Está claro que los realities han desplazado a las telenovelas, series y otros formatos televisivos similares, especialmente en el horario nocturno, cuando los realities brotan sin cesar. Nos va el morbo porque es contenido que fideliza y eso es innegable.
Por eso no es de extrañar que las cadenas rescaten programas como 'Supernanny', un formato de éxito con más de 2.000 episodios producidos en más de 20 países. En España se emitió en Cuatro entre 2006 y 2014 y diez años después llega a RTVE con el estreno de una décima temporada, otra vez de la mano de la psicóloga Rocío Ramos-Paúl, que promete guiar a las familias en la resolución de conflictos con sus hijos.
Sin embargo, y a diferencia con lo que ocurrió en ese entonces, no estábamos tan familiarizados con los graves problemas que, con el tiempo, puede traer a los niños su sobreexposición pública. Por ejemplo, en TikTok se puede encontrar infinidad de vídeos donde aparecen esos niños, después de 18 años de haberse estrenado el programa.
En otros países 'Supernanny' no terminó bien
El programa tiene un historial de polémicas en varios países en los que se ha emitido. En Francia se interpuso una denuncia que acusaba al programa de "violencia educativa y de violación de los derechos de los niños, mostrándoles en situaciones degradantes", y que fue firmada por 2.000 personas. Bernadette Gautier, terapeuta de apoyo a padres, acusó a la "supernanny francesa" Sylvie Jenaly de "humillación" a algunos niños, argumentándolo a través de un ejemplo en el que se vio a una madre cepillando los dientes de su hijo de 11 años y con el que aludía a las burlas en la escuela por parte de sus compañeros.
En Reino Unido también hubo polémica por el uso desmedido de lo que aquí conocemos como "el rincón de pensar", y en Portugal, por su parte, una sentencia de la Fiscalía determinó que se debían distorsionar caras y voces de los niños para poder emitirse, cambio que la cadena no aceptó. Allí su emisión duró tan solo una semana.
En España las reacciones tras el anuncio del regreso del programa no se han hecho esperar y esto se ha visto claramente en las redes sociales, en donde padres, madres y educadores han compartido su rechazo.
Aún no se ha estrenado, pero las voces en contra son muchas y la preocupación por el daño que se puede causar a los niños que participan allí, es palpable.
La asociación 'La Semilla Violeta' declara en un manifiesto en contra de la emisión de Supernanny que el programa "vulnera varios derechos de la infancia, tales como el derecho a intimidad, el derecho al honor, el derecho a la imagen y el derecho a protección ante malos tratos y humillación". Por su parte, se está realizando una petición en Change.org para pedir la protección de los derechos de la infancia.
'Supernanny': donde el protagonista es el mayor perjudicado
Quienes somos padres habremos echado de menos alguna vez un manual que nos indique cómo actuar. El necesitar ayuda profesional para enfrentar algunos desafíos que suponen la paternidad tendría que estar más normalizado, pero esto cambia radicalmente cuando estas cuestiones que pertenecen a la intimidad de los niños se exponen y se mercantilizan.
Aunque en teoría los padres de estos niños no cobran por exponerlos, sí que lo hacen las cadenas a través de la publicidad, y todas las personas que trabajan en su producción. El protagonista es el niño y es, seguramente, quien recibirá todo lo malo que puede traer salir en un programa de televisión mostrando abiertamente su vulnerabilidad. ¿A alguno de nosotros nos gustaría que todo el país nos viese en un momento de enfado máximo, y gracias a las personas que más queremos en el mundo? De este punto debería partir todo.
El sharentig, o exponer a los hijos en redes y otros medios, va en detrimento de la seguridad física y mental de los menores y el practicarlo "rara vez tendrá un saldo positivo para ellos", como bien afirma la Agencia de Protección de Datos. Las redes sociales, que por cierto, han ayudado a normalizar esta práctica tan peligrosa y negativa, aumentan meteóricamente el impacto de todo aquello que sale en la televisión y le da continuidad en el tiempo. Tal vez aún no somos plenamente conscientes de lo que supone para una persona tener una huella digital tan amplia y además pública.
Pero esto no solo se traduce en efectos psicológicos y de autoestima. Según ha declarado a Confilegal la abogada experta en familia Delia Rodríguez, la Comisión de Protección de los Niños ya avisó durante la emisión de la primera temporada que el programa "presentaba un elevado riesgo de violar los derechos de los niños". Más concretamente, su derecho a la imagen y a la reserva de su vida personal, intimidad y honor.
Un programa de televisión que no aporta (aunque los responsables de la cadena digan lo contrario)
En el comunicado que ha hecho RTVE para anunciar el regreso de 'Supernnany', Miriam García Corrales, directora de entretenimiento de la cadena, ha hecho hincapié en que se trata de una "apuesta de servicio público como no hay otra" y que "el programa trae novedades en los conflictos, que pueden parecer los mismos de siempre, aunque es notoria "la evolución en las familias y en los niños". Todo bajo el reclamo de que el programa vuelve para ayudar a las familias.
En este punto escribo como madre de dos hijas pequeñas, que como todos los niños, tienen momentos que son más difíciles de manejar. Ver en la televisión a una familia que tiene problemas de comunicación con sus hijos, superados por situaciones que, me atrevo a afirmar, serán propiciadas para tener más "material" (cansancio, quitarles las pantallas cuando están completamente acostumbrados a que sean sus niñeras de cabecera o modificar rutinas que llevan años siguiendo), no me aporta nada.
Aunque no seguí el programa en el 2006, he visto algunos trozos y comparándolo con el tráiler de esta última temporada, veo que nada ha cambiado. Sinceramente, no me gusta lo que he visto, ni la exposición de los niños, ni el método que utilizan (como por ejemplo, decirle a un niño "si me das un beso te digo cómo me llamo", o ignorarles en vez de escucharles cuando no obedecen). Me horroriza y me asusta a partes iguales.
Un programa puede ser educativo, puede ser una gran herramienta para convertirnos en mejores padres o para aprender sobre como se hacían las cosas antes y por qué aquello de "así se ha hecho toda la vida" ha perdido toda la vigencia.
Y para lograrlo, no necesito ver a un grupo de niños sufriendo la exposición indiscriminada de sus momentos de frustración, así como para entretenerme y desconectar de un día de trabajo, tampoco necesito ver a una instamami teniendo una conversación con su hija que apenas empieza a hablar, solo porque es monísima, o a un instapapi presumiendo de una cita con su niña "para que sepa qué es lo que se merece". En los tiempos que corren, la intimidad de los niños es uno de sus bienes más preciados y somos los padres quienes tenemos la obligación de protegerla.