque todos hemos visto a algún niño llorar porque quiere algo (que no siempre será algo material) y a su madre o padre mirando para otro lado, como si escucharan llover. O hemos visto a un niño llorando en medio de la calle, sentado, mientras sus padres se alejan y alejan porque el niño no quiere irse del lugar o porque se niega a caminar.

Y si no lo hemos visto, lo hemos vivido en primera persona, como padres, con nuestro hijo teniendo una rabieta en algún sitio y los demás mirando la escena, esperando a que le castigues, le pegues, le digas que "hasta aquí hemos llegado" o que optes por ignorarle mientras les dices a todos: "por favor, no le hagáis caso". Y lo esperan, casi con ansia, para entonces hacer un gesto de aprobación, porque ellos lo habrían hecho igual y porque "si no, se te suben a las barbas".

El problema es que sus rabietas son su manera de decirnos algo importante

Busca a un adolescente enfadado con sus padres o a un adulto que no tenga buena relación con los suyos y pregúntale el porqué. Pregúntale por qué no se lleva bien con sus padres o por qué la relación no es todo lo cordial que debería ser. Seguro que te dirán que hay un claro problema de comunicación: "mis padres tienen sus propios problemas y nunca se han preocupado por los míos", "siempre ha sido más importante su trabajo que sus hijos", "querían que hiciera las cosas sólo a su manera y yo no podía decidir sobre mi propia vida", y cosas similares.

Vamos, que en algún momento de la relación entre padres e hijos la conexión se rompió. En algún momento los padres coartaron la libertad de los hijos y trataron de moldearles a su antojo y/o en algún momento los hijos sintieron que sus problemas no eran importantes para sus padres. Se rompió la confianza y los hijos dejaron de insistir. Se rompió el vínculo y los niños dejaron de intentarlo, buscando los referentes fuera de casa: sus amigos, sus iguales, otros adultos, los protagonistas de alguna serie de televisión, a saber...

Y ojo, que es normal que los niños tengan, al crecer, varios referentes. Es lógico que quieran encajar en su grupo de amigos, que quieran actuar como ellos y contarles a ellos problemas e inquietudes, pero la confianza con los padres debería existir siempre. Nosotros, los padres, tenemos que estar disponibles, y de nosotros depende que cuando crezcan sigan contando con nosotros.

Atendiendo a los niños

Para eso tenemos que escucharles cuando tengan problemas y tenemos que hablar con ellos. Y sí, cuando tienen un año o dos, también tienen problemas. Problemas que a nosotros nos parecen absurdos, problemas que nos parecen caprichos sin sentido, pero problemas para ellos. Problemas, porque son pequeños, porque tienen deseos y necesidades que ellos se crean, que nosotros les creamos (cuando culpables por no pasar demasiado tiempo con ellos lo suplimos con bienes materiales) o que la sociedad les crea y porque no son capaces de entender por qué no pueden tener o conseguir lo que desean en ese momento. Para ellos, en ese instante, es lo más importante del mundo. Y nosotros sabemos que minutos después lo más importante para ellos será otra cosa, pero en ese instante es eso, y debemos estar ahí.

No hablo de hacer lo que nos piden. No digo que hay que darles lo que quieren o hacer lo que quieren que hagamos. Digo que estemos ahí, que les escuchemos, que estemos a su disposición y que les hagamos saber que su problema, en cierto modo, está siendo escuchado, que su queja está siendo recibida.

Si podemos complacer su deseo, lo hacemos. Tenemos que ceder para que ellos aprecien el gesto y en el futuro sean también capaces de ceder. Si no podemos decir que sí, pues decimos que no. Explicamos por qué no, por qué les negamos lo que quieren y damos más explicaciones cuanto más capaces sean de comprenderlas.

