13 frases de madre que juraste no decir nunca, pero que has acabado repitiendo con tus hijos

Seguro que todos recordamos algunas de las frases que nuestras madres o padres nos decían siendo niños, y que nosotros detestábamos. Ya fuera por su soniquete, por la frecuencia con la que las escuchábamos, o porque sentíamos que rompían de golpe nuestras ilusiones.

Antes de ser madre, me juraba a mí misma que cuando tuviera hijos jamás las repetiría, ¡pero qué complicado resulta no caer en el embrujo de muchas de ellas! Así que aquí me hallo, haciendo una reflexión sobre las típicas "frases de madre" que muchos hemos escuchado en nuestra infancia, y que aunque ahora tratemos de evitar con nuestros hijos, alguna siempre se acaba escapando... ¿Os pasa también a vosotros?

"Te lo dije"

Es normal que los padres tratemos de advertir a nuestros hijos sobre determinadas situaciones en las que vemos, claramente, que se están equivocando o van a fracasar. Pero considero importante que tras haberles manifestado nuestra opinión, les dejemos actuar como ellos consideren, fomentando su autonomía y acompañándoles sin intervenir.

Lógicamente me refiero a niños más mayores, en los que se presupone que tienen una cierta capacidad para razonar y analizar lo que decimos. Y también, por supuesto, a situaciones que no impliquen riesgo para ellos.

Como padres nos duele ver que nuestros hijos fracasan y que nosotros podríamos haberlo evitado, pero en esas situaciones lo recomendable es no caer en el "¿ves? Te lo dije", sino acompañarles emocionalmente y ayudarles a aprender de los errores.

"Pero tú que piensas, ¿que me llueven los millones?"

Que levante la mano quien no haya escuchado alguna vez a sus padres decir esta frase o alguna de sus versiones (¿Te crees que soy el Banco Mundial? ¿Piensas que el dinero cae por la chimenea? ¿Es que acaso los billetes crecen de los árboles?...).

Hay que ver cómo me molestaba que me dijeran esto cuando me había encaprichado de algo, aunque lo peor es que no acababa de comprender donde estaba el problema: "pues ve al banco, pides que te den más dinero y ya está", respondía ante sus caras de impotencia.

Es cierto que en ocasiones los niños pequeños pueden llegar a pedir sin ser conscientes del coste económico de las cosas, y del sacrificio que nos supone a los padres ganar dinero. Por eso, creo conveniente darles desde muy temprana edad una adecuada educación financiera que les haga valorar la importancia del dinero, del ahorro y de la economía familiar.

"¿A que voy yo y lo encuentro?"

  • "¿Mamá? ¡No encuentro mi camiseta para jugar el partido de fútbol!"
  • "Pues estará donde siempre, en el cajón de tu armario donde guardas las cosas de deporte"
  • "Que no, que no. Que la he buscado y no está"
  • "¿Has mirado en otros cajones, por si nos hubiéramos equivocado al guardarla?
  • ¡Sí, y no está! ¡Qué desastre, no voy a llegar a tiempo al partido!"

Léase la conversación en un tono dramático por parte de mi hijo, y con creciente intensidad. Así que ante sus lamentos y murmullos, abriendo y cerrando cajones como si estuviera poseído, decido acudir a ayudarle mientras le digo: "¿a que voy y la encuentro?" Y efectivamente, la encuentro.

La camiseta estaba en el cajón de la ropa de deporte (donde le dije que buscara), pero doblada con el escudo hacia dentro, lo que hizo que no la identificara rápidamente a simple vista. ¡Menos mal que las madres siempre lo encontramos todo!

"¡No hagas esto, que te va a pasar aquello!"

"¡No corras, que te vas a caer!", "¡no te subas ahí, que puedes resbalar!", "¡no saltes en el charco, que te vas a mojar!"... ¿Cuántas frases de "mamá-drama" habremos escuchado a lo largo de nuestra infancia?

Yo unas cuantas, y aunque de niña me molestaba que mis padres me anticiparan una caída o un resbalón que muchas veces no llegaba a producirse, reconozco que ahora como madre entiendo perfectamente esa preocupación.

Y es que cuando veo correr a alguno de mis hijos por un terreno inestable, o les observo cómo tratan de trepar a un árbol cuando vamos de excursión al campo, se me acelera el pulso y no puedo evitar caer en lo mismo. Pero cada vez voy siendo más consciente de las muchas formas que tenemos de decir "no" de manera constructiva y no tan alarmista, ofreciéndoles alternativas y dejando ese "no" exclusivamente para situaciones inquebrantables.

"No puedes bañarte, que se te corta la digestión"

Casi todos los padres de hoy en día pertenecimos a esa generación de niños que sufrió la tortura de tener que esperar dos horas después de comer para poder bañarnos en la piscina, porque de lo contrario podíamos sufrir un terrible corte de digestión.

Ahora sabemos que es un error decir lo de "corte de digestión", ya que el nombre correcto es hidrocución. También sabemos que el problema no es el agua ni la digestión, sino el cambio de temperatura, y que con las medidas de precaucióna adecuadas, no hay porqué esperar dos horas. Pero muchos de nosotros crecimos con esa idea tan arraigada, que cuando llega el verano cuesta no decir a los niños aquello de "espera un poquito antes de bañarte... que acabas de comer y tienes que hacer la digestión".

