Quienes tenga hijos pre-adolescentes o adolescentes seguro que han podido comprobar cómo emulan o se dejan llevar por lo que hace o dice cierta bloguera (o bloguero), gamer o youtuber del momento. Te corroe por dentro la idea de que no tomen de ejemplo a quienes tienen más cerca y que pueden ser un buen ejemplo para ellos.
Pero parece que la realidad engaña. Eva Bach Cobacho y Montse Jiménez Vila, madres y educadoras, aseguran que han podido constatar en su trabajo de campo con los jóvenes que es justo lo contrario:
"Es muy cierto que los influencers son un fenómeno que mueve masas y se han convertido en una tipología de nuevos ídolos de los adolescentes: un 75% de jóvenes sigue a uno o más influencers. Sin embargo, cuando les preguntamos a quién admiran de su entorno cercano, un 80% admiran a alguien de su familia: padre y madre juntos suman el 60%".
Así lo explican en su libro 'Padres y madres influencers', donde proporcionan 50 herramientas prácticas que los padres comprendan el mundo en el que viven sus hijos adolescentes y se conviertan en una figura influyente en sus desarrollo. Desde Bebés y Más hemos querido profundizar más en el tema y nos han dado respuestas sorprendentes para mejorar la relación con los adolescentes.
Nuestros hijos nos admiran
Como madre de adolescente, tengo que reconocer que las afirmaciones de Eva y Montse me sorprenden y mucho, aunque está claro que de manera positiva. Me encanta la idea de pensar que aunque mi hijo critique todo lo que digo y hago y repita como su 'let motiv' expresiones o frases que algún joven de moda ha comentado en las redes sociales, realmente solo es una pose, una etapa, y sí de le va quedando un poso de la educación que recibe en casa.
De hecho, estas educadoras aseguran que la mayoría de los miembros de la Generación Z (nacidos entre 1994 y 2010) dicen admirar a sus padres por por valores y actitudes ante la vida que consideran muy valiosos como por ejemplo el esfuerzo, el ser uno mismo, la capacidad de salir adelante ante las dificultades...
Son algunas de las ideas constatadas en su último libro que aseguran escribieron con la idea de "empoderar a madres, padres y educadoras/es en general, haciéndoles conscientes de que son los primeros y más importantes influencers de sus hijos/as, ante el desconcierto y las dificultades que comporta educar en contextos cambiantes y complejos como el actual, con nuevas realidades emergentes, como por ejemplo el fenómeno de los/as influencers".
Las autoras de este libro práctico también han querido responder a las dudas que plantean las nuevas maneras de enfocar y entender las relaciones personales, la sexualidad, los estudios, el trabajo, el futuro, la felicidad y los grandes temas de la vida en general.
Y lo dicen con conocimiento de causa, ya que hablan desde su experiencia como madres y educadoras, con las respuestas de 1.500 chicos y chicas y "las conclusiones de profesionales de diferentes ámbitos que son o han sido grandes referentes en educación y en nuestro propio proceso de aprendizaje sobre adolescentes, como por ejemplo Jaume Funes, J.A Marina o Sarah-Jane Blakemore".
Comunicación con corazón
Nos cuentan Eva y Montse que se dieron cuenta de que la comunicación con los adolescentes se realiza a menudo desde una supuesta superioridad moral adulta, desde una posición absolutamente jerárquica y unidireccional, olvidando a menudo nuestra dimensión común de personas que estamos aprendiendo a lo largo de la vida unas de otras" y que, ante todo, "deseamos y necesitamos relacionarnos y comunicarnos bien y por supuesto disfrutar de estas relaciones y de esta comunicación".
Como pedagogas y maestras aseguran querer ofrecer "herramientas para una comunicación que tenga más en cuenta las dimensiones emocionales y también habilidades, competencias y valores como la empatía, la asertividad, la delicadeza, el tacto, la sensibilidad, la confianza o la mirada que dignifica al adolescente como persona".
De ahí que en este libro señalen que´palabras son indispensables para usar con los adolescentes y lograr que abran caminos, penetren y resuenen por dentro, les motiven y empoderen, les muevan hacia algo positivo y les acaricien por dentro en lugar de herirles.
Explican las maestras y madres que una de las necesidades psicoevolutivas de esta etapa, es tomar distancia del adulto para forjar su propio criterio y también confrontar nuestros mensajes para afirmarse ellos y adquirir la dosis de autonomía que les hace falta para tomar las riendas de su propia vida.
Por tanto, señalan que:
"Hay una parte de estas actitudes que son absolutamente naturales y necesarias, son propias del momento vital y hay que respetarlas, pero también hay que tener en cuenta que lo que parece y lo que es no siempre coinciden en la adolescencia. Muchas veces lo que aparentemente están rechazando con sus caras o sus conductas, lo están registrando internamente. Así pues, nada es en vano, su corazón registra los mensajes con corazón, aunque nos pueda parecer que no. Por esto es muy importante nuestra capacidad de comunicar de un modo sereno y amoroso".
Entender a nuestros adolescentes para conectar con ellos
Eva y Montse nos animan a comenzar por un cambio en el discurso para ayudarnos a llegar a ellos, como escucharles más, preguntar más qué necesitan para sentirse bien, expresarles también qué necesitamos nosotros, orientarnos más a establecer pactos en lugar de sanciones, recriminaciones o reproches constantes y algo también muy importante: "estar dispuestos a cuestionarnos actitudes y parámetros nuestros, a evolucionar y a crecer también nosotros, dándoles la razón en aquellas cuestiones que nos confrontan, con el objetivo (normalmente no explícito), de hacernos abrir a nosotros mente y corazón en aspectos en los que tal vez estamos siendo demasiado rígidos e intransigentes".
