Los padres somos el espejo en el que nuestros hijos se miran, de manera que gran parte de los aprendizajes que van adquiriendo a lo largo de la infancia son por imitación. Por eso es tan importante acompañar nuestras palabras de nuestros actos, y ser coherentes con lo que esperamos de nuestros y el ejemplo que les damos.
En este sentido son muchas las incongruencias o incoherencias en las que los adultos caemos a la hora de educar. He aquí algunos ejemplos:
Pedir que usen 'por favor' y 'gracias', pero no usarlo nosotros
Pedir las cosas "por favor" no solo es una manera cortés de solicitar algo, sino que ayuda a conectar con la otra persona, y le expresa respeto, consideración y reconocimiento por su esfuerzo. Por su parte, dar las gracias implica reconocer la bondad, predisposición o actuación de una persona.
Los padres queremos que nuestros hijos incorporen ambas palabras a su vocabulario lo antes posible, pero para ello es necesario que nos escuchen continuamente utilizarlas, tanto con ellos, como en el ámbito familiar y con el resto de personas que nos rodean.
Sin embargo, ¿utilizamos todo lo que deberíamos estas y otras formas de cortesía con las personas que nos rodean? Lo cierto es que no siempre lo hacemos, y los niños, como buenos observadores que son, se dan cuenta de ello.
Exigirles que pidan perdón, pero no pedirles perdón a ellos
Pedir perdón cuando hemos cometido un error, o cuando las consecuencias de nuestros actos afectan a otros física o emocionalmente, es importante y nos ayuda a crecer y mejorar como personas.
Cuando nuestros hijos se equivocan queremos que pidan perdón de inmediato (a veces incluso obligándolos de una manera poco o nada educativa), pero no siempre nos preocupamos en guiarles emocionalmente para hacerlo bien, ni les damos ejemplo admitiendo nuestros errores delante de ellos.
Decirles que no se grita, pero pretender educar con gritos
Una de las cosas que más nos enfada y estresa a los adultos es que nuestros hijos hablen a gritos, pero cuando les pedimos que modulen su todo de voz lo hacemos elevando el nuestro: "¡¡Qué te he dicho que no se grita!!", gritamos aún más fuerte.
Es más, a veces los padres ni siquiera somos conscientes de que muchos de los niños que gritan cuando se frustran o tienen un tono de voz alto y desagradable están influenciados por el entorno en el que se están criando.
Esperar que sean respetuosos con los demás, pero no serlo nosotros con ellos
Otra de las máximas incoherencias adultas es querer que los niños no peguen y sean respetuosos con los demás, pero en cambio educarlos con violencia, chantajes y castigos.
Y es que si nuestros hijos se crían en un ambiente en el que las faltas de respeto están normalizadas, es más probable que se relacionen con los demás de la misma forma, haciendo valer su criterio mediante la agresión física, verbal o emocional.
Pedirles que confíen en nosotros, pero no darles motivos para ello
"Mi hijo me miente", "no confía en mí", "no se abre", "no quiere dialogar conmigo"... Muchos padres se quejan de este tipo de comportamientos en sus hijos, especialmente a medida que van creciendo.
Por el contrario, si cada vez que nuestros hijos nos cuentan algo les criticamos y juzgamos, si no conectamos con sus intereses, les ocultamos cosas, les mentimos o no compartimos con ellos nuestras preocupaciones, lo más normal es que dejen de confiar en nosotros.
Querer que nos escuchen cuando hablamos, pero no escucharles cuando nos hablan
¿Has tenido alguna vez la sensación de que tu hijo no te escucha cuando le hablas? En muchas ocasiones, esta "sordera selectiva" se debe a la forma en que nos relacionamos con ellos; es decir, nuestros hijos perciben una falta de conexión por nuestra parte que les lleva a actuar de la misma forma con nosotros.
Si por el contrario, fomentamos la escucha activa desde el principio, estamos realmente presentes cuando nos hablan y nos comunicamos con ellos de forma positiva, no solo sentiremos que nos escuchan sino que muestran una mayor predisposición a la colaboración y al consenso.
