Seguro que has escuchado muchas veces las expresiones: "este niño tiene mucho carácter", o "tiene mucha personalidad"... Sin embargo, ¿sabemos realmente qué significan estos conceptos?
Lo cierto es que personalidad, temperamento y carácter son cosas diferentes. En realidad, no podemos hablar de personalidad hasta que los chicos entran en la adolescencia, ya que durante la infancia los niños son puro temperamento y carácter.
En este artículo analizamos las diferencias entre estos tres conceptos que hablan de cómo son nuestros hijos (y de qué depende esto), a través de sus definiciones.
¿Cómo son nuestros hijos? Conceptos para hablar de su forma de ser
Antes de adentrarnos en sus diferencias, es importante ver qué tienen en común estos tres conceptos; básicamente, son tres palabras que definen la forma de ser nuestros hijos, y que por lo tanto, tienen que ver con sus:
- Gustos
- Intereses
- Actitudes
- Conductas
- Emociones
- Pensamientos
- Formas de relacionarse e interactuar
Por lo tanto, estos tres conceptos engloban tres esferas bien diferenciadas de la vida de todo niño o adolescente (y adulto): la esfera cognitiva (cómo piensan los niños), la comportamental (cómo se comportan) y la emocional (qué sienten).
Y ahora sí, vamos a conocer qué significa exactamente cada cosa y qué predomina en cada etapa evolutiva.
Temperamento: herencia genética
Cuando los bebés nacen, son todo temperamento; así, se trata de la parte más biológica de la personalidad, y la que predomina durante la infancia, al ser la primera que aparece.
Esta parte de la personalidad está determinada por la herencia genética, y por eso es tan difícil de modificar (no es como el carácter, que se puede cambiar ligeramente).
A medida que crecemos, el ambiente nos influye y va modelando nuestra forma de ser, por lo que el temperamento se nutre de esos factores ambientales; y así se va configurando el carácter y la personalidad de niños y adolescentes.
Carácter: factores ambientales
El carácter es la parte aprendida de la personalidad. Lo van adquiriendo los niños como consecuencia de sus experiencias, las cuales influyen en su forma de ser, en sus predisposiciones y en sus tendencias biológicas (el temperamento).
En función del contexto en el que se desarrollen los niños, de la relación que mantienen con sus padres, o con sus iguales (su socialización), etc., el carácter que adquieren es uno u otro. Por lo tanto, el carácter tiene un origen muy cultural.
En resumen; mientras que el temperamento es la parte biológica del ser humano (es decir, es innata), el carácter es la parte adquirida (a través de las experiencias), y como resultado de ambas entidades se configura la personalidad.
Personalidad: ambiente y genética
Así, la personalidad es la suma del temperamento y el carácter, y se va formando con los años. Hasta que los chicos no entran en la adolescencia, la personalidad no se empieza a consolidar (a ser más definida).
Cuando son más pequeños, les define el carácter y el temperamento, y por lo tanto, técnicamente, y en un sentido estricto, no podemos hablar de "personalidad infantil", sino más bien de rasgos, predisposiciones, tendencias, etc.
Emociones, cogniciones y conductas
Pero, ¿qué es realmente la personalidad? Hablamos de una organización de emociones, cogniciones y conductas que determinan los patrones de comportamiento de una persona. Y como decíamos, en su construcción intervienen factores biológicos y ambientales.
Otra definición de personalidad, siendo una de las más completas, es la de Bermúdez (1996), quien habla de ella como “una organización relativamente estable de características estructurales y funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y definitorio de conducta con que cada individuo afronta las distintas situaciones”.
Cómo son los niños: algo estable pero dinámico
Los niños van definiendo su personalidad desde que son pequeños hasta que llegan a la etapa adulta (antes, y como hemos visto, predomina el temperamento y el carácter).
Una vez que la personalidad se consolida, adquiere una estructura más bien estable y "fija"; esto quiere decir que las personas somos como somos prácticamente toda la vida (es difícil cambiar). Sin embargo, sí podemos "pulir" ciertos aspectos de nuestra personalidad, adquirir ciertos hábitos, hacer ligeros cambios, mejorar, aprender...
Por ello, nuestra forma de ser (y la de nuestros niños cuando se hacen mayores), es también dinámica. Además, las experiencias de la vida modularán esa forma de ser de los niños, que hará que destaquen en ellos unas características u otras.
La importancia de aceptarlos tal y como son
Sean como sean los niños, lo que está claro es que ellos necesitan que los queramos tal y como son; eso sí, sin dejar de potenciar sus fortalezas y de animarlos a cambiar aquellos aspectos de su comportamiento que les puedan estar haciendo daño. Siempre con nuestra ayuda, ¡será más fácil!
Y tú, ¿conocías la diferencia entre personalidad, temperamento y carácter? ¿Crees que tu hijo ya tiene una forma de ser definida o aún está en evolución?
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