Discutir delante de los hijos: qué deberíamos tener en cuenta
Aunque sabemos que la vida no es siempre un camino de rosas, seguramente todos deseamos que nuestra relación de pareja sea armoniosa y positiva. Sin embargo, y esto es un hecho de la vida, alguna vez habrá ocasiones en las que tengamos diferencias con nuestra pareja.
Muchas veces cuando esto sucede solemos esperar a que nuestros hijos se hayan ido a la cama, pero discutir delante de los hijos no siempre es algo malo e incluso, con respeto y buenas maneras, podría ser una valiosa oportunidad de aprendizaje para ellos.
Discutir no es lo mismo que pelear
Antes de seguir me gustaría aclarar que discutir y pelear son dos cosas distintas. Una discusión, es una conversación en la que dos o más partes exponen sus razones y puntos de vista, con la finalidad de llegar a un acuerdo o resolver algún problema.
En esas discusiones, pueden presentarse desacuerdos y diferencias, que habremos de intentar resolver de la manera más respetuosa y amable para todos, a través del diálogo y estableciendo una comunicación clara y efectiva.
Es importante señalar, que si durante esas discusiones caemos en el error de señalar lo negativo o decirnos cosas feas, así como gritar o alzar la voz, estaríamos hablando entonces de una pelea, algo que definitivamente habremos de siempre evitar delante de los niños, pues les perjudica emocionalmente.
¿Es malo que nos vean discutir?
Habiendo aclarado lo anterior, hablamos entonces de nuestra duda inicial: ¿es perjudicial para nuestros hijos que nos vean discutir? La respuesta a esta interrogante dependerá de diversos factores, y sobre todo, de nosotros y nuestra actitud.
Por un lado, tenemos que tomar en cuenta el tema que se discute. ¿Es algo relacionado con los niños? ¿es algún malentendido o problema de pareja? ¿qué temas o tópicos se están tratando en dicha discusión? Hay temas que simplemente es mejor evitar tocar por completo frente a ellos.
Por otro lado, también es importante ser conscientes y analizar la situación actual en casa. ¿Cómo ha sido el ambiente en los últimos días? ¿han habido otros sucesos o incidentes que pudieran influir en la discusión? Por ejemplo, si las cosas han estado tensas o difíciles y el tema en cuestión puede esperar, quizás lo mejor sea primero intentar resolver o mejorar la comunicación y el ambiente en casa, para posteriormente discutir de forma respetuosa y civilizada.
Y finalmente, pero no menos importante, la edad de nuestros hijos. Dependiendo de la madurez emocional de cada uno, los niños pueden verse afectados de diferente manera al ver a sus padres discutir. Los niños que ya son mayores pueden ver y comprender que mamá y papá no están peleando, pero un niño más pequeño quizás pueda sentirse confundido al no entender lo que está sucediendo.
Puede ser positivo, si lo hacemos de forma responsable
Como mencionaba al inicio, discutir delante de lo hijos, cuando se siguen ciertas condiciones y lo hacemos de forma correcta, puede ser una gran oportunidad de aprendizaje para nuestros hijos.
Primero, mostramos a los niños que nadie es perfecto, ni siquiera sus padres: todos podemos cometer errores o tener diferentes formas de pensar y de ver las cosas, y esto no significa necesariamente que habremos de llevarnos mal o terminar peleados.
También, al discutir frente a ellos de forma tranquila y respetuosa, les estamos mostrando cómo resolver conflictos y que a pesar de tener diferencias, es posible llegar a un acuerdo o entendimiento. Este ejemplo, les servirá a ellos para el momento en que tengan algún malentendido con alguien más, como un amigo o alguno de sus hermanos.
Qué debemos hacer (y qué no)
Lo más importante y lo que siempre debemos tener presente tanto nosotros como ellos, es que no discutimos para ver quién tiene la razón, sino para resolver una situación y llegar a un acuerdo.
El tono de voz, así como nuestros gestos y nuestras palabras, son tres factores clave al momento de discutir. Dirigirnos a la otra persona de forma respetuosa nos ayudará a mantener una discusión tranquila y productiva.
Es importante destacar también, que habremos de ser sensatos y tener algo de sentido común antes de tener cualquier discusión. Si uno de los dos está visiblemente molesto, lo mejor es esperar a que ambos estén tranquilos y así llegar al diálogo con una actitud facilitadora.
No dejemos de lado también las circunstancias en las que se da la discusión. En cualquier conversación seria, es importante tomar en cuenta el momento y el lugar. Ir en el coche, por ejemplo, no es el lugar más propicio para tener una discusión, pues además de distraer al conductor, los ruidos e imágenes externos pueden desviarnos del tema y hacer que no estemos enfocados en lo que se está hablando.
Finalmente, entre las cosas que debemos evitar están todas aquellas en las que nuestras emociones se vean fuera de control y no aporten nada para resolver la situación, desde quejarnos, querer tener la razón o no permitir que el otro se exprese, hasta gritar o insultar.
Y desde luego, nunca habremos de involucrar a los niños en la discusión ni utilizarlos de ninguna manera. Un ejemplo de estos errores que jamás habremos de cometer, es intentar que tomen un lado o nos den la razón.
Una vez que la discusión haya terminado, lo que sí podemos hacer es conversar con los niños sobre lo sucedido y darles espacio para alguna pregunta que puedan tener, explicándoles que tener discusiones es algo natural, destacando la importancia de hacerlo de forma respetuosa.
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