Se habla mucho de rabietas, comportamientos inapropiados, conducta desafiante en los niños... Pero, ¿realmente sabemos qué es cada cosa? Primero de todo, es importante diferenciar lo que es una rabieta de un comportamiento desafiante, para poder, a partir de ahí, trabajar en su gestión.
En este artículo hablamos de sus diferencias y ofrecemos cinco estrategias bien detalladas que nos pueden servir a la hora de gestionar las rabietas de los niños.
Diferencias entre rabietas y comportamiento desafiante
Las rabietas son comportamientos o arrebatos emocionales, que manifiestan a veces los niños como respuesta a un límite, a no saber tolerar la frustración... Las rabietas son normales (y hasta necesarias) en la infancia.
En cambio, el comportamiento desafiante es más grave, ya que forma parte del trastorno negativista desafiante, un patrón desadaptativo e inadecuado al esperable en otros niños según su estadio de desarrollo.
Los niños o adolescentes con un trastorno negativista desafiante presentan conductas persistentes de desobediencia, desafío y hostilidad. Dichas conductas aparecen ante cualquier figura de autoridad (papás, profes...), y conllevan una grave alteración a nivel personal, social y escolar. A pesar de los intentos de corrección y eliminación, estos comportamientos se observan de manera continua y repetitiva.
Cinco estrategias para gestionar las rabietas
Vamos a centrarnos ahora en el abordaje de lo primero, las rabietas; las estrategias que proponemos, las deberemos adaptar a la edad y al momento evolutivo de cada niño:
1. Conoce los desencadenantes para anticiparte
Aunque no siempre, seguro que muchas veces hay ciertos estímulos o situaciones que desencadenan las rabietas de tu hijo. Por ejemplo; el calor, el cansancio, un límite, una situación de frustración, perder en un juego... Conocerlos te ayudará a anticipar la rabieta.
Ten en cuenta que no se trata de que tu hijo no se exponga a los límites o a situaciones que le generen frustración (porque entonces, lo que hacemos es bloquear la emoción), pero conocer estos antecedentes te ayudará a estar más preparado para las rabietas.
Por ejemplo, si tú sabes que tu hijo quiere ir al parque pero hoy no podéis, y además hoy está cansado (más susceptible), y sabes que en estas situaciones, entra en rabieta, podéis pasar por otro lugar.
2. Tiempo y acompañamiento para autorregularse
Los niños necesitan tiempo y acompañamiento, para bajar el nivel de intensidad de la rabieta y autorregularse. Si intentamos "eliminarla" de inmediato o reprimirla, a través de regañarle o castigarle, ocurrirá justamente lo contrario; que irá a más.
Por eso, evitemos responder inmediatamente (y menos de esta forma), y démosle tiempo. Pasados unos segundos, podemos decirle; "ahora estás muy nervioso, podemos hablar cuando estés un poco más tranquilo. Mientras, estoy aquí para lo que necesites. Si quieres, podemos hacer respiraciones juntos, o contar hasta diez". Y nos quedamos cerca. Debe poder saber que, estamos incondicionalmente, aunque esté teniendo un comportamiento "inadecuado".
3. Ayúdale a verbalizar lo que le pasa
Cuando la rabieta reduce de intensidad, podemos ayudarle a verbalizar qué ha ocurrido. Ahora que estás un poco más tranquilo, cuéntame, ¿qué ha pasado? Si no sabe qué decir, podemos ayudarle; ¿Te ha molestado que X te cogiera el juguete, verdad? (O lo que sea que haya sucedido).
Se trata de validar su emoción ("entiendo que te hayas enfadado"), pero no la conducta. Y poner palabras a lo que ha ocurrido le puede ayudar en futuras ocasiones (por ejemplo, a expresar algo que no le gusta antes de que la emoción vaya a más). En niños más pequeños, podemos hacer esto con dibujos o con estrategias más visuales (por ejemplo, la técnica del semáforo).
4. Buscad juntos soluciones alternativas
Muchas veces decimos a los niños lo que no deben hacer, pero nos olvidamos de indicarles lo que esperamos de ellos, lo que sí está bien. Por eso, en lugar de recriminarle, céntrate en buscar juntos estrategias alternativas a la rabieta. Técnicas como la rueda de opciones nos pueden ayudar. Algunas ideas que recoge la rueda es:
- Hacer uso de algún objeto o juguete antiestrés.
- Respirar profundamente.
- Contar hasta veinte.
- Pedir un abrazo.
- Irse del lugar y volver en un rato.
- Leer un cuento para calmarse.
5. Perderle el miedo a las rabietas
Aunque a nadie le gusta que su hijo tenga rabietas, es algo totalmente natural en la infancia. Los niños están aprendiendo a regular sus emociones, y cuando aún existe una inmadurez emocional, es normal que busquen estrategias más conductuales para expresar su enfado o para buscar su independencia, diferenciándose así de nosotros.
Piensa que actuando así están empezando a descubrir sus posibilidades como seres independientes. Y la rabieta es la consecuencia de la frustración del niño, como un conflicto interno entre lo que desea y lo que sus figuras de apego (sus padres) le permiten. Por ello, no lo entendamos como un desafío hacia los padres.
Así, como padres debemos poder acompañarles debidamente para que éstas vayan desapareciendo con el tiempo, porque las sufrimos nosotros pero ellos, también sufren. Por ello, empecemos por "perderle el miedo a las rabietas"; no luchemos contra ellas, sino que, entendamos su mensaje, su función, y tengamos en cuenta que estas acabarán desapareciendo.
¿Y si hablamos de conducta desafiante?
Si en lugar de rabietas, hablamos de conducta desafiante como parte de un trastorno negativista desafiante, entonces el enfoque es distinto. Aunque algunas de las estrategias mencionadas pueden servirnos en algunos casos, no siempre serán suficientes, porque aquí ya hablamos de un trastorno.
En este caso, es importante poder pedir ayuda profesional. Un psicólogo clínico o educativo puede valorar nuestro caso de forma personalizada y ofrecernos estrategias más específicas para abordar este tipo de problemática. Una técnica utilizada son los programas para padres, donde el refuerzo positivo de las conductas adecuadas tiene un papel protagonista.
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