En días de calor, pocas cosas parecen más apetecibles que un rociado refrescante con el agua de una manguera, salvo si esa manguera ha estado al sol durante un largo periodo de tiempo y lo que utilizamos es el agua acumulada en su interior. Seguro que esta lección la ha aprendido después de un buen susto una familia que quería refrescar a su bebé con el agua de la manguera y este ha sufrido graves quemaduras.
Esta noticia me ha llamado la atención porque en verano solemos usar una manguera para llenar una pequeña piscina hinchable y a menudo pongo el agua que sale al principio precisamente por eso, porque sale ardiendo, y al mezclarse después con el agua corriente que ya sale fresca el resultado final no es tan frío. Pero no se me había pasado por la cabeza advertir a las niñas de que no utilicen la manguera ellas solas, ya que ese agua del principio, directamente sobre la piel, sin duda quema. Y más si donde cae es en la delicada piel de un bebé.
Ha sucedido en Estados Unidos, en Phoenix, Arizona, donde un niño de nueve meses de edad recibió quemaduras de segundo grado más del 30 por ciento de su cuerpo después de recibir a través de una manguera de jardín una pulverización de agua extremadamente caliente, precisamente cuando la madre se disponía a rellenar una pequeña piscina infantil.
Ese día, había más de cuarenta grados y se calcula que el agua del interior de la manguera podría haber alcanzado los 65 grados, de modo que, al caer sobre el niño, este resultó literalmente escaldado. La madre no se dio cuenta en principio, pensó que lloraba porque no le gustó recibir el chorro directamente, pero no fue hasta que vio su piel enrojecida cuando se percató del accidente.
No sabemos si la manguera se le escapó a la madre y el agua cayó fortuitamente sobre el bebé o si lo único que pretendía esta era refrescarlo sin caer en la cuenta de la temperatura del agua (siempre se aconseja comprobar si está muy fría o caliente para el bebé). Pero el enrojecimiento de la piel, parte de la cual estaba ya levantada como se ve en la imagen y las ampollas, no dejaron lugar a duda: había una grave quemadura.
Y es que, según los especialistas, tan solo diez segundos de un contacto en la piel de una temperatura de 65 grados puede provocar quemaduras de segundo grado. Este tipo de quemaduras no afectan solo a la capa externa de la piel (primer grado) sino que afectan tanto la capa externa como la capa inferior de la piel. Producen dolor, enrojecimiento, inflamación y formación de ampollas.
Estos efectos se multiplican si la quemadura sucede en la dermis del bebé, debido a su fineza y a que la relación de la superficie corporal con respecto al peso es mayor que en los adultos: la piel del bebé tiene mayor permeabilidad a muchas sustancias y al efecto del sol o del calor, por eso hay que cuidarla y protegerla especialmente.
Por fortuna, el niño ya está bien tras recibir asistencia médica y su madre ha querido dar a conocer su historia para prevenir a otros padres sobre este peligro. Y es que, en definitiva, tenemos algo más que añadir al listado para prevenir quemaduras. Ahora no solo comprobaremos la temperatura en la bañera: también el agua de una manguera puede quemar al bebé si esta ha estado al sol por un largo espacio de tiempo.
Foto portada | katedavehugh en Flickr-CC
Vía y foto | KTLA
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