"Tomar la decisión de tener un hijo es trascendental", dice la frase atribuida a la escritora Elizabeth Stone. Y tiene mucha razón: decidir convertirnos en padres y crear una nueva vida no es cosa pequeña ni es algo que deba tomarse a la ligera.
Sin embargo, para la filósofa holandesa Mara van der Lugt es una decisión que la mayoría de las personas no piensa ni medita profundamente. Pasa que, de acuerdo con la también profesora de filosofía de la Universidad de St. Andrews en Reino Unido, estamos haciéndonos las preguntas incorrectas.
Por lo regular, cuando nos planteamos el tema de tener hijos o no, las preguntas que solemos hacernos son "¿Quiero tener hijos?" o "¿Podré tener hijos?". Como señala van der Lugt, lo que esta pregunta realmente está abordando son nuestros propios deseos o necesidades. Y para ella, eso no es suficiente.
¿Qué significa crear otra persona sin saber cómo será su vida?
Para esta filósofa, la decisión de tener hijos o no debería ser una cuestión moral, y no tanto de nuestros deseos o de las capacidades de engendrar, como se suele plantear cuando hablamos del tema. Lo que deberíamos hacer, es cuestionarnos nuestra propia responsabilidad y compromiso, tanto moral y filosóficamente, como personalmente.
En su libro "Begetting: What Does It Mean to Create a Child?", que en español se traduciría como "Engendrando: ¿Qué significa crear un niño?", van der Lugt inicia una conversación que deberíamos haber iniciado tiempo atrás, pues ella señala que la procreación es algo que también tiene aspectos problemáticos que no siempre se señalan, especialmente por la forma en que nos expresamos:
"Tendemos a hablar en binarios como luz/oscuridad, optimismo/pesimismo, esperanza/desesperación. Presentar el problema de esta manera (dónde engendrar es tener esperanza, mientras que cualquier otra cosa es automáticamente lo contrario) es sugerir una dura elección: o estás del lado de la vida o ya te has rendido", escribe en un ensayo para la revista Time. "Hay formas de agradecer la vida que son compatibles con no engendrar; así como hay modos de dolor e incluso de desesperación cuya consecuencia es la engendración."
¿Qué significa traer al mundo una nueva criatura que no ha pedido ser creada y decidir realizar un acto de creación? y ¿Qué significa tomar la decisión de que vale la pena vivir la vida en nombre de una persona a la que no se puede consultar?, son dos de los interrogantes que nos invita a reflexionar en su libro, cuyos principales argumentos señalamos a continuación.
El punto de vista ético sobre crear una nueva vida. Van der Lugt plantea que la maternidad y paternidad deben considerarse no solo desde el deseo o la capacidad de tener hijos, sino como un problema ético y filosófico por todo lo que esto conlleva, repensando la manera en que concebimos la procreación y considerando las implicaciones morales de traer una nueva vida al mundo - especialmente porque se trata de una persona que no puede dar su consentimiento para nacer. De hecho, según mencionan en The Atlantic, para ella la procreación es "un problema personal, ético y filosófico, especialmente en una era secular", aventurándose a decir que quizás sea el mayor problema filosófico de nuestro tiempo.
La probabilidad de sufrimiento. Otro de los puntos que van der Lugt señala que debemos considerar, es que hay una gran probabilidad de que los hijos experimenten alguna clase de sufrimiento a lo largo de su vida. Esto nos llevaría a a cuestionar esa idea de que tener hijos es siempre algo bueno, y nos insta a examinar cuidadosamente las razones detrás de nuestras decisiones de procrear.
A la procreación no se le da la debida importancia. Para van der Lugt, procrear "debería ser vista como un acto de creación, una intervención cósmica, algo grandioso, maravilloso y terrible". Es decir, difícilmente algo que se debería emprender sin detenerse a examinar por qué, pues se trata de algo que es mucho más grande y a lo que quizás en muchas ocasiones no se le da mucha importancia.
Foto de portada | Universidad de St. Andrews y Vidal Balielo en Pexels