Hace unos días leía en una entrevista que le hicieron a la actriz Angelina Jolie en la revista 'Hello' que estaba "redescubriéndose" como madre y mujer, y que sus hijos adolescentes han sido los grandes culpables de que haya vuelto a quererse a sí misma, porque "la relación con ellos ahora llega a ser divertida".
¿Divertida? Si precisamente la relación padres-hijos adolescentes es de todo menos eso. De hecho, al pesar en su reflexión lo primero que se me viene a la cabeza son las discusiones con mis hijos, las malas caras o los abrazos y besos que cada día son menos frecuentes...
Pero las palabras de esta madre de seis adolescentes (entre 18 a 11 años), me hizo pensar y sorprendentemente me di cuenta de que tenía razón, que los hijos también son un regalo maravilloso en la adolescencia, una etapa que trae consigo una relación diferente a la que teníamos en la infancia y que, quitando los encontronazos provocadas por los bailes hormonales de la pubertad, pueden estar repleta de complicidad, porque como dice Angelina Jolie, "te hacen recordar cuando tenías su edad y eso es divertido".
La mejor etapa como mujer no es cuando son pequeños
Esta afirmación de la protagonista de 'Maléfica', la película de Disney que se estrena en octubre, puede asustar a más una madre e incluso enfadarla. ¡Normal! Sabemos por experiencia que la infancia con nuestros hijos es una experiencia única y maravillosa.
Pero si reflexionamos sobre sus declaraciones acerca de su buen estado actual, quizás podamos entender por qué lo dice:
"Cuando tus hijos son pequeños te sientes como una 'mamá', cuando son adolescentes empiezas a recordarte a ti misma en aquella época. Les ves yendo a discotecas punk y te preguntas por qué tú no puedes ir. Ahora mismo estoy redescubriéndome, atravesando un momento divertido".
Pensemos un momento antes de considerar sus palabras absurdas: es cierto que el momento 'mamá', cuando tus hijos son pequeños, es incomparable. Implica falta de sueño, miedos e incluso de tiempo para dedicarte a ti, pero todo se deja a un lado porque esos años son sumamente gratificantes.
Y cuando los niños llegan a la adolescencia es cierto que las madres (y supongo que también los padres) entramos en un nuevo momento vital, donde recuperamos 'el yo'. Es lógico: nuestros hijos ya son mucho más independientes y no necesitas salir corriendo del trabajo para recogerles del colegio, llevarles a las extraescolares, prepararles la merienda o apoyarles con los deberes. Son cosas que ellos ya son capaces de hacer sin tu ayuda y que te permiten tener más tiempo para dedicarte a ti, a tu cuidado personal y social que estaba algo descuidado (al menos en mi caso).
Recuerdo que la primera vez que dejé a mi hijo solo en casa para ir a tomar una caña con una amiga me sentí culpable, mala madre, imprudente... Y eso que tenía 12 años y yo estaba a la vuelta de la esquina.
Así que cuando regresé (a los 30 minutos, no podía esperar más) y comprobé que todo estaba bien, que mi hijo no opinaba que yo fuera una egoísta inconsciente (se rió de mí cuando se lo pregunté), logré relajarme y pensé: "¡Qué bien! Estoy en una nueva etapa que me da más libertad y me permite disfrutar más de mis amigos a solas, sin escuchar el 'me aburro'."
Antes, si no contrataba una babysitter o los abuelos no estaban pasando unos días en Madrid, no pisaba la calle si no era con los niños: nada de conciertos, ni cenas de adultos, ni salir a bailar...
Con esto no digo, ni mucho menos, que la infancia de mis hijos fuera un suplicio. ¡Me encantó mientras la viví! Pero ahora he pasado a una nueva etapa y también es buena.
Disfrutar juntos de planes "para mayores"
Si eres de las que haces listas con pros y contras, te propongo que compares también en esta ocasión y comprobarás que la etapa de la adolescencia tiene más cosas positivas de las que eras consciente.
