Existen muchos estereotipos y asunciones sobre el orden en que nacen los hijos: los mayores suelen etiquetarse como los listos, los medianos como los retraídos, los menores como los traviesos, entre otras cosas que se suele escuchar decir sobre los hijos según su lugar entre los hermanos.
Pero aunque al final éstos comentarios suelen ser cosas que asumimos, hay ocasiones en las que tienen algo de cierto. Un análisis reciente investigó cómo afectaba el orden del nacimiento de los hijos en cuanto a su educación, encontrando diferencias notables entre hermanos mayores, menores o hijos únicos.
En el informe 'Birth order, sibling size and educational attainment in twentieth century Spain' ('Orden de nacimiento, tamaño de los hermanos y nivel educativo en la España del siglo XX' en español) se analizó la influencia del orden de los hermanos de las generaciones de españoles nacidos entre 1900 y 1966.
Y aunque seguramente habrá diferencias en cada familia, sí existen algunas tendencias en cuanto al nivel educativo según la cantidad de hermanos y si se es de los menores o los mayores.
Los hermanos tienen mejores posibilidades
Por ejemplo, el mayor de los hijos siempre tiene una ventaja sobre el resto de sus hermanos, estudiando de media 7,2 meses más que el tercero, algo que a largo plazo le beneficia ampliamente pues a mayor escolarización aumentan las probabilidades de tener éxito en la vida.
Esto se debe principalmente a esos años de oportunidades que el primer hijo tiene para él a solas, antes de la llegada de sus hermanos: desde la atención que recibe hasta las facilidades que tienen los padres para apoyar su educación y desarrollo, gracias a que un solo hijo supone un gasto menor.
Miguel Requena, autor de la investigación explica esto en palabras simples: "Es la Teoría de la Dilución de Recursos: a cada hijo nuevo que llega le tocan menos trozos del pastel que hay que repartir. Eso también afecta a la energía de los padres para cuidar a los niños, porque no es lo mismo sacar a un primogénito adelante con 23 años que a un quinto hijo con 38 años", comenta para El Mundo.
Por otro lado, también se toma en cuenta el ambiente intelectual en el que crecen los niños. Cuando llega el primer hijo, las conversaciones de quienes lo rodean suelen ser de carácter más serio o maduro en sus primeros años, para quizás después evolucionar a contenidos más centrados en el niño (como esos años en los que las películas familiares dominan nuestro televisor, y las canciones infantiles hacen lo mismo con la radio del coche). Para cuando llegan los segundos y terceros hijos, los padres estamos habituados a un ambiente más infantil en casa.
¿Es mejor ser hijo único?
Tomando en cuenta todo esto, uno pensaría entonces que quienes son hijos únicos son los que llevan mayores ventajas en este sentido, pero curiosamente no es así. Quienes tienen la mayor ventaja educativa entre todos los tipos de hijos o hermanos, son los primeros hijos de una familia con dos hermanos.
De acuerdo con la investigación, el mayor de dos hermanos tiene 9,6 meses más de educación que un hijo único en términos brutos, y 2,4 en términos netos. Pero, ¿por qué sucede esto, si ya hemos visto que cuando un hijo está solo recibe mayores atenciones y estímulos que cuando tiene hermanos?
El autor explica que esto ocurre debido a que, cuando nace un hermano menor, el mayor se convierte casi automáticamente en un mentor para el nuevo miembro de la familia, desarrollando aún más habilidades cognitivas al hacerlo:
"Según los psicólogos, los hermanos mayores de dos se entrenan con los hermanos pequeños. Hacen de mentores y ahí consiguen mucho entrenamiento", responde en una entrevista realizada por Nius.
¿Y las familias numerosas?
En el caso de las familias numerosas, cuanto mayor es el número de hermanos, mayor es el riesgo de abandono escolar temprano, pues se observa ese comportamiento de tener que dividir todos los recursos (económicos, educativos y de crianza) entre los hermanos, haciendo que la ventaja sea menor conforme aumenta la familia.
Estos resultados, más que desalentarnos o ser una especie de premonición sobre el futuro de nuestros hijos, pueden ayudarnos a entender cómo podemos ayudarles para apoyar su educación, atendiendo las necesidades específicas de cada uno, así como a mantenernos alejados de los estereotipos que muchas veces suelen colocarse sobre cada uno de ellos.
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