El 20% de las mujeres embarazadas sufre amenaza de aborto espontáneo y la quinta parte de ellas acaba perdiendo a su bebé. En datos totales, el 4% de las mujeres sufre un aborto espontáneo por causas naturales antes de cumplir las 20 semanas de gestación.
Hasta ahora no había manera de saber qué embarazo, de los declarados de riesgo, iba a seguir adelante y cuál iba a verse interrumpido. Ahora, gracias a un grupo de científicos del Reino Unido, es posible saber con una fiabilidad bastante elevada qué embarazo seguirá adelante y cuál acabará, muy probablemente, en aborto.
No es ninguna prueba revolucionaria ni ningún aparato mágico que prediga el futuro, sino una serie de variables que pueden medirse de manera relativamente fácil, cuya combinación pueden decirnos una cosa u otra con respecto a un embarazo determinado.
Los investigadores han bautizado el sistema como “PVI" (Índice de Viabilidad del Embarazo) y para dar con este sistema hicieron un estudio con 102 mujeres embarazadas de 6 a 10 semanas que habían sufrido sangrado vaginal y a las que se les había diagnosticado amenaza de aborto espontáneo.
Durante cinco semanas realizaron diversos análisis para valorar los niveles de progesterona y de hormona gonadotropina coriónica, tomaron registros acerca del nivel de dolor de las mujeres y del aspecto del sangrado vaginal y la cantidad, hicieron ecografías y otras pruebas, todo para tratar de saber qué relación tenía cada uno de los factores con la probabilidad de sufrir un aborto espontáneo.
Tras esas cinco semanas 22 de los embarazos se perdieron, mientras que 80 continuaron. Esto sirvió para buscar la razón de lo sucedido y los investigadores hallaron seis factores relacionados de manera directa con el devenir del embarazo: antecedentes familiares de problemas de fertilidad, la talla del feto, su edad gestacional, la cantidad de sangre perdida y los niveles de progesterona y HCG.
Si una mujer tenía sólo uno de estos factores alterado, si se daba por separado, no se consideraba determinante, pero si se combinaban dos de ellos (la cantidad de sangre perdida y los niveles de HCG) podían predecir con bastante fiabilidad qué embarazo seguiría adelante probablemente y cuál no llegaría a término.
Cuando digo con bastante fiabilidad me refiero a que con el PVI se logró acertar al predecir los embarazos viables en un 94% y se predijeron acertadamente el 77% de los que se interrumpieron.
Con este sistema se consigue que de manera bastante económica se prediga el verdadero riesgo potencial de un embarazo para saber dónde se debe tener más cuidado y más precauciones. Así también pueden evitarse quizás pruebas como la amniocentesis, que no esté exenta de riesgos, como sabemos.
Sin duda se trata de un nuevo avance que muchos futuros padres agradecerán por el bien de sus bebés y con el que los profesionales de la salud podrán hablar con más conocimiento de causa del riesgo real que hay en cada embarazo particular. Ahora sólo falta que consigan aumentar el porcentaje de fiabilidad, que aunque ya es alto, podría serlo aún más para poder obrar con mayor consecuencia.
El único problema que veo es el miedo que puede entrar en el cuerpo a los padres si eres una de las parejas a las que se les dice que lo más probable es que pierdan a su bebé, aunque bueno, el miedo ya lo tienen, porque los síntomas ya se están dando cuando se hacen las mediciones necesarias.
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