Si son pequeños y no nos entienden demasiado no hace falta que les demos un sermón que no les aclarará demasiado, basta con decir que no puede ser y por qué no puede ser, y entonces ofrecer nuestros brazos para que se calmen en un abrazo cuando quieran (no digo cogerles a la fuerza, sino ofrecer nuestros brazos y nuestro cariño). Y entre medio, o cuando estén en nuestros brazos, buscar una alternativa, algo que sí puedan tener o algo que sí podamos hacer con ellos.

Si son más mayores y nos entienden, entonces sí, aprovechar para dar nuestras razones, haciéndoles saber que entendemos su enfado, su rabia y que entendemos lo que sienten, pero explicando por qué no puede ser.

Es mucho más grato para un niño saber que los demás te escuchan y entienden tus problemas, aunque la queja no sirva de nada, que no provocar ningún gesto ni respuesta, como si no existieran. De hecho, esto sucede con cualquier persona, ¿no? ¿O acaso cuando estáis enfadados, muy enfadados, preferís que se os ignore porque así "ya se os pasará"?

Fotos | Thinkstock
En Bebés y más | Niños que se provocan la enfermedad para llamar la atención, Cuando tu hijo da argumentos a los demás en contra de la crianza con apego, Frustraciones infantiles: las causas de la frustración en los niños

Temas
Comentarios cerrados
    • Nosotros tenemos clarísimo que cuando tiene una rabieta no le dejamos solo. El problema es que intentamos explicarle en el momento por qué no y a veces eso implica inevitablemente, para mí al menos, tener que subir el volumen, ya que considero que mientras el niño está en plena rabieta si no le hablo un poco más alto de lo habitual (vale, a veces mucho más alto...) pues no me va a poder oír, y quiero que sepa que le escucho pero ahora no puede ser o tiene que ser ahora justo cuando hay que vestirse y no se puede esperar más...

      Sé que es cuestión de minutos que se pase (y menos mal) pero me resulta muy difícil no seguir hablándole y explicándole en lugar de quedarme paradita esperando simplemente.

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de iskandervv Respondiendo a iskandervv

      Jejeje, cierto... claro, si la cosa es que te tienes que vestir porque nos vamos ya, pero ya. Pues no queda otra que vestirle y mientras tanto ir tratando de explicarle... o explicarle después. Todo depende de la situación, pero la esencia, lo que quiero transmitir, es que no hay que ignorar, sino estar ahí, hacer caso, y explicar las cosas.

      Cuando crezcan dejarán de hacer rabietas, tanto si les ignoramos como si no, así que vale más hacerles sentir comprendidos que hacerles sentir solos.

    • Jejejejejeje, bueno es que no se que rabieta tendrán los tuyos, el mio tenía pocas, pero es que tampoco te dejaba otra opción. Podías intervenir justo antes de que iniciase la rabieta en plan "estás triste por X..." e intentar dialogarlo y bajar el nivel de frustración, o ya después de la misma, pero como entrase en "modo rabieta" era imposible hablar, estar con el, abrazarle ni nada, ni siquiera ofrecerle teta me servía, nada de nada, colocarle en lugar seguro para evitar que se hiciese daño con el pataleo y esperar que se pasase.

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de nymph032001 Respondiendo a nymph032001

      Bueno, podemos hablar de rabietas y de cabreos, enfados, llantos... en las rabietas imposible razonar, en lo otro, aún.

      Cuando tenían esas rabietas de "imposible" la actuación era la de estar ahí, al lado, esperando, con los brazos ofrecidos. Tardaban un buen rato, pero acababan abrazándose. Es una manera de esperar.

      La otra manera es irte y esperar a que se le pase cuando quiera, porque te han dicho que cuanto menos caso le hagas antes dejará de hacerlo.

      A esto me refiero, voto por la primera opción.

