Con el diagnóstico preimplantatorio, los especialistas determinan la posible presencia de alguna enfermedad cromosómica en el embrión. Se realiza cuando el embrión está en la fase de estallido de 4 a 8 células y se diagnostica si es portador de determinadas enfermedades cromosómicas como el síndrome de Down, la hemofilia o las fibrosis quísticas. Sólo se implantará a la madre el embrión sano. Este nuevo diagnóstico no conlleva ningún tipo de riesgo para la futura mamá y la única pérdida existente es la de los embriones afectados, una pérdida que es asumible si se tiene en cuenta que los resultados son para que el futuro bebé esté libre de esas posibles enfermedades.