Son muchas, pero muchas, las veces que los padres confunden el hambre del bebé con la necesidad que tiene de brazos, de cariño, de afecto, de no sentirse solo. La pregunta, o el requerimiento, suele ser siempre igual: "Noto que se está quedando con hambre, porque le doy el pecho y a la hora o así me vuelve a pedir llorando". Aunque a veces la cosa no va tanto con el hambre, sino con el sueño: "No duerme nada y no sé qué hacer. Una vez se ha dormido, se despierta otra vez a la media hora, o a la hora, y vuelta a empezar".
Y me lo suelen decir madres que sujetan a bebés rollizos, con aspecto de bien alimentados y que, a simple vista, no parecen estar pasando nada de hambre. La manera de saber si un niño se está quedando o no con hambre es pesarlo y ver qué ha pasado con el peso. Si el peso está justo, si no está ganando suficiente peso, puede ser una sensación real. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones el bebé está estupendo, así que llora por otra cosa, que suele ser "brazos".
La niña que no dormía nada
Creo que este caso ya lo he explicado en alguna ocasión en el blog, pero ante la duda, y como viene a cuento, vuelvo a él. Un día vino una pareja (a la consulta de enfermería) explicándome que su hija, de pocas semanas de vida, apenas dormía nada. "Acabamos en Urgencias porque llevaba casi 15 horas sin dormir más que pequeños ratitos y estaba muy, muy irritable".
En Urgencias le hicieron analítica de orina y de sangre, una exploración completa y constataron que, a simple vista, no había ninguna causa de tales síntomas. No tenía fiebre, no había indicios de infección y, como ya sabemos que a un hospital solo tienes que ir si estás enfermo, porque si no enganchas allí cualquier cosa que no tenías, le dieron el alta con instrucciones de que, si empeoraba en algún sentido, volvieran.
No volvieron, porque no tuvo fiebre ni evidenciaron ningún síntoma claro de enfermedad, pero sí me hicieron la consulta a mí, que como he tenido un hijo de esos que se denominan "de alta demanda", tengo muy claro que hay bebés que no se conforman fácilmente con lo que la mayoría de la sociedad espera de ellos. Les pregunté qué hacían con la niña, que me explicaran un poco su día a día, y me contaron que le daban de comer y que, cuando acababa y se quedaba dormida, la ponían en su moisés.
Minutos después, a veces más, a veces menos, se despertaba llorando y la volvían a coger, para dormirla de nuevo y volverla a dejar en el moisés. Minutos después, sucedía lo mismo. Así llegaba un momento en que la niña lo único que hacía era llorar, ya sin dormirse, y la desesperación de los padres, lógicamente, era evidente, pensando que tenía algo y que eso de no dormir no podía ser sano.
"Se os pasa de rosca", les dije. "Ella se duerme tan tranquila, pero se despierta porque se siente sola. Vuelve a dormirse tan tranquila en vuestros brazos, pero vuelve a despertarse porque se siente sola en el moisés.
Llega un momento que está tan cansada, por no dormir, que llora de sueño. Se pasa de rosca, se pone irritable, y entonces ya no duerme bien". Les sugerí que hicieran una prueba: darle de comer como siempre, esperar a que se durmiera, y no hacer nada más. Es decir, saltarse el paso de "y cuando está dormida, la paso a su cuna". Si al no pasarla la niña se quedaba en sus brazos una o incluso dos horas, ya tenían la respuesta. Si a la media hora se volvía a despertar, como en la cuna, habría que ver entonces si había algo más.
La niña que pasaba hambre
Estos padres me dijeron que lo probarían, pero otros me dan la respuesta al momento: "Ah, sí, claro. Si le dejo en mis brazos se está hasta dos horas, sino más, durmiendo". Esto me lo dijo una mamá que creía que su hija estaba pasando hambre y, dándole el pecho, le había empezado ya a dar leche artificial, se había sacado leche para dársela en biberón y le había añadido hasta cereales, porque a la hora de dejarla durmiendo se despertaba llorando. Ella lo interpretaba como hambre cuando lo único que quería la niña era dormir en los brazos de su madre o su padre. Cuando la puse en la báscula se confirmó lo que era evidente, no solo estaba bien de peso, sino que para la altura que tenía, hasta se podía decir que le sobraba medio kilo.
"No tiene hambre. Tu hija lo que tiene es que es muy cariñosa y no quiere estar sola". Y en ese momento los padres sonrieron, la miraron con otros ojos y se fueron con una solución que ellos ya conocían. ¿El problema? El de siempre, que nos tienen dicho que los bebés no pueden estar con nosotros en brazos, que tienen que dormir solos en sus cunas y que así se harán más independientes o no sé qué rollos absurdos que solo ayudan a poner nerviosos a los niños y también a sus padres.
Fotos | Thinkstock
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