Últimamente, por desgracia, se ha vuelto habitual leer, escuchar o ver en las noticias casos de agresiones entre menores en parques o en centros educativos. Es probable que el incremento de la violencia en los últimos años parezca más del que realmente es por contar ahora con el altavoz de internet y las redes sociales, pero también es verdad que el mal comportamiento de muchos adolescentes supone un problema grave y preocupante para muchas familias.
Como profesora de secundaria muchas veces escucho por parte de las familias frases como: "No sabemos qué hacer", "No podemos con él (o con ella)", "No tenemos nada más que quitarle: la tele, la play, la tablet, etc.", "Lo dejamos por imposible"... Quiero pensar que nunca es tarde, pero es cierto que todo es más fácil si empezamos desde el principio. No podemos esperar a que llegue la adolescencia para hacer en x meses lo que no hicimos en 12 o más años y pensar que todo va a salir bien.
¿Cuándo hay que empezar?
Las bases de una buena educación se establecen desde la infancia y el trabajo continúa en la adolescencia porque, en la tarea de educar, es fundamental la continuidad. Cuando una familia dice que no puede con su hijo o con su hija, lo más probable es que el problema se remonte años atrás y la adolescencia únicamente ha hecho que se vea ahora mucho más grave.
Nadie dijo que ser padre o madre fuese fácil, educar hijos es un trabajo duro pero que suele tener muy buenas compensaciones. Desde el momento en el que podemos comunicarnos y razonar con los niños y las niñas debemos empezar a crear con ellos las bases de su educación y de su comportamiento, tenemos que darles pautas, estar alerta, corregir las malas actitudes y en general acompañarlos en todo momento en su desarrollo desde que son bien pequeños.
Si no lo hemos hecho así y nos damos cuenta tarde de que el niño, o la niña, ha desarrollado conductas inapropiadas, deberemos intentar empezar a corregirlas desde el primer momento de manera firme. Dejarlo pasar, restarle importancia o ignorarlo, en general, no solo no va a resolver el problema si no todo lo contrario. Por lo tanto, hay que empezar siempre cuanto antes, con criterios claros y con asesoramiento o ayuda de profesionales en el caso concreto si fuese necesario.
¿Qué podemos hacer para mejorar?
En mi opinión: ejemplo, comunicación, consecuencias e incluso formación pueden estar entre las claves que nos lleven a recuperar una mejor conducta en nuestros menores.
- Ejemplo: comportándonos nosotros, los adultos, como debe ser para que ellos lo vean como algo normal y así lo imiten. Si nosotros no invertimos tiempo en comportarnos bien, no podemos exigírselo a ellos. Si nosotros comemos con el móvil en la mesa difícilmente conseguiremos que ellos entiendan que no deben hacerlo...
- Comunicación: dedicando un tiempo cada día a hablar con los niños y las niñas sobre sus problemas, sobre los nuestros y sobre los de otros, desarrollando la capacidad de empatizar con los demás. Hablar y también escuchar, porque tal vez sobre el origen de su mal comportamiento, los menores tengan algo que decir que probablemente nos ayudará a la hora de mejorarlo. Fundamental también es la comunicación para negociar, no se trata de imponer a los niños y las niñas nuestro criterio, pero sí de establecer pautas que pueden ser muchas veces negociadas con ellos para que funcionen mejor.
- Consecuencias: relacionando acciones con resultados más allá del refuerzo positivo. Está muy bien reforzar las buenas conductas, pero las malas también tienen sus consecuencias, en niños de cierta edad que ya deben asumir el fruto de sus actos. En ese sentido, en mi opinión, se nos ha ido de las manos el dar premios por lo correcto sin fomentar el desarrollo del sentido de la responsabilidad.
- Formación: porque a veces los mayores no estamos preparados para educar a los pequeños en determinados aspectos. Nosotros también tuvimos su edad, pero en una época muy distinta y no todo lo que servía para nosotros sirve para ellos. Ellos se enfrentan a nuevos retos y también a nuevos peligros con los que nosotros no vivimos y emplean herramientas, como las redes sociales, que para muchos adultos son desconocidas. El otro día en la presentación del libro "Los nativos digitales no existen" alguien comentaba que igual que explicamos a los niños que la calle se cruza cuando el semáforo está en verde y que antes hay que mirar a derecha y a izquierda para asegurarse de que no vienen coches, también tenemos que explicarles como "caminar" por la red y, para eso, los adultos tenemos que ser expertos.
¿Quién tiene que hacerlo?
Estas tareas son de todos, pero más de las familias que del profesorado por dos razones: una porque los profesores educamos a los niños de 20 en 20 o de 30 en 30, en casa la ratio suele ser más favorable, y otra porque nosotros tenemos que impartir clase de matemáticas, de lengua, de idiomas, de música o de ciencias, entre otras materias, en el tiempo que pasamos con ellos.
Además, tanto en infantil, como en primaria o en secundaria de poco, o de nada, sirve la disciplina en el cole si después de cada período vacacional el niño, o la niña, vuelve peor que Mowgli el de "El libro de la selva". Lo que sí es cierto es que colegios e institutos deberían ayudar a las familias en los temas de formación de los que antes hablábamos y aunque ya hay algunas iniciativas en este sentido, probablemente aún son insuficientes.
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