Se terminó el pelearme con mis hijos para que 'se comporten' en los restaurantes y no paren de pedir ir al baño o levantarse cada dos por tres de la mesa; el ver solo películas de dibujos animados en el cine y en casa (adiós al fin a 'Bob esponja'), el luchar con ellos para que prueben nuevos alimentos, poner tiritas a sus heridas o "aguantar" a padres con los que no tengo nada que ver en los múltiples cumpleaños infantiles.
Ahora, hablamos de cualquier tema, sin tener que buscar las palabras adecuadas a su edad, van solos a los cumpleaños, se hacen muchas menos heridas, les gusta probar de todo en la cocina (incluso antes de que yo se lo ofrezca) y vemos juntos series y películas para mayores de 12 años. Y, lo mejor, es que luego charlamos sobre los temas que allí se tratan.
Y, con un poco de suerte, hasta podemos disfrutar de una tarde de compras, donde ya son capaces de decirte con más objetividad si unos pantalones te quedan bien o mal, porque ya no eres perfecta para ellos (eso sí que duele pero, como niños que son (aunque piensen lo contrario, dicen la verdad).
Reconozco que no tengo experiencia en esas 'tardes de chicas', para ir de compras juntas o a la peluquería, porque no las he vivido, aunque otras madres me aseguran que son súper divertidas. En mi caso, ni mi hija ni yo somos de maquillajes ni moda... ¡Aún recuerdo cuando salía con mi madre a comprar y ese día especial nos tomábamos un chocolate con churro como regalo al terminar!
Y procuro seguir haciéndolo con mis hijos: helado, hamburguesa, pizza, comida china, japonesa... lo que se tercie según el momento, pero un regalo poco usual con el que disfrutemos todos. Y, como estamos relajados, siempre me cuentan anécdotas de su día a día que, de otra manera, nunca salen.
Pero sí que disfruto de otros momentos de complicidad con ellos, según su personalidad. Por ejemplo, a mi hija le encantan los libros, la música, el arte... Así que con ella he visto exposiciones de arte de lo más variopintas, musicales, ópera y, por supuesto, días en la Feria del libro o en librerías de segunda mano, rebuscando qué puede gustarnos a cada una y a la otra. ¡Totalmente recomendable!
Con mi hijo, nuestro punto de encuentro son las series y las películas. Parece conocerme bien y casi siempre acierta al recomendarme alguna serie que está de moda entre los adolescentes: una forma también de tener complicidad y ratos en común, mientras me entero de qué ven sus amistades. Y además, me gustan: 'The Umbrella Academy', 'Stranger Things', 'Juego de Tronos'... ¡Las tardes de domingo siempre toca cine en casa, con palomitas incluidas!
Además, cuando cualquier acercamiento falla y extraño a mis hijos (aunque estén en casa no se comunican) recurro a los viajes. La diversión está asegurada a la hora de viajar y, como son mayores, cualquier destino es posible y si tienen que vacunarse para ir a la India o al Amazonas, pues se hace. ¡Ya son mayores!
Ese cambio se nota desde el mismo momento en que elegimos destino, programamos el viaje en familia, hace cada uno su maleta y no se te escapan los niños en el aeropuerto corriendo, justo a la hora de embarcar o te miran mal en el avión en cuanto te ven entrar con niños. ¡Qué tranquilidad!
Y en destino, ya pueden probar todo tipo de alimentos, no necesitan rutinas de sueño ni de alimentación (estamos de vacaciones). Y si el dinero y el corazón nos lo permite, recordamos el atrevimiento de nuestra juventud, compartiendo con ellos deportes de aventura, caminatas, atracciones de parques temáticos...
Incluso, como en mi caso, te lanzarás a probar nuevas alternativas lowcost en alojamientos y transportes, porque nuestros hijos adolescentes viven conectados y están al tanto de las nuevas apps con consejos para viajar. Y ellos apuestan por el turismo responsable, por conocer gente nueva e incluso vivir más de cerca la cultura de un país. ¡Te rejuvenecen por fuera y por dentro!
