Por qué mi gran victoria en hábitos y mentalidad es no tener propósitos de año nuevo

Cada año, la llegada del 1 de enero nos lleva a todos a querer buscar como locos propósitos de año nuevo. Las listas de objetivos ambiciosos se multiplican: perder peso, aprender un nuevo idioma, viajar más, empezar terapia...

Sin embargo, después de años de intentos y fracasos, descubrí que mi mayor victoria en hábitos y mentalidad llegó cuando abandoné la obsesión por los propósitos de año nuevo. En lugar de eso, aposté por cultivar hábitos inteligentes cada día que me permitieran conectar con el descanso, el autocuidado y la paz interior.

Hábitos inteligentes en lugar de propósitos exigentes (y efímeros)

No nos engañemos. Si ese propósito que tienes en la cabeza no te lo has hecho durante el año, o lo has hecho pero no has logrado llevarlo a cabo (por mil razones), ¿por qué iba a ser más fácil hacerlo ahora al empezar el año?

Y es que los propósitos de año nuevo a menudo se convierten en promesas fugaces que perdemos de vista antes de que acabe el mes. Así lo confirma un estudio publicado por un grupo internacional de expertos, que encontró que cerca del 66 % de las personas que participaron en el estudio abandonaron sus objetivos de año nuevo ya en el mes de enero.

Por ello, en lugar de proponerme "grandes" cosas que tengo pendientes pero que me acaban generando frustración y culpa por no cumplir, me enfoco en definir (y actualizar) los hábitos del día a día que sí me ayudan a vivir mejor.

Pequeños hábitos que marcan la diferencia, y que tienen que ver con mi bienestar diario, con un bienestar pausado y sin exigencias que sí puedo sostener y nutrir diariamente.

La constancia en los hábitos: la clave de nuestro bienestar

Adoptar hábitos inteligentes implica reconocer que el cambio duradero se logra a través de acciones pequeñas y repetidas con regularidad. Para mí, este es un enfoque más lógico, realista y sostenible, que se integra sin problemas en nuestra vida cotidiana, de forma mucho más natural e integrada.

Recuerda que, a la hora de crear rutinas sanas (las tablas de rutinas también pueden ayudarte), es más efectivo hacer "pequeñas cosas" de forma constante en lugar de pretender "hacer grandes cosas" solo una vez.

Además, sabemos que la repetición constante de una acción crea conexiones neuronales más fuertes en nuestro cerebro, facilitando la automatización del comportamiento. Esto explica por qué los hábitos diarios son más efectivos que los propósitos a largo plazo.

Comprometerse con pequeños rituales

Pero, ¿cómo hacerlo? Lo primero, y en mi caso, en lugar de establecer metas monumentales que generan ansiedad y desmotivación, he adoptado un enfoque más holístico. Cada día, me comprometo con pequeños rituales que se han convertido en hábitos arraigados.

Esto podría ser por ejemplo dedicar tiempo a cocinar saludable, cinco minutos de meditación, hacer una breve sesión de ejercicio, respirar de forma consciente tres veces o a practicar la gratitud escribiendo una cosa por la que sentimos agradecimiento. Al hacerlo, he descubierto que estos hábitos, aplicados de manera constante, me ayudan a estar motivada porque lo consigo y a la vez, a estar en paz conmigo misma.

En definitiva, te animo a enfocarte en buscar, actualizar y diseñar tus "hábitos inteligentes" si quieres empezar el año con energía, en lugar de obsesionarte en buscar propósitos (muchas veces, poco realistas).

Además, puedes crear estos hábitos inspirándote en tus propósitos, pero enfocándolos así, como objetivos realistas, como algo constante, a corto plazo y a diario. Si por ejemplo tienes como propósito estar más sano, un hábito inteligente puede ser empezar por practicar diez minutos de estiramientos por la mañana.

Foto | Portada (Freepik)

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