Somos madres, pero también tenemos aspiraciones personales y no debemos sentir culpa por ello

Ser mamá es algo que me hace muy feliz, no solo por conocer la capacidad de mi cuerpo para crear una nueva vida, sino porque es una de las experiencias más gratificantes que he tenido la oportunidad de disfrutar. Pero ser mamá, al menos para mí, no lo es todo.

Además de ser madre, soy una mujer que tiene deseos de continuar creciendo. Por eso hoy quiero hablarte de por qué no debemos sentirnos culpables por ser mamás y al mismo tiempo, desear realizarnos personalmente.

Al igual que la mayoría de las personas, desde pequeña tengo sueños y he buscado la forma de irlos cumpliendo en la medida que me sea posible, tomando las oportunidades que se me presentan y motivándome a no rendirme. Creo que es una parte importante de nuestra identidad el perseguir nuestras metas, así como aquellas cosas que nos hacen sentirnos felices y plenas.

En diversas ocasiones he hablado acerca de la importancia de dedicar tiempo a nosotras cuando somos mamás, de cómo nos beneficia y por qué no debemos dejarlo para después, sino mantenerlo como una de nuestras prioridades en la vida.

Si sigues las redes sociales de varios medios, seguro habrás visto alguna publicación del discurso que recientemente dio la actriz Glenn Close, cuando ganó el Globo de Oro a la mejor actriz en una película dramática y el cual me ha servido de inspiración para escribir este artículo: las madres tenemos derecho a realizarnos personalmente.

En él, ella menciona a su madre, quien al cumplir 80 años le había dicho que sentía que no había logrado nada en la vida por depender siempre de su esposo, y la actriz nos invita a que además de ser madres, busquemos la realización personal y dejemos atrás esos pensamientos que nos dicen que no podemos o no tenemos permitido hacerlo. Y no podría estar más de acuerdo con ella.

Desde luego, para cada persona la “realización personal” es distinta y quizás para algunas mujeres el ser madre es suficiente. Pero para las que no lo es, no debería ser motivo de culpas o de juicios. Como lo he dicho en más de una ocasión, si mamá está feliz, sus hijos también lo estarán, y cada una debe buscar lo que es mejor para lograr esto.

Cuando nos convertimos en madres, nuestras prioridades, estilo de vida, rutina y hasta nuestra forma de pensar, cambian totalmente. Claro, ya no somos la misma persona de antes, pero tampoco se trata de que nos olvidemos a nosotras mismas, y en eso se incluye nuestro bienestar, nuestros sueños y nuestros deseos.

Antes de ser madres somos mujeres, no al revés. Para poder atender y cuidar a otros, debemos hacerlo primero con nosotras, de lo contrario, ¿cómo pretendemos darles lo que no tenemos? Y no solo se trata de amor propio, también se trata de nuestros deseos y metas.

En mi caso, yo quiero enseñarle a mi hija que ella es capaz de ser lo que sea que se proponga, que luche por lo que desea y que siga sus sueños. Pero no puedo decirle ni enseñarle eso, si yo misma abandono mis aspiraciones personales.

Ahora, esto no significa que quienes se sientan plenas y realizadas con su papel de madre no puedan enseñarles esto, pues a lo que me refiero con todo esto es: seamos capaces de transmitir y demostrarle a nuestros hijos que no abandonen sus sueños, sean los que sean. Y qué mejor, que con el ejemplo, ya sea que nuestra mayor aspiración sea ser madre, ejecutiva, escritora, chef, piloto, académica o cualquiera que sea nuestro sueño en la vida.

Cada persona tiene un concepto distinto de lo que necesita para sentirse plenamente feliz, y yo, necesito algo más. Porque soy mamá y me encanta, pero no es lo único que soy y no debo sentirme culpable por pensar así. El tratarme como prioridad, cuidarme, amarme y continuar persiguiendo mis sueños o mis ideales de forma personal no me hace mala madre, simplemente me hace una persona que desea estar bien consigo misma.

Fotos | iStock

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