El minimalismo emocional es mi nueva filosofía de vida. Así he conseguido reducir el estrés y ganar paz mental

El minimalismo emocional es mi nueva filosofía de vida. Así he conseguido reducir el estrés y ganar paz mental
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Hace unos meses me di cuenta de que, aunque llevaba una vida organizada y productiva, el estrés seguía presente, inundándome el pecho con aquella sensación de agobio y de 'no saber bien qué me pasa' (aunque en el fondo, sí lo sabes).

Y es que mi mente estaba saturada de preocupaciones, expectativas y emociones acumuladas (incluso, ¡emociones de otros!), sin darme apenas espacio para respirar.

Entonces descubrí un concepto que no había oído nunca: el minimalismo emocional, una filosofía que cambió mi forma de relacionarme con mis emociones y que me acercó al bienestar mental, y que tiene que ver con el hecho de vivir más ligero y de prestar atención a lo que realmente nos ayuda a tener una vida feliz.

¿Qué es el minimalismo emocional?

Joshua Fields y Ryan Nicodemus, autores de TheMinimalists.com, definen el minimalismo emocional como "una herramienta para liberar espacio en tu vida y enfocarte en lo que realmente importa". Por su parte, Anna Fargas, autora del libro Minimalismo emocional (Ediciones Luciérnaga, 2024), lo describe como "un enfoque de vida que se centra en simplificar y reducir aquello que sobra con el objetivo de priorizar lo esencial y eliminar lo superfluo".

Y añade:

"El objetivo es eliminar al máximo cargas mentales innecesarias, patrones tóxicos o hábitos que no aportan nada para reducir el sufrimiento en tu vida". [...] "Hazlo simple, vive en el presente, y recuerda: lo que no suma, resta".

En otras palabras, se trata de simplificar nuestras emociones, liberándonos de las cargas innecesarias que muchas veces elegimos llevar sin darnos cuenta. Así como el minimalismo material se enfoca en reducir el exceso de objetos en nuestra vida, el minimalismo emocional busca aligerar la sobrecarga de emociones tóxicas o inútiles, dejando solo lo esencial para vivir con más calma y claridad.

En cierta forma, en lugar de sentir que debemos lidiar con cada pequeña cosa que pasa a nuestro alrededor (siendo estas, muchísimas cosas), esta filosofía nos invita a priorizar (personas, cosas, tiempo...), soltar y aprender a convivir solo con lo que realmente aporta valor a nuestra vida.

El minimalismo emocional nos invita a priorizar (personas, cosas, tiempo...), soltar y aprender a convivir solo con lo que realmente aporta valor a nuestra vida.

¿Cómo empecé a aplicarlo?

El primer paso que di para empezar a aplicar el minimalismo emocional fue reconocer qué emociones me estaban llenando la mochila de piedras. Me di cuenta de que llevaba tiempo cargando con emociones de situaciones que no me pertenecían realmente (o que se sobredimensionaban de forma innecesaria).

Hablo por ejemplo de la necesidad de agradar a todo el mundo, de la culpa por no ser siempre perfecta, fruto de mi autoexigencia, o de la frustración ante cosas que no podía controlar de ninguna manera (pero que me empeñaba a controlar).

Estas emociones, aunque eran válidas, no me servían más que para alimentar el estrés. Así que decidí empezar a aplicar el minimalismo emocional en mi día a día de la misma forma en que aplicaría el minimalismo material: identificando lo que no me servía, trabajándolo y dejándolo ir.

Pasos prácticos que cambiaron mi vida

1) Depurar relaciones: ¿quién me aporta realmente?

Aprender a soltar y a 'filtrar' tiene que ver con muchas cosas, y una de ellas son las relaciones. Me di cuenta de que no todas las conexiones, relaciones o amistades son iguales, y que no todas merecen la misma energía, dedicación y compromiso.

Poco a poco, aprendí a identificar quiénes nutrían realmente mi vida (ya sea a través de compañía, positividad, apoyo...) y quiénes, por el contrario, generaban estrés, drama continuado o simplemente me dejaban exhausta emocionalmente.

Y ojo, aquí no se trata de cortar lazos de forma abrupta, sino de aprender a poner límites y a priorizar relaciones sanas y recíprocas, relaciones que realmente sumen. Nuestro tiempo es limitado, ¿en quién quieres invertirlo?

2) Desapego de lo que no controlo: aprender a soltar

Por otro lado, entendí que una de las mayores fuentes de estrés en mi vida era mi necesidad de controlar lo que estaba fuera de mi alcance. El tráfico, el comportamiento de los demás, las opiniones ajenas o incluso el clima. Son cosas que, por más que me disgusten, no puedo cambiar.

Practicar el desapego en estos casos ha sido liberador (aunque también, un camino nada sencillo); pero ahora, cuando me encuentro en una situación que no puedo controlar, respiro profundamente y me recuerdo, como un mantra: "No puedes cambiar esto, pero puedes cambiar cómo reaccionas ante ello". Este simple recordatorio ha reducido considerablemente mi nivel de estrés, aligerando mi carga mental y emocional.

3) Aprender a decir no sin culpa

Sin darme cuenta, solía decir "sí" por compromiso, por miedo a decepcionar a otros o simplemente por inercia. Pero claro, esto me dejaba con la agenda llena de cosas que no quería hacer y con muy poco tiempo para lo que realmente importaba.

Por ello, empezar a decir "no" de manera asertiva, pero sin sentirme culpable, fue un antes y un después. Entendí que cada "no" a lo innecesario es un "sí" a mi bienestar emocional. Esto no es fácil de hacer, y no quiero decir que de la noche a la mañana cambiara, o que ahora siempre me diga sí a mí misma; a veces aún me cuesta decir no, pero soy consciente y lo sigo trabajando.

4) Limitar el consumo de la (sobre)información y seleccionar bien qué consumo

Vivimos bombardeados de noticias, redes sociales y mensajes constantes. Me di cuenta de que gran parte de mi ansiedad diaria provenía de estar constantemente sobreinformada (además, de cosas siempre negativas, o de 'vidas idílicas y perfectas' en las redes sociales, por ejemplo).

Así que empecé a practicar un minimalismo informativo, reduciendo el tiempo que paso en redes sociales y siendo más selectiva con los contenidos que consumo. Esto me ayudó a desconectar, a enfocarme más en el presente y a sentir más calma mental.

Los beneficios del minimalismo emocional: una vida más sencilla pero más 'rica'

Sé que cada caso será diferente, pero en mi caso, adoptar el minimalismo emocional me ha permitido, poco a poco, hacer espacio para lo que realmente importa. He reducido el estrés al soltar aquello que no está en mi control y he ganado paz mental al priorizar mis necesidades emocionales y las relaciones que realmente suman.

Ahora disfruto más de los momentos simples: un café en calma, una conversación con un amigo cercano, el silencio al final del día... La mente deja de estar en mil lugares a la vez (algo que genera ansiedad) y empieza a disfrutar del presente, con menos peso, menos expectativas y, sobre todo, más ligereza.

Yo lo entiendo así; el minimalismo emocional no es un destino, sino un camino que se recorre paso a paso. Y no es necesario hacer grandes cambios de golpe, pero sí dar pequeños pasos conscientes hacia una vida más simple, más serena y menos abrumada por el ruido emocional que muchas veces nos impide disfrutar de la vida. ¿Por qué no te permites tú también reconectar con lo que realmente te hace feliz, ni más, ni menos?

Foto | Portada (Freepik)

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