No hay juego que recuerde más, de cuando era pequeña, que el de las princesas. Soñaba con ser una princesa de labios de fresa encerrada en un castillo, con vida palaciega y sueños de libertad ante una vida de riqueza pero maridos obligados y obligaciones aburridas. Para ello me servía de muñecas, trastos de casa y de mi imaginación. Ay si hubiera sabido...
Ay si hubiera conocido este castillo. Nada me habría hecho más ilusión que contar con mi propio palacio rosa y púrpura, con sus almenas, sus torres y sus dragones acechando el lugar. Cuando lo he conocido mi primer pensamiento ha sido: si hoy tuviera entre 2 y 5 años el Palacio de Princesas Cantarinas de Little People sin duda sería el regalo que pediría a los Reyes Magos.
Sus colores no pueden ser más principescos, y los favoritos de las princesas de la casa (el rosa inundó mi vida y lo inunda hasta ahora, ya mayorcita).
Tiene siete áreas de juego creativo, un salón, una cocina, un dormitorio, un balcón, un vestidor, mi sueño ya de adulta, y una pista de baile mágica que gira de verdad. Una fanfarrea suena cuando se abren sus puertas, y reconoce a cada una de las princesas de Little People Disney y responde a su nombre. Incluye una figura de little people de Cenicienta y otra de Blancanieves.
Eso y la imaginación de la princesa de nuestra casa harán de sus tardes Navideñas y de todo el año, un sueño de dragones y mazmorras. Nuestras hijas decidirán inventar su propio cuento de hadas que empezará en este castillo y seguirá en su vida real.
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