¿Sabías que hay estudios que demuestran que la apariencia facial de las personas puede ser indicativa de sus nombres de pilas? Y es que, los nombres podrían moldear la apariencia facial.
Así lo asegura un reciente estudio publicado en la revista Psychological and Cognitive Sciences, en el que se ha encontrado que la gente acierta con mucha más probabilidad de lo que dice la estadística si una persona tiene cara de Avelino o de Dani (o del nombre que sea).
La relación entre la cara y el nombre
Pero esto solo sucede con adultos. Así, según los resultados del estudio, los adultos demuestran congruencia entre su apariencia facial y su nombre, pero este patrón no se observa en los niños ni en los rostros de los niños envejecidos digitalmente hasta alcanzar la apariencia adulta.
Y esto se explica porque, a medida que crecen y maduran, las personas adquieren congruencia entre el rostro y el nombre. Así, según los investigadores, las personas adecuamos nuestra cara al nombre para que "coincida", aunque no se sabe muy bien cómo.
Acertamos con mucha probabilidad el nombre que tiene una persona, por su aspecto físico
El estudio investiga la posibilidad de un efecto de profecía autocumplida en el que la apariencia facial de los individuos se desarrolla con el tiempo para parecerse a los estereotipos sociales asociados con los nombres de pila.
Los investigadores plantearon la hipótesis de que los individuos se parecerían a su estereotipo social (nombre) en la edad adulta, pero no en la infancia. Para probar esta hipótesis, se pidió a niños y adultos que hicieran coincidir los rostros y los nombres de niños y adultos (como en la siguiente imagen).
Esto solo ocurre en caras adultas, y no de niños o de niños envejecidos digitalmente
Así, los resultados revelaron que tanto los adultos como los niños asociaron correctamente los rostros de los adultos con sus nombres correspondientes, significativamente por encima del nivel de probabilidad.
Sin embargo, cuando se trataba de rostros y nombres de niños, los participantes no pudieron hacer asociaciones precisas.
Además, y cómo decíamos, el efecto de correspondencia entre el rostro y el nombre fue evidente en el caso de los adultos, pero no en el de los niños que habían sido envejecidos artificialmente para parecerse a los de los adultos, lo que respalda la hipótesis de que el desarrollo social tiene un papel en este efecto.
En definitiva, estos hallazgos sugieren que incluso nuestra apariencia facial puede verse influida por un factor social como nuestro nombre, lo que confirma el potente impacto de las expectativas sociales.
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