Los fines de semana las salidas en familia se multiplican. La asistencia a restaurantes o bares para comer fuera de casa, también. No siempre es fácil encontrar restaurantes amigos de los niños, aunque cada vez más están preparados para atender a mayores y pequeños.
Que comer en un restaurante con niños se convierta en una experiencia agradable depende de muchas cosas, principalmente del carácter de los pequeños y de sus costumbres. Pero el entorno puede facilitar o dificultar esa integración, con detalles de importancia diversa que harán que una familia y sus niños se sientan más o menos a gusto.
Como en tantas ocasiones, no siempre importan tanto las infraestructuras o servicios como la actitud. Pero, si tuviera que escoger, éstas serían las características que reúnen los restaurantes amigos de los niños.
- El restaurante calienta la comida de los más pequeños sin poner ningún inconveniente y ni siquiera mala cara, y además lo hace amablemente y sabe cómo hacerlo. Como una vez me dijeron en Ámsterdam cuando explicaba el modo de calentar un tarrito: “No te preocupes, el cocinero tiene cuatro hijos, sabe cómo hacerlo”. Los mayorcitos en general ya comen de todo, pero para los peques solemos preferir llevar de casa nuestro puré.
- En el restaurante, las mamás pueden dar el pecho sin problemas en cualquier lugar, pero también existe un espacio en el que, si lo desean, pueden amamantar con más intimidad a sus bebés o intentar que duerman…
- Hay un lugar especial para familias con niños pequeños, o no. Si existe una sala más amplia, con pasillos en los que puedan caminar sin peligro en un momento dado, o un rincón junto a la mesa en el que esparcirse una vez han comido, mejor. Pero si no existe ese lugar especial, el personal del restaurante, y los compañeros de mesa, deberían aceptar y entender que los niños, por lo general, no van a estar inmóviles en sus sillas durante toda la comida. Esto no significa que los pequeños puedan ir molestando al resto del personal, pero entre los extremos hay muchas posibilidades.
- Si los niños son bienvenidos, lo son en toda su extensión, como niños. Niños que juegan, que pueden gritar en un momento dado, que se levantan, que tiran una copa, a los que se les cae el cubierto… Las malas caras en estos casos están de sobra. De nuevo, cada familia debería saber dónde está el límite entre lo que un niño puede hacer y lo que no, o diferenciar lo que ha sido un accidente de un comportamiento inadecuado (lamentablemente esto, el “control familiar”, tampoco se da siempre).
- Los cochecitos caben en cualquier sitio. Ir con un bebé en carrito puede resultar misión imposible en algunos restaurantes. Si el bebé es pequeño y duerme o descansa en el capazo, debería estar junto la mesa familiar sin estrecheces (al menos sin recibir golpes del movimiento de sillas pegadas a él). Y si es niño es algo mayor y va a ocupar silla o trona, se facilita la colocación del carrito o su pliegue para que no ocupe tanto espacio.
- El personal ayuda con los cochecitos, cuando hay escaleras. Lo ideal sería que no hubiera escaleras, claro, pero existen muchos lugares que no tienen en cuenta las adaptaciones arquitectónicas. Generalmente los padres nos apañamos con esto, pero se agradece la ayuda de quienes conocen su lugar de trabajo y nos facilitan la maniobra.
- Existe un aseo con cambiador para los bebés. Cambiar un pañal cargadito apoyando a tu hija en la taza del váter no resulta una maniobra fácil, cómoda ni higiénica. Si no existe cambiador, se facilita a los padres un lugar donde poder cambiar el pañal de la manera mejor posible.
- Hay tronas disponibles para los niños pequeños. Muchas veces es la manera más cómoda y segura para que coman los pequeños. Y habría que tener un número adecuado de tronas en relación al espacio y aforo disponible, así como al público que acude al restaurante. No vale que tengan una trona cuando ves que hay ocho niños pequeños más comiendo de mala manera en sus cochecitos o en “elevadores” de dudosa seguridad.
- Hablando de seguridad: dentro de lo posible, se mantiene el local adecuado a la seguridad, de modo que los niños no tengan junto a su mesa enchufes donde meter los dedos, cables en los que tropezar o lamparillas que tirarse encima.
- No se fuma. En España se acabaron los restaurantes con humos, pero todavía en otros países se puede fumar en estos lugares que dejan de ser amigos de los niños (y de todos, la verdad).
- Ofrecen entretenimiento para los niños. No siempre el servicio es tan rápido como sería deseable, y aunque los padres tenemos muchos recursos y los bolsos son cajas de sorpresas, viene bien que haya una hojita con pasatiempos, un puzzle y unos lápices de colores. Algo nuevo con lo que entretenerse antes de que llegue la comida o después.
- Les dan un detallito a nuestros hijos. A la hora de salir, un globo, una figurita para montar, un dibujo para colorear… pero no chucherías como me sucedió ayer, por favor.
- Tienen menú infantil. Normalmente los peques comen muchas cosas de la carta, pero ni los platos son adecuados en cantidad ni en ocasiones en contenido, por no hablar del precio. Por ello es genial encontrar un menú sencillo para los peques, y barato (dentro de lo que cabe, según cada restaurante, claro).
- Existe fruta para postre en el menú. Si tuviera que escoger el punto en el que fallan muchos restaurantes de los que sí se han esforzado por cumplir los puntos anteriores, sería este. Tienen menú infantil, les regalan globitos, lápices… pero a la hora del postre sólo encontramos dulces.El colmo de la incongruencia, con el que me encontré ayer mismo: existe fruta en la carta pero no se incluye en el menú infantil.
- Aceptan que lleves la comida de los hijos, o al menos una parte del menú. Yo no soy partidaria de que mis hijas, ahora que pueden, coman algo distinto a lo que comemos nosotros, pero existen algunas excepciones, y precisamente son los postres, como decía en el punto anterior. Por eso en ocasiones llevamos yogur o fruta para nuestras hijas (eso no quita para que prueben nuestros postres hipercalóricos, colesterol-friendly y deliciosos). También hay padres que deciden que sus hijos mayores comen lo que se le trae de casa, por la razón que sea, y se debería aceptar.
No sé si existen muchos restaurantes amigo de los niños que reúna todas estas características, probablemente no.
Y seguramente para vosotros sean otras las cualidades que debería cumplir un lugar en el que comer con vuestros hijos, pero en cualquier caso sí me gusta ir a los lugares que en mayor medida me van a ofrecer un trato respetuoso con los peques, con su comportamiento y su salud.
Foto | Lars Plougmann en Flickr-CC
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