No darles autonomía, pero criticarles cuando no saben hacer las cosas
A menudo, los padres evitamos que nuestros hijos hagan las cosas por sobreprotección, miedo a que se equivoquen, porque no confiamos en sus capacidades o porque vamos con prisa y no podemos/queremos adaptarnos a su ritmo.
Pero no siempre nos damos cuenta de lo poco que fomentamos la autonomía en nuestros hijos hasta que entran en la adolescencia, y entonces comenzamos a echarles en cara que no sepan hacer su cama, ordenar su habitación, preparar la comida o asumir responsabilidades.
Pedirles que se esfuercen y sean responsables, pero procastinar nuestras tareas
Todos tenemos obligaciones y tareas tediosas a las que nos cuesta hacer frente, y por supuesto los niños también; especialmente a medida que van creciendo en autonomía y responsabilidad.
Pero con frecuencia los padres ponemos el foco en ellos y criticamos su falta de esfuerzo y compromiso, sin ser conscientes de que nuestros hijos nos ven procastinar una y otra vez, posponiendo de forma reiterada nuestras obligaciones.
Criticarles cuando se enfadan o lloran, pero quejarnos continuamente por todo
Muchos adultos no ven bien que los niños lloren, y con frecuencia se cae en el error de minimizar o silenciar sus sentimientos, o querer que se autorregulen emocionalmente lo antes posible.
Sin embargo, nosotros nos quejamos delante de nuestros hijos continuamente (y a veces incluso nos quejamos de ellos): que si el tráfico es horrible, que si nuestro jefe no nos entiende, que si el supermercado estaba lleno de gente, que menudo horror son los madrugones, la vuelta al trabajo tras las vacaciones o la lluvia, que si nuestra suegra que se mete en todo, que si nuestra pareja no nos escucha... lo cierto es que si nos paramos a pensarlo nos daremos cuenta de que las quejas forman parte de nuestro día a día.
Así pues, ¿cómo es posible que critiquemos a nuestros hijos cuando se quejan o tienen un día malo, si nosotros lo hacemos constantemente?
Exigirles que cumplan normas de seguridad vial que nosotros no cumplimos
¿Cuántas veces habremos cruzado la carretera con el semáforo en rojo o por un sitio que no es el indicado? ¿Y cuántas veces lo habremos hecho en presencia de nuestros hijos, a pesar de decirles constantemente que hay que cruzar por el paso de peatones y cuando el semáforo se haya puesto verde?
Pedirles que lean, cuando nunca nos ven leer
El hábito lector en la infancia se inculca desde casa, y en este sentido, el ejemplo de los padres es fundamental -aunque evidentemente no lo es todo- (hay niños a los que no les gusta leer a pesar de que sus padres son muy aficionados a la lectura).
No obstante, si nuestros hijos no nos ven leer nunca, si no compartimos con ellos ratos de lectura, visitamos bibliotecas juntos o les leemos cuentos, difícilmente podrán interiorizar este hábito.
Decirles que hay que comer sano, pero premiarles con comida basura
Otra de las cosas que aprenden los niños a través del ejemplo de los padres es a comer sano y equilibrado. No en vano, este es uno de los consejos principales que ofrecen los expertos cuando el bebé comienza con la alimentación complementaria.
Sin embargo, a menudo cometemos incongruencias cuando premiamos a los niños con chucherías o comida basura a cambio de terminar el plato de espinacas, cuando les obligamos a comer alimentos que nosotros no tomamos, o cuando disfrutamos de un dulce que a ellos les negamos.
Decirles que las pantallas son malas, pero no separarnos del móvil
A los padres nos preocupa el abuso que hacen nuestros hijos de las nuevas tecnologías, los videojuegos o las tablets, y a menudo criticamos el tiempo que pasan delante de las pantallas.
Pero no somos conscientes de que nosotros hacemos lo mismo. Es más, muchos niños crecen con adultos hiperconectados a los móviles o las redes sociales, pero completamente desconectados con sus necesidades. Por otro lado, algunos padres regalan un móvil a sus hijos sin haberlos informado previamente sobre los peligros de Internet y las redes sociales.
Y es que el uso de las nuevas tecnologías, como cualquier otro aspecto relacionado con la educación, requiere de aprendizaje y buen ejemplo.