Una de las cosas que nunca olvidaré de esta pandemia y de la experiencia de haberla vivido como madre de dos niñas pequeñas, es la fortaleza que puede llegar a tener (y a transmitir) un niño, y lo responsables que son cuando son conscientes de que su actuar individual afecta al común de la sociedad.
No solo nos dejaron escenas memorables a nivel colectivo, sino que también lo hicieron a nivel individual, en nuestras casas, demostrándonos a todos que su capacidad de adaptación es mucho más fuerte que la nuestra y que siempre serán los pequeños héroes de esta terrible época que hemos tenido que vivir.
Las mascarillas, ese objeto al que se acostumbraron ellos antes que nosotros
Las mascarillas se convirtieron en el símbolo por excelencia de la lucha contra la pandemia. En ese momento muchos vimos como nuestros niños se adaptaban a ella sin apenas rechistar. En los telediarios no parábamos de ver a personas protestando por la obligatoriedad de su uso, mientras que una pequeña lo resumía todo con un "no pasa nada, es mejor eso que morirse", resumiendo con una lógica aplastante todo aquello que los políticos y sanitarios trataban de explicarnos de una forma mucho más diplomática y complicada.
Después de todo este tiempo, cuando el cansancio (de llevarla y de la pandemia en general), ya es el sentimiento general, seguimos viendo como los niños siguen las normas de uso a rajatabla, y muchas veces como son ellos quienes nos recuerdan que no podemos entrar a un supermercado sin ella y que debemos llevar una de repuesto "por si acaso".
Sin duda ellos han sido unos de los grandes perjudicados de la pandemia por todo aquello que han tenido que dejar de vivir, pero sin duda alguna también han sido los héroes que nos han dado una lección espectacular sobre responsabilidad y resiliencia.
El fin de la mascarilla puede suponer el inicio de muchas inseguridades
Llevamos ya dos años usando la mascarilla. Es decir, a un niño de 6 años, por ejemplo, supone un tercio de su vida. Es muy importante que tengamos esto en cuenta de cara a su retirada porque dejar de llevarla de un día para otro puede ser muy radical y pueden generar inseguridades en ellos por muchos motivos.
Uno de los más importantes puede ser por el miedo al contagio o por sentirse desprotegidos y vulnerables. Para ello es fundamental acompañarles, validar su miedo, resolver todas las dudas que tengan al respecto y respetar sus tiempos e ir retirándola poco a poco.
Otro problema que puede presentarse es que el niño pueda sentirse inseguro a descubrir su rostro por todos los cambios que hayan podido surgir en él en estos años. Probablemente esto puede presentarse en edades cercanas a la adolescencia, y aunque el motivo sea diferente, podemos gestionarlo de una forma parecida, haciendo mucho énfasis en el diálogo para poder ayudarles a gestionar sus miedos e inseguridades.
Por último, no olvidemos que nosotros somos su eje de referencia, así que demos ejemplo. Hagamos esta transición de forma tranquila, respetemos su uso en aquellos sitios en los que continúa siendo obligatorio (como en el transporte público y en centros de salud y hospitales), y no dejemos de recordarles que poco a poco vamos a ir volviendo a la normalidad gracias a personas tan valientes como ellos.