Dar la noticia de que vas a divorciarte nunca es fácil. Usualmente cuando mencionamos la palabra "divorcio", las personas tienden a poner una cara larga y la conversación puede tornarse triste y llena de preguntas. Esto hace que muchas personas que decidan divorciarse se sientan incomprendidas o incluso hasta sientan que han decepcionado a otros.
Por eso, y con mucho valor, hoy quiero hablar abiertamente de mi experiencia como mamá divorciada, y los retos a los que tuve que enfrentarme tras tomar la decisión de separarme.
Cuando tomas la decisión de divorciarte
Creo que una de las partes más complejas y confusas de una separación, es cuando tomas la decisión de terminar la relación. En mi caso, me tomó meses de mucho pensar y pensar, hasta que finalmente decidí que era lo mejor y que ya no podría esperar más tiempo.
Y es que hay muchas cosas que te pones a valorar cuando piensas en divorciarte: los años que han pasado juntos, las cosas que han hecho o construido en equipo, los planes de vida que tenían. Si además de todo eso, tienen hijos, se vuelve una decisión aún más difícil de tomar.
En mi experiencia personal, tener una hija fue lo que más me detuvo siempre y la principal razón por la que deseaba seguir intentando que las cosas funcionaran. Me sentía como la peor madre del mundo por pensar en separar a mi hija de su padre y que dejaran de compartir el día a día, aunque en el fondo siempre supe que era lo mejor para todos.
Dejar atrás esos sentimientos de culpa no es fácil ni rápido. Las mujeres, sobre todo las madres, tendemos a culparnos por casi todo, incluso por aquellas cosas sobre las que no dependen de nosotras y sobre las cuales no podemos hacer mucho al respecto.
Además, siempre aparecen algunos de los clásicos miedos y preguntas que nos hacemos cuando estamos pensando en terminar una relación: ¿de verdad están tan mal las cosas? ¿podré lograrlo yo sola? ¿estaré tomando la mejor decisión? ¿no me arrepentiré en algunos años?
Solo cada quien en su interior conoce los motivos y razones para saber si éstas son suficientes para tomar la decisión de divorciarse. Una vez que yo estuve segura de que no quería continuar tolerando la situación en la que vivíamos, lo siguiente fue armarme de valor para todo lo que estaba por venir.
Los cambios y conversaciones que ocurren tras decidir divorciarte
No mentiré, no fue bonito ni fácil una vez que decidí divorciarme. Y es que no solamente tienes que lidiar con todos los cambios en tu vida, sino con todas esas preguntas y explicaciones que seguramente muchas personas esperarán de ti. Pero te diré algo: no le debes explicaciones a nadie.
En mi caso, decidí mantener mi decisión de separarme en secreto y los únicos que lo supieron en el momento fueron mis padres y mi hermana. Quise ponerles sobre aviso para que supieran que la separación fue prácticamente inmediata y el padre de mi hija se había ido de casa, explicándoles que una vez que estuviera lista respondería todas sus preguntas.
Además de ellos, solo lo supieron las dos amigas que me acompañaron en todo el proceso y que fueron mi paño de lágrimas en los momentos más duros. De ahí en fuera, a nadie le tenía por qué rendir cuentas, mucho menos teniendo todo tan reciente. Mis amigos verdaderos, supieron mantener su distancia y esperar a que yo estuviera lista para contarles.
El proceso de adaptación a mi nueva vida como mamá divorciada no fue sencillo, aunque tampoco fue lo más complicado de la vida. Duele decirlo, pero al tiempo te acostumbras a estar sin la otra persona en casa.
Teniendo un trabajo de tiempo completo, el padre de mi hija de cualquier modo pasaba muchas horas fuera de casa, así que digamos que la transición fue rápida y solo tuve que acostumbrarme a pasar noches y fines de semana sola. La parte difícil fue para mi hija, cuando tuvimos qué explicarle por qué ya no viviría papá en casa.
A pesar de su corta edad (tenía tres años cuando nos separamos) ella lo entendió, con tristeza, pero algo en el fondo me decía que comprendía bien la situación y hasta me atrevo a pensar que también se sentía aliviada de que terminaran los malos ratos en casa, aunque eso significara no ver a papá todos los días. No soy psicóloga, pero siento que lo tomó con mucha madurez y un año después, veo que está tranquila y feliz.
Los nuevos retos a los que me enfrenté como mamá divorciada
Aunque no hubo mucha diferencia en la rutina diaria, y la transición a nuestra nueva vida solas no fue tan compleja como imaginaba, si hubo algunos retos que se presentaron.
Ser la única encargada de todo
Algo en lo que sí noté un gran cambio y fue en mi energía. Ahora que yo estaba totalmente sola en casa con mi hija, debía hacerme cargo de absolutamente todo: lo mío, lo de la niña y lo de la casa. Ahora todo el tiempo me siento exhausta, tengo un centenar de pendientes más en la cabeza de los que antes tenía.
Tener menos tiempo para mí
También me he encontrado con menos horas para poder hacer cosas para mí, a pesar de que siempre cuidé mucho el guardar mi tiempo para mamá. Aún continúo ejercitándome, aunque he tenido que dejar otras cosas, como mis libros o las series que tanto disfrutaba, pues ahora simplemente deseo dormir y no saber nada del mundo.
Tener que aprender cosas nuevas (aunque eso también es bueno)
Una cosa que ha sido un reto pero que a la vez me ha gustado mucho de ser mamá divorciada, es el verme obligada a aprender a hacer muchas cosas. Este año yo sola he pintado nuestra casa, le he perdido el miedo a usar las herramientas y hago prácticamente todo lo que se necesita para sobrevivir y mantener una casa.
Toda la responsabilidad es mía
Al ser la única persona adulta en casa, toda la responsabilidad cae sobre mí. Lo admito, hay días en los que desearía poder contar con alguien para que me apoye y no tener que esperar a que mi hija se duerma para poder hacer las cosas tranquilamente. Pero ha valido la pena y divorciarme me ha dado lo que tanto buscaba: paz y tranquilidad.
No es fácil tomar la decisión de divorciarte siendo madre, pero con el tiempo y mucha paciencia, las cosas van tomando su lugar y tú misma vas desarrollando habilidades que no sabías que tenías. Quizás perdí un compañero, pero gané mucho crecimiento interior, y eso nadie más te lo puede dar.
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