Recordamos que nosotros también fuimos adolescentes
Contaba Angelina sobre sus hijos que "en el Día de la Madre me hacen el desayuno y me traen flores, me tratan como a una dama y que cuando me tomo tiempo para mí misma descubro esa dulzura y me doy cuenta de que tengo más fuerza y resiliencia de la que pensaba".
Pero no nos engañemos: la adolescencia es dura, para ellos que sufren un montón de cambios físicos y emocionales que no saben gestionar, y para nosotros los padres, que no sabemos cómo tratar a ese ser extraño que parece haberse apropiado de nuestro niño.
Y así será hasta que las hormonas y su personalidad se fijen y aparezca su nuevo yo, nuestro cómplice en muchos momentos.
Así es, aunque ahora te cueste trabajo creerlo, porque tu hijo no te prepara el desayuno ni te hace sentirte como una reina: más bien te hace dudar de tu educación como madre durante toda su infancia, porque te contesta mal y critica todo lo que dices y haces (y encima con malas palabras), protesta hasta por ir a la ducha y reniega de las salidas familiares porque le parecen aburridísimas.
Pero no siempre es así. Inmersa como estoy en la plena adolescencia de mis hijos, me he dado cuenta de que tengo que aprovechar los buenos momentos. Mi truco pasa por tantear de qué humor están y plantearles a cada uno por separado hacer algo los dos. Es cierto que la mayoría de las veces tiene "cosas más interesantes que hacer" que estar con su madre, pero cuando logro persuadirle para pasar tiempo juntos, las discusiones se olvidan de golpe.
Reconozco que la relación madre-hija y madre-hijo tienen matices diferentes, pero hay que encontrar el punto común.
Me he dado cuenta que sus actos me hacen retroceder a mi adolescencia, sin buscarlo, algo que no me ocurría cuando eran más pequeños. Y me pongo a contarles mis batallitas sobre mis amigos, mis gustos musicales, mi primer amor, mis experiencias en el instituto... porque ya son suficientemente mayores para escucharlas.
Me encanta poder tener esa libertad para hablar con mis hijos y me divierte retroceder en el tiempo, a una etapa que cuando la vivía resultaba dura y ahora solo me despierta nostalgia.
Sí, repito mucho más la coletilla de "sé de lo que hablas", o "a mí también me gustaba". ¡Rejuvenecemos!
No digo que sea siempre efectivo contarles nuestra experiencia a su edad cuando dudan o sufren, pero a mí me funciona. Es más, mi hija ha llegado a preguntarme en alguna ocasión por mis amistades en el instituto o cómo superé mi primer desengaño amoroso...
Y si aún así hay noche en las que al acostarte piensas que no eres buena madre, porque tu relación con tu hijo adolescente es todo menos divertida, te animo a que reflexiones sobre otra de las declaraciones de Angelina sobre su maternidad y con la que me identifico:
"A medida que van creciendo, me doy cuenta de que son fuertes y que mantienen una mentalidad abierta. Intento ser un ejemplo para ellos y ser buena y educada, como lo era mi madre, cariñosa y tolerante. Pero cuando hay una batalla que necesita ser librada, me meto a fondo".
Y como punto final, tomo como propias sus palabras, en una de sus últimas publicaciones con sus hijos pequeños en su cuenta oficial de Instagram, donde deja claro lo fuerte que es y la importancia que tiene la maternidad:
"Nunca he vivido mi vida según la opinión de los demás. Creo que soy una buena persona. Creo que soy una buena madre. Pero eso lo deciden mis hijos, no el mundo".
Porque como admite esta famosa actriz, "tenemos que recordar todos somos humanos y nos equivocamos". Y, como ella, opino que debemos mirar con detenimiento a nuestros hijos adolescentes, para aprender de ellos y cuidarles a la vez, porque esta etapa tampoco volverá. Solo se vive una vez.
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