Muchos niños pequeños suelen atravesar una etapa de pesadillas en algún momento. Las pesadillas son sueños desagradables que interrumpen el descanso y que hacen que el niño llame a sus padres asustado en busca de consuelo.
Pero si tu hijo llora, patalea y grita aterrado durante el sueño, e incluso muestra una conducta agresiva difícil de contener, ya no estamos hablando de pesadillas sino de terrores nocturnos, un episodio realmente dramático de presenciar.
Te contamos por qué se producen los terrores nocturnos y qué puedes hacer para ayudar a tu peque.
Los terrores nocturnos no son sueños y no despiertan al niño
Aunque con frecuencia solemos utilizar indistintamente los términos "pesadillas" y "terrores nocturnos", lo cierto es que no tienen nada que ver. Ambos son trastornos del sueño (parasomnias infantiles) pero sus manifestaciones son muy diferentes.
Las pesadillas son sueños inquietantes que generalmente provocan el despertar del niño (o es fácil despertarle para sacarle del sueño). Cuando despierta, el niño recuerda claramente lo que ha soñado y siente miedo y angustia por volverse a dormir. Por ello, tiende a recurrir a sus padres en busca de consuelo, siendo fácil calmarle con un abrazo tranquilizador, un beso o unas palabras cálidas.
Las pesadillas son bastante habituales en los niños, especialmente entre los más pequeños.
A diferencia de las pesadillas, los terrores nocturnos no son un sueño, sino una reacción repentina de terror que suceden durante la transición de una fase del sueño más profunda a otra más superficial.
Durante el terror nocturno el niño puede manifestar los siguientes signos o síntomas:
- Grita de forma aterradora (los padres se despiertan sobresaltados y angustiados por los gritos o llantos estremecedores de su hijo). También es posible que hablen o presenten espasmos del sollozo.
- Los ojos pueden estar abiertos o semiabiertos, lo que nos lleva a creer que está despierto, pero en realidad se trata de un despertar parcial desde una fase de sueño muy profundo.
- Es probable que el niño esté sentado en su cama o incluso se ponga en pie o haga amago de levantarse.
- El niño está muy agitado, nervioso, patalea, da manotazos o se golpea contra el colchón. Si intentas abrazarle o calmarle es probable que responda con violencia, tratando de zafarse o apartarse de ti.
- Aunque tenga los ojos abiertos, le estemos hablando o tocando, el niño no sabe que estamos ahí, lo que resulta aún más dramático y confuso si cabe para los padres.
- Hay una activación a nivel físico palpable: sudores, respiración acelerada...
- Tras el episodio de terror nocturno el niño se calma por sí solo y continua durmiendo como si nada hubiera ocurrido. A la mañana siguiente no recordará lo sucedido, pues no hay imágenes mentales que recordar como sí sucede con las pesadillas.
- A diferencia de las pesadillas, los terrores nocturnos son poco frecuentes (se calcula que afectan únicamente al 3-6% de los niños entre los cuatro y los 12 años).
Causas de los terrores nocturnos
La realidad es que no hay una única causa clara detrás de los terrores nocturnos. Algunos expertos indican que su aparición se debe al propio proceso madurativo del cerebro de los niños, aunque también existen otros factores que podrían propiciar su aparición:
- Carga genética: el 80 % de los niños que padecen terrores nocturnos tiene un familiar que padeció episodios de sonambulismo o terrores nocturnos.
- Estar atravesando una época de estrés o cambios que estén afectando significativamente la vida del niño.
- Excesivo cansancio o falta de sueño.
- Fiebre.
- Ciertos medicamentos también pueden provocar la aparición de terrores nocturnos.
Qué hacer si tu hijo tiene terrores nocturnos
Cuando los padres presenciamos este tipo de episodios, es normal que nos alarmemos y tratemos a toda costa de consolar a nuestro hijo y sacarle del trance que está viviendo. Sin embargo, es probable que todo lo que hagamos resulte inútil, pues como hemos mencionado, el niño continua dormido y es ajeno a nuestra presencia.
Aún así, podemos poner en práctica los siguientes consejos para tratar de evitar la aparición de terrores nocturnos, o mitigar su impacto si aparecen:
- Crea una rutina que favorezca la relajación y el sueño.
- Asegúrate de que tu hijo duerme el número de horas que le corresponde por edad, y que se acuesta temprano.
- Evita que tu hijo viva situaciones de estrés.
Es importante permanecer al lado del niño (aunque no sepa que estamos ahí) y tomar medidas para evitar que se lastime o se golpee como consecuencia de la brusquedad de sus movimientos. Si se pone en pie debemos intentar redirigirlo suavemente hacia su cama.
Qué NO hacer si tu hijo tiene terrores nocturnos
- Intentar despertar al niño no suele funcionar, pero si se despertara es probable que se muestre confuso, desorientado, nervioso y aturdido, y después le cueste más trabajo volver a conciliar el sueño.
- Zarandear al niño, sacudirle o gritarle para tratar de despertarlo.
Si el niño va a hacer noche fuera de casa, es recomendable avisar a las personas que estarán al cargo para que sepan cómo actuar si se produce este episodio.
Los terrores nocturnos desaparecen por sí solos a medida que el sistema nervioso madura. No obstante, es recomendable consultarlo con el pediatra, especialmente si la aparición de terrores nocturnos coincide con la toma de una nueva medicación. También debemos consultar si suceden de forma reiterada, si duran mucho tiempo o si durante el trascurso del episodio el niño presenta algún otro signo que nos alarme.