Ambas tienen, además del niño o la niña de dos años, un bebé de pocos meses. Nuestro asunto de conversación es todos los días el mismo, el “monotema", como le llamamos al no-dormir por las noches.
Nuestras caras lo dicen todo. Al saludarnos cada mañana con sólo mirarle la cara a las demás podemos adivinar si han tenido una mala noche, una noche regular o una buena noche, que significa haber dormido al menos cuatro horas seguidas, tampoco os creáis que la panacea.
Si no es uno es el otro, o es el uno que despierta al otro. Todas coincidimos en que con el primero la situación era algo más manejable; con dos, si no es uno con mocos o tos, es el pequeño con los dientes o con ataque de “mamitis" a las cuatro de la mañana.
Esta sintonía entre madres de poco dormir ha hecho que nos hagamos amigas las tres, que aparte de las mismas escasas horas de sueño compartimos las mismas vivencias e inquietudes.
Como decía Elda en su post de madre estresada, nuestro aspecto de mamás mal dormidas a las 9 de la mañana es deplorable, nuestros looks han pasado ha convertirse en motivo de bromas matutinas. Nos reímos de nosotras mismas, que creo que en definitiva es lo más sano que podemos hacer.
Las tres coincidimos en que es una etapa cansada que en algún momento pasará y más adelante recordaremos con añoranza.
Esperamos que la amistad perdure y que en el futuro nos riamos juntas de nuestras terribles noches sin dormir y de nuestras mañanas con cara de dormidas.
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