La moda de los selfies lleva a muchos a exhibirse sin control en todas las redes y plataformas online a su disposición. Bueno, lo elige uno mismo, podríamos decir. Pero, ¿qué pasa cuando es un niño pequeño el que es expuesto en Internet, sin pedirlo, sin saberlo? Los papás más aficionados a compartir imágenes de sus retoños consiguen que, antes de que estos cumplan los cinco años ya circulen nada menos que mil fotografías de los niños por Internet.
Por eso no es extraño que algunos niños, cuando crecen, se rebelen contra ello y hasta denuncien a sus padres, como ya ha sucedido en Austria y puede ocurrir en Francia. Ya hemos hablado en otras ocasiones de qué hay o qué no hay detrás de esa obsesión por compartir imágenes de los niños y el caso es que los adultos no nos damos demasiada cuenta de lo que pasa con esas fotografías de nuestros hijos, que escapan totalmente a nuestro control.
Pero así es y se ha estudiado, en los primeros años de los niños los padres compartes cerca de 200 fotografías por año, de modo que a los cinco años ya existen mil imágenes de los menores circulando por la red: Youtube, Facebook, Instagram, Twitter, Flickr, blogs... Incluso se da el caso de que muchos padres tienen la percepción de que, si no comparten imágenes de sus hijos o de su labor como progenitores, no son padres comprometidos.
Es decir, que cuantas más fotos publiques de tu niño, mejor padre o madre eres. Pero esto evidentemente no tiene nada que ver con la escala de "buenos padres" y, en todo caso, lo que sí está demostrado es que las fotos en Internet escapan a nuestro control, por lo que, contrariamente, ¿no serán algo irresponsables esos padres que comparten tantas instantáneas de sus vidas, poniendo en juego la privacidad de la familia e incluso su seguridad?
A tan corta edad, muchos niños tienen una poderosa identidad digital fabricada por sus padres, que se puede corresponder en mayor o menor medida con la verdadera identidad de los pequeños, aún en formación, y con la que puede que ellos, cuando crezcan, no estén de acuerdo o incluso de la que tal vez se avergüencen.
Aunque no todo es negativo en el hecho de compartir imágenes de nuestros pequeños (algo que indudablemente se hace sin malicia), ya que a menudo los padres se sienten ayudados por otros cuando comparten preocupaciones o problemas que están teniendo con sus niños, en una especie de "consuelo colectivo", apoyados por la comunidad de padres, especialmente si son cercanos. De todos modos, esto también se podría lograr de forma segura tan solo explicando la situación que nos preocupa y escribiendo el nombre de pila del niño o niña, sin fotografías.
Seguramente estos días muchos padres han compartido instantáneas de sus retoños en las fiestas de Navidad, con sus ropitas nuevas, en las vacaciones, abriendo sus regalos... Y es que es normal que aquellos que se han convertido en el centro de nuestras vidas ocupen la mayor parte de nuestras tarjetas en teléfonos o cámaras y es inevitable desear compartir nuestro orgullo, sobre todo con las personas queridas.
Fotos de lejos, en las que no se les vea la cara a los niños o que no revelen el lugar donde nos encontramos (ni mucho menos donde vivimos) son opciones con menos riesgos. También hay que comprobar y determinar la privacidad de nuestras publicaciones, algo que no todos los usuarios hacen.
Porque si no controlamos el número de imágenes compartidas a todo el mundo de nuestros niños, llegarán a los cinco años con más de mil fotografías fuera de control, dando pie a una sobreexposición futuras y a los riesgos anteriormente comentados. Y recuerda, no por compartir menos fotos de los pequeños (o por conseguir más o menos likes) somos mejores o peores padres.
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