A menudo hemos comentado en Bebés y más que el castigo es un método reprobable tanto a nivel educativo, por lo poco útil que es, como a nivel relacional, porque los padres se convierten en jueces y ejecutores de penas a veces desiguales (unos días te cabreas más y otros menos y el castigo es más o menos bestia), a veces motivadas por causas nimias (según tu paciencia, unos días no castigas y otros sí) y a veces humillantes para con los niños, erosionando una relación que debería alimentarse de cariño y no de aspectos negativos.
Vamos, que lo ideal como adultos es tratar de educar sin castigos, pero si no eres capaz de hacerlo, o si crees, a pesar de lo que aquí explicamos, que sí hay que castigar a los hijos, al menos ten cuidado con qué se te ocurre como castigo, porque muchos padres han producido quemaduras serias a sus hijos al meterlos en agua caliente como reprimenda y porque hace unos días un padre mató sin querer a su hijo al sentarse encima porque no se quería ir a dormir.
El nombre del padre es James Dearman, de 31 años, y está acusado de homicidio imprudente después de sentarse encima de su hijo de 6 años como castigo por no irse a dormir. Sucedió en Englewood, Florida, donde James estaba jugando a un videojuego con su novia.
Al parecer, según leemos en Diario Sur, les dijo a sus dos hijos que se fueran a la cama, a dormir, y estos le dijeron que no. Quizás no tenían sueño, quizás querían seguir despiertos para estar con su padre y su novia, pero la negativa no le sentó bien al padre y decidió ponerlos de cara a la pared.
Uno de ellos, el pequeño, se lo tomó como un juego y se dedicó a ir girándose para ver lo que hacían. En ese momento, al padre no se le ocurrió otra cosa que invitarle a que fuera al sofá con él, donde lo tumbó para sentarse encima y, de ese modo, tenerle controlado.
Lo que no pensó el hombre es que sus 122 kilos serían demasiados para el tórax del niño, que no fue capaz de expandirlo para respirar (no sé si alguna vez se os ha puesto bastante gente encima, pero la sensación de no poder coger aire es bastante horrible). El poco aire que pudo coger lo usó para chillar y forcejear, pero su padre ignoró sus quejidos.
Llegó un momento en el que el niño no dijo nada más y Dearman lo interpretó como una rendición del pequeño. Momentos después se iba con su novia a fumar un cigarro al garaje y al volver se dieron cuenta de que el niño no estaba respirando.
Hay que ser...
Pues sí, hay que ser lo que se os ocurra poner detrás de la frase para hacer algo así, pero hay gente que tiene estas ideas, y todo porque activa "el modo automático", ese en el que pierde la paciencia y da rienda suelta a la pena que se le pasa por delante con el fin de molestar, humillar o hacer ver al niño quién es el que manda o cuál es la lección que debería aprender enseguida.
Pero si no castigamos, ¿cómo educarles?
Pues ejerciendo de adultos. ¿Qué quiere decir eso? Pues siendo imaginativos y buscando la manera de no emplear el maltrato físico ni psicológico. Para ello hay que explicarles las normas, lo que esperas de ellos, lo que consideras que está bien y lo que consideras que está mal, cómo te sientes cuando hacen algo que no te gusta y cómo te sientes cuando hacen algo que te gusta.
Digamos que el diálogo debe servir para ir cimentando unos valores que deben ir interiorizando poco a poco, a medida que se los explicas y a medida que ven cómo te comportas como padre y como persona. Al final, lo importante es que ellos sean buenas personas porque sientan que deben ser así y no que lo sean para evitar un castigo, porque la motivación será mucho más débil que la propia.
Cuando uno está motivado a ser de cierto modo, cuando cree que debe ser humilde y respetuoso lo será de adulto con mucha más probabilidad que si está motivado a tener un buen comportamiento a ojos de los demás porque, de no serlo, recibirá un castigo. En el segundo supuesto bastará con buscar un momento y un lugar sin vigilancia para hacer lo que quiera sin temor a una posible reprimenda. Y bastará con mentir ("yo no he sido") para intentar salvarse de la pena. Esto, además, aleja a padres e hijos, porque la mentira provoca distancia y porque el daño que provoca un castigo, como he dicho, es capaz de hacer mella en una relación.
Por contra, la confianza, el diálogo, el establecer unas normas claras y explicarlas, y sobre todo, el pasar mucho tiempo con los hijos, haciéndoles sentir respetados, sirve como semilla para que ellos respeten a los padres y respeten también a los demás.
En cualquier caso, si no sabéis cómo empezar, os dejo con esta entrada que escribí hace un tiempo con seis consejos para empezar a educar sin castigos, porque ya sé que la mayoría de los que castigan jamás se sentarían encima de sus hijos, pero eso no hace que el resto de castigos sí sean realmente efectivos y positivos.
Hace muchos años que deberíamos haber erradicado los castigos de los "librillos" de cada maestrillo porque una sociedad se crea desde abajo, desde los niños, y hay que empezar a hacerlo de otro modo para cambiar nuestra sociedad. Pero como no ha sido así, como aún estamos con ello, seremos muchos los que, de vez en cuando, recordemos que podríamos hacerlo diferente, probablemente mejor.
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