Dice el dicho que los bebés, cuando nacen, comen y duermen. Es un dicho muy famoso que es bastante real, porque en realidad lo que hacen casi todo el día es comer y dormir, pero que suele llevar a equívoco, porque muchos padres creen que comen como ellos, cada 3-4 horas (o más) y que luego simplemente duermen, respetando las noches.
La realidad no es esa, claro, porque los bebés comen y duermen, pero lo hacen muchas veces, despertándose muy a menudo para comer, sobretodo a partir de la primera semana.
Los primeros días, quizás porque están en fase de adaptación al nuevo mundo, quizás porque todavía no necesitan demasiado la vigilia, duermen más que comen. Se van cogiendo al pecho y se van durmiendo en seguida porque tienen sueño, casi como si se cansaran de mamar o no tuvieran suficientes fuerzas.
Entonces, a partir de la semana, más o menos, empiezan a estar más despiertos, empiezan a comer mejor y empiezan a demandar más comida. En ese momento suele suceder que los padres se dan cuenta de que algo ha pasado, porque el bebé pasa una mala noche que “pa qué”, pidiendo a todas horas (“tengo hambre, igual que hace unos días, pero ahora prefiero pedir que comer con hambre”) y haciendo creer a los padres que tiene gases, cólicos o vete tú a saber qué.
Entonces al día siguiente preguntan a todo el mundo si pueden ser cólicos, si es normal, que qué le pueden dar, si es que la madre se está quedando sin leche, si esa noche tendrán que correr a comprar leche artificial a la farmacia o si habrán hecho bien dándole un biberón (si es que ya se lo han dado).
La realidad es que suele ser cosa de una noche, a lo sumo dos, en que el bebé demanda más para que la madre haga más leche o le dé de comer más a menudo (los de biberón a veces también lo hacen, porque quieren más comida y más a menudo). Por eso se les suele decir a los padres que para los bebés también existe el dicho que dice que “un mal día lo tiene cualquiera” y que pronto la cosa remite, no hasta el punto de cuando nació, que dormía como un bendito, pero sí al punto de dormir unas 2-3 horitas entre toma y toma, o quizás menos, porque muchos maman cada hora y media, pero al menos no se pasan la noche llorando.
Muchos padres esperan una solución al problema, porque esperan y desean que todo vuelva al “como antes”, pero no, no es lo habitual porque los bebés no suelen hacer eso, sino comer a menudo, y ese día o esos dos días, más los que vendrán más adelante, que seguro que los habrá y cuyo motivo es indeterminado (aires, gases, un pedo atravesado, una caca que no ha querido salir, la familia que ha querido tocar y coger al bebé todos el mismo día,…), sirven para dar una cura de realidad a los padres, que pronto entenderán que tener un bebé no es parirlo y ya está, sino que lo más duro empieza en ese momento, cuando hay que cuidarle, alimentarle, abrazarle, mecerle, cogerle, no estresarle, calmarle, dormirle, etc., porque es lo que necesitan a todas horas.
Foto | A4gpa en Flickr
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