    • El mío pequeño acompaña la rabieta de patadas, cabezazos, lanzamiento de sopapos y manotazos e intentos de mordisco. Pufff, hay que coger un poco de distancia y salir de su radio de acción, aunque su pobre hermana no es tan rápida de reflejos como los adultos y a veces le da de lleno, con lo cual tenemos a dos llorando y gritando a pleno pulmón a dúo. No sé a quién a visto morder o pegar. Su hermana nunca lo ha hecho. Y nosotros por supuesto que no, claro. No sé porqué lo hace él.
      Suelo esperar a distancia y cuando veo que baja un poco la intensidad me acerco para ver si quiere que le abrace. Aunque a veces corre peligro su integridad física (cuando va con la cabeza por delante contra cualquier cosa, por ejemplo) y no me queda más remedio que ponerme en medio. Prometedme que se le pasará ;)

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de madrealacarga Respondiendo a madrealacarga

      Bueno, el morder y pegar no siempre lo hacen por imitación. En algún momento se le ocurrió que era una buena manera de defenderse/atacar y, como le funciona, lo hace.

      Sí, prometo que se le pasará. Y peor (o mejor) cuando le cuentes lo que hacía ni siquiera se acordará. Me pasa con el mío mayor... se ríe cuando se lo contamos.

    • Bueno yo no estoy muy de acuerdo en algunas cosas. En el aula nunca dejamos a los niños solos pero sí se practica 'el método de ignorar' y es que además no siempre puedes dedicarle media hora al niño con rabieta porque otros 13 o 22 (segun la edad) esperan que hagas algo con ellos.
      Cuando yo estudiaba se nos enseñaba ese método pero es una forma de hablar lo de ''ignorar'', no se le ignora completamente, se le tiene de ojo y se procura evitar situaciones peligrosas, en ningún momento coges y te vas como parece que dice el artículo. Y yo he visto rabietas monumentales en el super donde te aseguro que yo hubiese ignorado, la madre prefirió dialogar y tuvo que venir hasta seguridad porque estaba medio Alcampo allí al rededor congregado. No digo más.

    • Cerrar respuestas
    • Avatar de sereducadora Respondiendo a sereducadora

      Es diferente si hablamos de un aula a si hablamos de unos padres. En un aula no está la madre o el padre, está la profesora o educadora y un montón de niños más con los que el niño tiene que convivir, y tiene que entender que está conviviendo. No es que le tengas que ignorar o no, es que como dices no puedes estar 30 minutos allí, con él, porque hay más niños. En ese caso, yo lo que haría es decirle algo así como "cuando quieras hablamos de ello"... y se habla de ello cuando el niño esté más calmado y atienda a razones, que no te vas a poner a hablar con un niño que grita y grita (ni te oye, vamos).

      En relación a las rabietas monumentales, pues depende. Si estoy en medio del Alcampo y el niño me la está liando grandísima, no me quedo a hablar solo (por eso de que no me escucha)... ni le tiendo los brazos 3 cuartos de hora. Intento explicarle y si no le cojo en brazos y hablamos mientras lo llevo conmigo. Y hablamos del por qué no le doy lo que quiere y le explico además que cuando se pone así molesta a los demás, que me explique a mí lo que le pasa pero que no hace falta que todos lo oigan, si la cosa no va con ellos. Vamos, que yo no dejo que pase eso que comentas, pero tampoco le ignoro. Le explico, le escucho, le hablo y si en el momento no puede ser, porque muchas veces no puede ser, lo hablamos después, cuando él ya está pensando en otra cosa... "¿Sabes cuando te has puesto a llorar y a rodar por el suelo en medio del súper? Pues bla, bla, bla, bla...".

    • pues a mi me funciona lo de ignorar y lo de ceder jamás, mi hijo no se puede quejar de atención porque recibe toda la que somos capases de darle, cuando esta solo conmigo si pide algo y le digo no, entiende perfectamente es un no definitivo, pero como este el padre o los abuelos que lo miman mas sabe que es un "no negociable" que solo falta que llore un poco para que traten por todos lo medios de calmarle, de darle no solo lo que provoco el disgusto si no mas...a mi forma de ver lo que ellos hacen es malcriarle.

    Inicio
    ×

    Utilizamos cookies de terceros para generar estadísticas de audiencia y mostrar publicidad personalizada analizando tu navegación. Si sigues navegando estarás aceptando su uso. Más información