Es muy frecuente que los niños se sienten con las piernas hacia afuera, como si formaran una W. Esta postura, también llamada la "postura del sastre invertida", es bastante habitual entre los más pequeños, especialmente cuando se sientan a jugar ya que les facilita tocar y manipular los juguetes.
Para ellos es una postura cómoda y natural, aunque a nosotros pueda parecernos que están incómodos o les causa dolor. ¿Es perjudicial esta postura para su desarrollo? ¿Puede tener consecuencias a futuro? y la pregunta más habitual, ¿debemos corregirles la postura?
Enrique Puchol, jefe de la Unidad de Traumatología y Ortopedia Infantil del Hospital La Fé de Valencia, explica a qué se debe que los niños tengan tendencia a sentarse en esta postura:
"Esta forma de sentarse no está originada por una patología sino por una disposición de las caderas en los niños que es una variante de la normalidad".
Muchos niños tienen un predisposición natural a sentarse de esta manera, debido a que nacen con una tendencia a la anteversión femoral, una condición donde el cuello femoral unido a la cadera se inclina hacia adelante, lo que causa que la parte baja de la pierna gire hacia adentro y las rodillas y caderas no estén en línea.
Esta anteversión del fémur que sitúa a la cadera más hacia delante suele hacer que los niños corran con los pies hacia adentro y de forma desestructurada. Esta condición se va corrigiendo de forma progresiva en la infancia hasta desaparecer "entre los 10 y los 12 años en las niñas y un poco más tarde, hacia los 14 años en los niños", señala Puchol.
¿Debemos corregirles la postura?
Si tu hijo tiene la costumbre de sentarse así siempre o casi siempre, puede que no pase nada, pero también es posible que la postura reiterada y prolongada en el tiempo provoque alteraciones en los huesos de la cadera y piernas, y que en lugar de corregirse la anteversión femoral como debería ser, acabe agravándose.
Lo que deberíamos hacer es evitar que mantengan esta postura de forma reiterada y durante largos períodos de tiempo, aunque nunca regañarles ni asustarlos con que se les van a deformar las piernas o cosas parecidas.
Tampoco debemos agobiarles si están concentrados en su juego, pero podemos intentar hacer cosas para que varíen la postura durante sus periodos de juego. Un buen consejo es procurar que jueguen de una forma en la que se vean obligados a sentarse de otra manera.
Por ejemplo, podemos ponerles una silla y una mesa a su altura para que jueguen ahí o si juegan en el suelo acomodarles cojines para que apoyen la espalda y eviten colocar las piernas hacia atrás.
Recuerda que como siempre que se trata de inculcar buenos hábitos, tenemos que hacerlo con mucha paciencia.
Debemos fomentar que adopten buenos hábitos posturales durante su etapa de crecimiento para evitar así problemas a futuro. De todas formas, si tu hijo adopta esta postura habitualmente lo mejor es que lo comentes con el pediatra quien valorará la situación.
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