Confieso que no sabía muy bien qué título poner a esta entrada y que barajaba entre el que podéis leer y "Por qué los padres nos estamos volviendo gilipollas dejando el móvil a nuestros hijos pequeños", optando por el original por aquello de ser políticamente correcto. Pero no puedo quitarme de la cabeza el otro, y es que hace unos días vi a un padre enfadado con su hijo, que tendría poco más de un año, porque le había dejado el móvil y a éste se le cayó al suelo (¿a quién se le ocurre dejarle un móvil con un valor de entre 150-600 euros a un niño con unas manos diminutas y torpes?).
Hace unos días se hizo público un estudio que decía que más de la tercera parte de los bebés de 6 meses ya juegan con los móviles (no, si hasta con el título que no he usado podría estar quedándome corto). El riesgo, obviamente, no es todo para el móvil. En el fondo, si se cae, se abolla o se rompe, se soluciona con dinero. El problema es que el uso del móvil puede repercutir en muchos aspectos en la salud de nuestros pequeños. De algunos efectos secundarios ya os hemos hablado (y ahora los recordaremos), de éste no habíamos hablado aún, y es que nuestros hijos formarán parte de una generación de adultos aquejada de problemas cervicales y de espalda por culpa del móvil, por culpa nuestra.
¿En qué perjudica a nuestros hijos que usen el móvil?
Pues en muchas cosas. Hace 3 meses os comentamos que empezaban a saltar las alarmas porque se estaba viendo que el uso del móvil en los niños podría afectarles tanto a nivel de desarrollo social como emocional. Es lógico, los niños pequeños están en un momento delicado de desarrollo no sólo físico, sino también psicológico, y es importante para ellos tener contacto con otros niños y con otros adultos para ir relacionándose e ir aprendiendo las normas sociales y los comportamientos adecuados e inadecuados. Vamos, lo que conocemos como socialización.
A la vez, se van fijando en nuestras expresiones, en el tono de voz, en nuestra manera de hablar, en nuestros gestos y en los de los demás para ir conociendo el mundo de las emociones, que pronto empezarán a sentir en su misma piel y que deben ir aprendiendo a entender. Que sean capaces de expresar enfado, miedo, tristeza, alegría y, sobre todo, capaces de verbalizarlo, darse cuenta de cómo se sienten y ser capaces de explicarlo.
Todo esto requiere interacción de los padres e interacción de personas. Si no la tienen, o es mínima, porque pasan gran parte del día mirando a una pantalla, no sucederá del mismo modo y todo ese desarrollo se ve frenado. ¿Que los niños tampoco usan tanto las pantallas? Pues no sé, yo veo a niños en sus cochecitos dale que te pego a los jueguecitos. También veo a niños en reuniones familiares, justo cuando más podrían hablar con los demás y/o escuchar, aislados en la iluminación de los móviles de sus padres. Se están perdiendo la vida, eso que pasa alrededor de su micromundo digital.
El móvil supone hasta 27 kgs de peso en la columna cervical
Nos lo comentaron nuestros compañeros de Vitonica hace unos meses: el gesto que adoptamos al utilizar el móvil es un auténtico despropósito. Es algo así como pasar gran parte del día mirándote los pies.
Es una postura no saludable que deberíamos limitar y controlar, de igual modo que tenemos que limitar y controlar el cómo se sientan para comer, para pintar, el peso de sus mochilas, etc. ¿Verdad que siempre les decimos que se pongan rectos y que no se sienten encima de un pie? Pues esto vendría a ser una de esas posturas que, a largo plazo, causa sobrecargas en la musculatura y las articulaciones, en este caso, de la parte más alta de la espalda, hombros y cuello.
Es una zona complicada porque si no está en condiciones puede aparecer, fácilmente, dolor de cabeza e incluso vértigo. En niños seguramente no, pero ya digo, son la próxima generación de adultos con problemas de cuello y espalda, si no ponemos remedio.
Pero, ¡si es el mismo gesto que adoptamos cuando leemos!
Es cierto, cuando cogemos un libro adoptamos una postura similar. La diferencia es que podemos ir variando la postura y muchas veces hasta leemos tumbados, levantando el libro arriba. Con el móvil también se puede hacer, pero como un libro solo lo sujetas y el móvil lo vas tocando, a la que se te ha caído en el pecho o en la cara dos veces dejas de hacerlo.
En el caso de los niños no es equiparable. El tiempo que un bebé o un niño que no lee puede estar con un libro es mínimo. Un bebé puede dedicarle unos minutos, un niño, pongamos un cuarto de hora entre que mira dibujos y pasa páginas. Con el móvil, el tiempo dura lo que dura la batería o lo que tarda mamá o papá en decidir que toca irse o cambiar de actividad.
Además, en todo caso, interesa más que vayan familiarizándose con los libros, las páginas, el mirarlos de izquierda a derecha y el cuidarlos y tratarlos bien porque en ellos, en los libros, encontrarán la cultura y el conocimiento cuando sean más mayores.
¿Y qué hacer?
En el caso de los adultos es bastante simple: habla más con las personas y menos con los "amigos virtuales" (que luego los ves en persona y algunos ni te saludan) y, sobre todo, trata de cambiar la postura elevando el brazo para mirar más al frente y menos hacia abajo. En el caso de los niños es complicado pedirles que levanten la mano porque el móvil les pesa bastante más y porque, por el tamaño, no lo podrán manejar, así que vale la pena hacer un uso responsable.
¿Cómo se hace eso? Pues siguiendo los consejos que os dimos hace no mucho cuando publicamos la entrada "Cómo gestionar el uso del móvil para que nuestros hijos no sean abducidos por la pantalla", que son la mar de simples y lógicos y que seguro que todos sois capaces de explicarme antes de leerlos. ¿El problema? Que la teoría se la saben todos los padres (o eso quiero creer), pero luego a la hora de ponerla a la práctica fallan.
Fotos | iStock
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