¿Cómo debieron sobrevivir nuestros antepasados sin toda la información sobre crianza que tenemos ahora?
Vivimos en la era de la información. Incluso en lo relativo a educar y criar a los hijos, hay más información que nunca, sobre todo porque antes no la había, o al menos no venía desde fuera de los hogares. Hace unas décadas se publicaron los primeros libros con consejos para educar y criar a los hijos, y ahora ya no son solo las publicaciones en papel, sino los medios en internet y las redes sociales los que difunden información, tanta, que muchas personas se preguntan si no es demasiada.
De hecho, a las personas que tienen más información se les suele decir algo así: "Me parece que lees demasiado internet" o "lees demasiados libros", y detrás va la coletilla que dice "antes no había tanta información y aquí estamos". De ahí la pregunta: ¿Cómo debieron sobrevivir nuestros antepasados sin toda la información sobre crianza que tenemos ahora?
Cuando la sabiduría saltó del hogar al experto
Hará cosa de un siglo, la sabiduría popular, la información, el secreto para criar y educar a un hijo, que durante milenios se ha traspasado de padres a hijos, de madres a hijas, fue desapareciendo poco a poco de las casas para acabar en boca de los expertos. Poco a poco, los profesionales fueron tomando el mando de la situación, fueron haciéndose con el saber y se convirtieron en la fuente fiable de información para madres y padres. Y no digo fiable porque la información fuera válida, que no lo sé (y no lo creo), sino porque eran las personas de quienes se fiaban, por encima de los consejos que pudieran dar las abuelas o abuelos, en una situación que aun ahora sigue existiendo.
A la costumbre y la razón se le sumó la ciencia, y ahora vivimos en un momento histórico en el que la evidencia está por encima de todo. Si los estudios dicen que esto es lo mejor, será esto lo que debemos hacer. Si los estudios dicen dentro de unos años que lo mejor es esto otro, deberemos modificar el plan de acción y aconsejar a los padres esto otro.
Y así, sin fiarnos ya de lo que dicen nuestras madres y nuestros padres, que los consideramos de otra época cuando no se sabía nada de lo que se sabe ahora, muchos padres actuamos en base a toda la información actual, esa que llega de los expertos, hasta que damos con alguien que dice que oye, que antes no se sabía tanto y los niños crecían igual. Y que antes nuestros padres nos dejaban llorar y no pasaba nada, que antes nos pegaban y aquí estamos, nos castigaban y no tenemos un trauma y nos hacían tantas cosas que ahora son impensables, que cualquiera pensaría que deberíamos habernos extinguido. Vamos, que a ver cómo lo hicieron nuestros antepasados sin tanto libro...
Cada día nos acercamos un poco más a la verdad
Claro que los estudios van cambiando, y a veces dicen una cosa y años después dicen otra. Pero no todos. Son muchos los que no varían sustancialmente porque ya están muy cerca de la verdad absoluta. Otros cambian, porque cambian también las sociedades, y los resultados son variables en el tiempo, según lo que se estudie. Y otros nunca podrán cambiar, porque se pudieron hacer en el pasado pero ahora ya no se pueden hacer en el presente, por cuestiones de ética y moral (no puedes hacer estudios para ver cómo es más seguro que duerman los bebés, por ejemplo, si uno de los métodos a estudio podría poner en riesgo la vida de un bebé).
Cuanto más se investiga, más cerca estamos de saber cuál es la verdad sobre un hecho concreto, así que aunque no todo lo que hagamos con los niños tiene que estar demostrado científicamente como lo mejor, sí vale la pena conocerlo porque puede ser una orientación muy válida.
No hace falta que nos provoque un trauma para saber que está mal
"Pues a mí me lo hicieron y no tengo ningún trauma", dicen muchos. Y es cierto. Pero eso no hace que sea un buen método. A muchos nos pegaban en el colegio y no decimos que tenemos un trauma, pero ahora a ningún padre le gustaría que una profesora le girara la cara a su hijo por no estar atento en clase, ¿verdad? De hecho, es un delito. Imaginad.
"Pues no hemos salido tan mal", dicen algunos que no deben de ver las noticias cada día para darse cuenta de que el mundo en el que viven está lleno de corrupción, mentiras, abusos, violencia, incomprensión, falta de empatía, falta de solidaridad, egoísmo, mala educación,... Que sí, que también hay buena gente, pero debe estar tan ocupada intentando ser feliz que no tiene tiempo de intentar cambiar un mundo que se va a la mierda por momentos. Si eso es concluir que "no hemos salido tan mal", no quiero saber qué habría pasado si "hubiéramos salido mal".
Quedaos con esta frase: "Tu sueño de pequeño era ser feliz de mayor... ¿ya lo has conseguido?". Porque muchos somos ya mayores, y oye, lo de felices aún no parece estar a nuestro alcance. Parcialmente felices sí, claro: tenemos hijos, que son lo más bonito del mundo y nos sacan una sonrisa enorme; tenemos un hogar donde vivir; algunos tenemos hasta trabajo... pero vamos hasta arriba de responsabilidades y de preocupaciones, de facturas y gastos, sin tiempo libre y luchando cada día no por esa felicidad, sino por acabar el día habiéndolo hecho todo; y así día tras día.
Y en vez de modificar este funcionamiento y eliminar las fuentes de estrés, todos a tomar vitaminas, "que voy cansado", cafés "que si no, no levanto cabeza" y a ver la tele un rato "para evadirme un poco de mi propia vida". ¿Cómo vamos a ser felices? Es más, ¿cómo vamos a serlo, si nuestros hijos van a acabar igual que nosotros? ¿Cómo no vamos a estar preocupados, si van a acabar formando parte de esta sociedad absurda?
Claro que hace falta información
Pues eso: claro que hace falta información. Para que los padres y madres, al menos, sepamos cómo ayudarles a ser mejores personas. Quizás acaben como nosotros, asqueados con el funcionamiento de esta sociedad... pero quién sabe, igual si lo están más que nosotros, sean capaces de provocar el cambio social que nosotros no somos capaces de hacer, que estamos permitiendo que nos roben nuestras vidas y nuestros derechos y aún agachamos la cabeza y les volvemos a votar.
Porque criar siguiendo nuestros instintos suena muy bonito, pero a menudo esos instintos están contaminados de nuestra infancia y de lo que hemos "mamado" como espectadores de la crianza de otros: ese instinto que te lleva a gritarle a un niño, a darle un cachete y a enseñarle quién manda, que no es tal, sino un aprendizaje que ya forma parte de ti. No naciste siendo así, pero ahora lo eres.
Para eso está la información. Para interponer nuevos argumentos y razones allí donde el corazón no llega. Si lo oigo llorar y mi cuerpo no se inmuta, si no sufro al oírlo, algo se rompió dentro de mí hace muchos años. Quizás si sé que está sufriendo, empezaré a querer hacer algo por mi bebé. Porque si no hago nada y encima creo que no le pasa nada, no estaré más que transmitiendo de nuevo el mismo "virus" que a mí me afectó hace años, y que hizo de mí un ser insensible a las demandas de un bebé. Y así, mi hijo, será de mayor un adulto también insensible al llanto de los más necesitados.
Así que no tengo ni idea de cómo pudieron hacerlo hace siglos y milenios para sobrevivir sin la información que tenemos hoy, pero sí sé que hoy, si no la tuviéramos, seríamos una sociedad aún más lamentable de lo que somos. Y a mí no me da la gana, que tengo hijos.
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