Cómo educar niños con capacidad de superación, un pilar esencial de la autoestima

Cómo educar niños con capacidad de superación, un pilar esencial de la autoestima
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El otro día en consulta miraba al niño que tenía delante, cómo montaba unas construcciones bastante complejas, y cómo se le derrumbaba la figura una y otra vez. Y también observaba cómo él, aún con cara de circunstancias, cambiaba el rostro, se esforzaba y persistía; volvía a coger las piezas una por una y las volvía a hacer encajar.

Hasta que, finalmente, logró formar la figura, mostrando una amplia sonrisa de satisfacción. "¡Lo conseguí!", dijo feliz. Y pensé, que los niños con una buena autoestima (y sin ánimo de generalizar), suelen tener esa capacidad de superación, esas ganas de volverlo a intentarlo, a pesar del miedo o las dudas, de la frustración...

Porque en el fondo, confían en que pueden. Y si no lo logran, no pasa nada, porque su autoestima no depende de un logro. Pensando en todo esto, he reflexionado sobre cómo se relacionan capacidad de superación y autoestima, y cómo podemos educar a los niños a tener esta habilidad que les lleva a motivarse, a plantearse objetivos y a querer aprender y mejorar (también a través de ejemplos).

¿Qué es la capacidad de superación y por qué es clave para la autoestima?

La capacidad de superación es la habilidad de afrontar y superar los obstáculos, errores y fracasos sin rendirse o persistiendo. Es aprender a ver las dificultades como parte del proceso y no como un motivo para abandonar. Para los niños, desarrollar esta habilidad significa que podrán enfrentar tanto los retos pequeños, como aprender a ir en bicicleta, como los grandes, como gestionar los desafíos emocionales que surgen a medida que crecen.

La relación entre la capacidad de superación y la autoestima es clara: cuando un niño supera una dificultad, experimenta una sensación de logro que refuerza su confianza. Sabe que, aunque las cosas no siempre son fáciles, tiene las herramientas internas para seguir adelante.

Esto contrasta con los niños que, al enfrentarse a un problema, se frustran rápidamente y piensan que no son capaces, lo que puede minar su autoestima. Ayudarles a entender que el esfuerzo vale más que la perfección es un paso importante para cultivar una buena autoestima.

1) Fomentar el esfuerzo y normalizar los errores

Los niños que aprenden que pueden mejorar con esfuerzo son más resilientes. En lugar de enfocarse en el éxito inmediato, es importante que aprendan a valorar el proceso. 

Si tu hijo se enfrenta a una dificultad, como no conseguir montar un puzzle complicado, puedes decirle: "Es normal que no te salga a la primera, pero cuanto más practiques, mejor te irá". De este modo, se enfoca en el esfuerzo y no en el fracaso.

Un ejemplo: Sara, de 8 años, está frustrada porque no logra resolver un problema de matemáticas. En lugar de decirle "No pasa nada, no todos somos buenos en matemáticas" o "no te frustres por eso", puedes decirle: "Sé que es difícil, pero te animo a seguir intentándolo". Este tipo de mensajes cultivan la perseverancia y ayudan a que el niño entienda que los errores son parte del aprendizaje.

2) Enseñar a gestionar la frustración y perder el miedo a 'fracasar'

Parte de aprender a superarse implica saber lidiar con la frustración. Es natural que los niños se sientan frustrados cuando las cosas no salen como esperan, pero aquí es donde los padres pueden intervenir para transitar y transformar ese sentimiento.

Cuando tu hijo se sienta frustrado, es importante validarlo: "Entiendo que estés molesto porque no te ha salido como querías". Esto le hace sentir comprendido. A partir de ahí, puedes guiarlo hacia una solución: "¿Qué tal si lo intentamos de otra manera?". Este mensaje enseña a los niños que la frustración no es el fin, sino el inicio de la búsqueda de una solución.

Por ejemplo, si Andrea, de 6 años, está aprendiendo a patinar y se cae varias veces, puede sentirse tentada a abandonar. En lugar de consolarla diciéndole que no pasa nada, se le puede decir: "Sé que caer duele, pero recuerda que siempre puedes volver a levantarte. Mira cómo cada vez aguantas más sobre los patines". De este modo, le enseñas a no temer al fracaso.

3) Normalizar el hecho de no conseguirlo todo siempre

En relación al punto anterior, es importante recordar que no pasa nada por no lograrlo todo siempre. Y es que, los niños, igual que los adultos, no conseguirán todo lo que quieran o se propongan en la vida, y no pasa nada. Pero este mensaje es importante transmitirlo.

Que no todo depende de ellos (esto les ayudará a gestionar su frustración), que sí, que a veces no podrán por no haberlo intentado suficiente, pero muchas otras será porque no siempre se puede (porque hay mil factores más implicados en una situación), y está bien. Esto les puede ayudar a reducir autoexigencia y presiones internas.

4) Elogiar el esfuerzo y no solo el resultado

Muchas veces, tendemos a elogiar o a reforzar a los niños cuando consiguen o hacen algo bien: una buena nota, una victoria en un partido... Sin embargo, es clave que también valoremos el esfuerzo que ponen, independientemente del resultado o la meta. Decir cosas como "Me encanta lo mucho que te has esforzado en este proyecto" o "He visto lo duro que has trabajado" ayuda a los niños a entender que lo importante no es ganar o perder, sino el camino recorrido.

Por ejemplo, si tu hijo participa en una carrera y no gana, en lugar de decirle "Lo importante es participar", puedes destacar su esfuerzo: "Estoy muy orgulloso de lo bien que corriste y de que no te rendiste, ¡eso es lo que cuenta!".

5) El poder del ejemplo: tú también superas retos

Finalmente, recordemos que los niños aprenden muchísimo observando a sus padres. Si te ven enfrentando retos y manteniendo una actitud positiva, estarán más inclinados a hacer lo mismo. Compartir tus propios momentos de superación es una forma muy potente de enseñarles.

Imagina que estás intentando aprender algo nuevo, como tocar un instrumento, y cometes errores. En lugar de frustrarte y parar (que, ojo, ¡también es sano y natural frustrarse!), puedes decir en voz alta: "Vaya, no ha salido bien, pero lo intentaré otra vez de otra manera". Así, les estás mostrando que equivocarse es natural y que lo importante es seguir adelante (y cuando no se pueda o no se quiera, insistimos, tampoco pasa nada).

Foto | Portada (Freepik)

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