"Porque sí" y "porque no"

Todos sabemos que "porque sí" o "porque no" no son respuestas válidas para un niño que pregunta y que quiere saber más. Pero es perfectamente comprensible que a veces acabemos con la cabeza tan saturada con sus continuos "¿por qués?", que respondamos de esta forma tan típica.

Siendo niña, recuerdo lo chafada que me quedaba cuando mis padres me contestaban esto, porque sabía que ante aquella contundente frase no había motivo alguno para seguir replicando o preguntando. Y aunque a veces también se me ha escapado con alguno de mis hijos (especialmente cuando estoy excesivamente cansada como para seguir dando explicaciones), soy consciente de que no es una manera adecuada de dar respuesta a sus preguntas.

"Bébete rápido el zumo que se van las vitaminas"

Rápido y casi sin respirar. Así que es como me bebía el zumo de naranja recién exprimido cuando mi madre me lo preparaba, e incluso si miraba fijamente, juro que era capaz de ver a las vitaminas huyendo despavoridas hacia arriba como tardara más de la cuenta en tomármelo.

En mi casa no somos muy aficionados a los zumos, pero reconozco que alguna vez también he soltado esta frase tras pelar y trocear a mis hijos una pieza de fruta y comprobar que tardan lo suyo en comérsela, aunque sepa que las vitaminas no se van a ir en cuestión de minutos.

"Ni pero ni pera"

"Ni pero, ni pera" y sus múltiples versiones era la forma que tenían nuestros padres de zanjar una discusión. Seguro que os suena, ¿verdad?

En alguna ocasión me ha salido esta frase a mí también ante la insistencia de alguno de mis hijos a la hora de rebatir un tema. Pero a continuación no he podido evitar soltar una carcajada, y es que esta expresión siempre me ha parecido un sinsentido tremendamente gracioso.

"Y si fulanito se tira por un puente, ¿tú vas detrás?"

Frase mítica donde las haya y que todos, en algún momento de nuestra infancia (y especialmente, de nuestra adolescencia) hemos escuchado alguna vez.

Y es que a veces los hijos nos ponen en tal tesitura a la hora de compararse con amigos, que soltar algo así parece ser la única forma de que se den cuenta que cada niño es único y cada familia tiene sus propias circunstancias. Pero seguro que si hacemos un esfuerzo, se nos ocurren otras formas de explicarles de manera constructiva, por qué compararse con sus amigos no es lo mejor.

"Abrígate que hace frío"

Quizá sea porque soy extremendamente friolera, o porque mi madre también lo es y esta frase se la he escuchado muchísimas veces a lo largo de mi vida (aún hoy me la sigue diciendo cada vez que nos despedimos), pero soy de las que siempre está pendiente de que los niños no pasen frío.

Si por la noche me despierto, me acerco hasta su cama para comprobar que están debidamente arropados; les visto con varias capas de ropa si escucho en el telediario que las temperaturas van a bajar; e incluso me preocupo cuando voy al colegio a recoger a mis hijos y veo que en pleno invierno alguno de sus amiguitos sale a la calle sin su abrigo. Lo mío con el frío no es normal; lo reconozco.

"Es la primera vez que me siento en todo el día"

Cuando escuchaba a mi madre decir esta frase, recuerdo que no terminaba de entender su trasfondo real y pensaba que era una absoluta exageración.

Ahora que soy madre lo comprendo perfectamente. Y es que se trabaje dentro o fuera de casa, la vorágine del día a día y el trajín de estar siempre de un lado para otro hace que, efectivamente, llegue la noche y al dejarnos caer en el sillón tengamos la sensación de que es la primera vez que nos sentamos desde que nos pusimos en pie por la mañana.

"Pregúntale a tu padre" / "Pregúntale a tu madre"

De entre todas las "frases que madre" que recuerdo de mi infancia, no había otra que me pareciera tan surrealista como la situación que se producía cuando pedía permiso a mi madre o a mi padre para hacer algo, y me contestaban diciendo que preguntara a la otra parte.

El problema estaba cuando el otro progenitor lanzaba de nuevo a la pelota y volvíamos al punto de partida. De uno a otro y de otro a uno sin obtener una respuesta clara. ¿Os ha pasado alguna vez?

"Me vais a matar de un disgusto"

Pero si hay una frase dramática a más no poder es esta. Por supuesto, no me refiero a preocupaciones importantes o actos con graves consecuencias, sino a cosas normales que hacen todos los niños en algún momento, pero que a los padres puede llegar a sobrepasarnos.

Confieso que ante alguna trastada monumental de mis hijos, alguna vez yo también la he dicho, y los pobres me han mirado con los ojos como platos sin terminar de entender la gravedad de la situación y el porqué de mis palabras. Lo mejor es reírse después todos juntos para desdramatizar el tema y explicarles los exagerados que somos a veces los adultos con nuestras expresiones.

Fotos | iStock, Pixabay

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