Entre las actitudes que favorecen la aparición de TAC se relacionan la obsesión anormal de muchos padres (más de las madres) por la comida. También influyen aquellas preocupadas por la dieta o la silueta de sus hijas.
Otro aspecto que incidió en el estudio es utilizar los alimentos como premio o castigo “Si haces esto, te doy helado" “o te comes esto o no hay tele". Según los investigadores el chantaje usando los alimentos impide la formación de un adecuado autocontrol de la comida en el niño. Igualmente los progenitores estrictos que prohíben comer ciertas clases de comida (luego los hijos se darán atracones de ello) se asocian con TAC. El desorden a la hora de comer, la diversidad de platos variados para los miembros familiares ( un plato distinto para el hermano, el padre…), los platos precocinados, el no comer juntos, el desorden de horarios, para los investigadores dificulta el control de lo que comen los niños y que su dieta sea equilibrada y variada durante el día.
En cambio, no se constató que incida negativamente la obsesión por comer sano, aunque Fernando Fernández –jefe de la unidad de TCA del Hospital de Bellvitge- alerta de que sí entraña riesgo si supone restricciones (de esto no se come) porque evita una nutrición completa. "Sólo está justificada la preocupación si el niño tiene 4, 5 o 6 años y el pediatra diagnostica problemas de peso, si no, hay niños sanos de diferente constitución", dice el médico.
Un estudio publicado el año pasado sólo de Bellvitge sobre sus pacientes con TCA ya comprobó que estos, de pequeños, habían ingerido más usualmente (de dos a seis veces por semana) chucherías y snacks grasos o salados. El estudio europeo publicado el pasado mes de julio coincide en esta conclusión. También indica que se dan menos desórdenes alimentarios entre quienes limitaron las ingestas de comida basura en su niñez.
Vía | Medicina XXI