Seguro que si a cualquiera nos preguntan cómo hacer para que un bebé haga el eructo lo tenemos claro: en brazos, de cara a nosotros y meneíto hasta que eche el aire. Hasta aquí todo más o menos claro. El problema viene cuando intentamos que hagan el eructo siempre, después de cada toma, porque nos han dicho que es importante que echen el aire, porque si no estarán molestos, inquietos, irritables y no dormirán bien.
¿Por qué es un problema? Porque en realidad no siempre es necesario hacerlo, y a menudo somos nosotros mismos, intentando que eructen, quienes logramos que estén molestos y acaben llorando. Por eso respondemos hoy a esta pregunta: ¿Es necesario que el bebé haga el eructo después de cada toma?
Nosotros sí teníamos mucho que eructar
Somos la generación del biberón. La mayoría fuimos alimentados con leche artificial y con biberones, y en aquella época los biberones no tenían mucho secreto ni tecnología: un bote con una tetina cuya apertura era mayor o menor según decidiera nuestra madre con sus tijeras.
En esa época muchos tragábamos demasiado rápido, algunos demasiado despacio, y otros a un ritmo normal, hasta que la leche se acababa y solo quedaba aire. Y en ese proceso tragábamos más o menos aire, pero lo tragábamos.
Entonces, al acabar, se nos quedaba el aire en el estómago, molestando, y no nos quedábamos del todo relajados hasta que hacíamos un eructo que era el signo, para mamá o papá, de que ya nos podían dormir.
Pero ahora...
Sin embargo, en la actualidad, los biberones vienen pensados (no todos, pero sí muchos) para que los bebés no traguen aire, o traguen muy poco; e incluso existen maneras (como el método Kassing) para alimentar con biberón que posibilitan que el ritmo de alimentación lo decida el mismo bebé y no la gravedad. Es decir, que coman por succión, y no 'porque la leche me cae'.
Esto hace que los bebés traguen menos aire que antaño y que no necesiten hacer el eructo tras la toma, básicamente porque no tienen aire en el estómago.
Además, las tasas de lactancia materna son cada vez más elevadas, y como muchos sabréis, el pecho materno no contiene aire. Al no salir aire, sino leche, el bebé solo puede tragar leche, sobre todo si hablamos de un bebé que hace un agarre correcto y que no ha llorado un rato antes de comer (porque si llora es posible que trague aire y luego, al comer, esté molesto). Y es que la succión que hace un bebé es de tipo ventosa: se coge al pecho haciendo vacío, y repito, si la posición es adecuada, el bebé no traga aire.
"Me cuesta mucho que se eche el eructo"
Así es como muchas madres de hoy en día están llegando a este problema: su bebé tarda mucho en eructar. O mejor dicho, están llegando al que creen que es un problema, porque en realidad no lo es.
Si un bebé amamantado, o que toma biberón, se queda dormido tras comer y está tranquilo, vale más no tocarlo. Es una pena empezar a moverlo en busca de un eructo que quizás no llegue nunca, porque algunos arrancan incluso a llorar, entonces sí tragar aire con el llanto, y al final acabar expulsando un aire que los padres creen que "ha costado sacar", cuando son en realidad quienes lo han provocado.
Diferente es que el niño duerma inquieto y que a menudo eructe tras las tomas. Entonces lo más lógico es intentar que lo eche antes de dormirse. Además, es interesante conseguir que un bebé eructe si tiene facilidad para regurgitar leche. En tal caso, en niños que después de las tomas llegan a echar cantidades importantes de leche, puede ser buena idea ir deteniendo la toma de vez en cuando, promover que el niño saque el aire que haya podido tragar y seguir; y cada cierto tiempo repetir la operación para que al acabar de comer solo tenga que echar un poquito de aire, y no una gran burbuja de aire acompañada de leche.
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