Así aseguran que tendemos a mirar de manera negativa sobre todo lo que rodea la adolescencia, sin pararnos a pensar que "las actitudes y comportamientos adolescentes confrontan muchas veces nuestros criterios, nuestras maneras de ver y hacer, pero no es una confrontación directa a nuestra persona".
Lograremos conectar más con nuestros hijos, aseguran, si entendemos que la adolescencia es la etapa del pleno despertar a la vida, con los miedos y pasiones que ello conlleva. Sin embargo,
"Muchos adultos nos hemos desencantado de la vida, estamos de vuelta de todo, con miedos, heridas y frustraciones, pero ya sin pasiones. Y debido a ello miramos a los adolescentes con envidia e incluso con hostilidad. Pero no son insoportables. A menudo lo que pasa es que nosotros no soportamos bien sus cuestionamientos o posicionamientos".
Eva y Montse señalan algunas de las numerosas cosas buenas de nuestros jóvenes:
Son generaciones muy comprometidas con todo lo referente al mundo que les rodea: aspectos sociales, de sostenibilidad, de igualdad de género...
Tienen ilusión por vivir, desprenden entusiasmo, afán de justicia.
Son agudos y divertidos y no están condicionados por miedos o ideas preconcebidas.
Son nobles y honestos si se les trata con nobleza y honestidad.
Son una bocanada de aire fresco y renovador…
Pero sin embargo, aseguran, "tendemos a focalizar más en aquellos aspectos que nos interpelan y que peor toleramos, en lugar de sus numerosos puntos fuertes".
Además, "su confrontación no suele ser un ataque personal. Van a tener que tomar las riendas de su propia vida y responsabilizarse plenamente de sus acciones y de sí mismos, y necesitan por tanto afirmarse y diferenciarse del adulto y poner a prueba lo que les decimos, constatar si funciona, si les sirve para conducir sus vidas y salir adelante autónomamente".
Desde el punto de vista psicoevolutivo y neurocientífico, añaden, sabemos que esta confrontación o transgresión es necesaria para la propia evolución. Los que no deberíamos necesitar la confrontación somos nosotros.
Además, explican las pedagogas que "parte de las contradicciones vienen generadas también por el hecho de no cumplir expectativas. La contradicción, por motivos generacionales, ideológicos… es natural y la clave está en la gestión que nosotros hacemos de esta contradicción para no entrar en un ciclo inacabable de tensiones". La clave está en la capacidad de poder mantener nosotros la calma para poder acercar visiones, actitudes y posicionamientos.
Pero no nos equivoquemos: gestionar las tensiones y dificultades no es sinónimo de tolerancia cero ante cualquier circunstancia.
Así añaden que "comprender, entender, empatizar con los adolescentes, educarles con ternura y afecto, es perfectamente compatible con poner límites y con señalar claramente lo que no consideramos adecuado, conveniente, saludable, ético o correcto, así como con expresar lo que no nos gusta y lo que no vamos a tolerar o a consentir". Dicho esto:
"Pueden (e incluso en algunos casos deben) comportarse distinto a lo que quizá haríamos nosotros y es sano establecer normas y límites y hablar con nuestras hijas e hijos de la gestión y aceptación de estas normas. Una mala actuación o comportamiento en un momento determinado es un acto que ocurre en la adolescencia y que no solo responde a determinadas necesidades, sino que también son experiencias de aprendizaje para todos".
Otra cosa, señalan, es la sistemática reiteración de comportamientos que afectan no solo su desarrollo sino su interacción con los otros y con el entorno. Aún aí, aseguran que:
"ante comportamientos inadecuados debemos buscar también qué hay detrás, a qué necesidades, inquietudes, preocupaciones o emociones responden, qué nos están diciendo de esta forma que no saben decirnos de otros modos, y ayudarles a establecer nuevas normas y pautas de conducta teniendo como punto de partida los valores universales de respeto, empatía, compromiso, gratitud...".
Ideas para ser un 'influencer' para nuestros hijos
"Lo que somos y lo que hacemos siempre es más importante que lo que decimos. Gran parte del aprendizaje de habilidades personales, socioemocionales y para la vida se realiza por imitación y ósmosis, gracias a las neuronas espejo. Por eso lo más importante en educación no es lo que hacemos las madres y los padres con los hijos, sino lo que hacemos con nuestras propias vidas".
Son opiniones resultado de su experiencia y estudio, que abogan por "transmitir e irradiar con nuestras actitudes aquello que intentamos inculcarles con nuestros 'discursos'".
Aseguran que:
Si queremos que nuestros hijos sean personas agradecidas, debemos serlo nosotros con nuestros propios padres, amistades, pareja, en el trabajo... y por supuesto con ellos y ellas.
Si queremos que se motiven por algo, "no les soltemos un discurso sobre la motivación, que nos vean motivados por algo a nosotros y que vean que ese algo tiene sentido, que vale la pena y que en alguna medida nos hace mejores personas".
Si queremos ser un buen referente "conviene que nos preguntemos qué actitudes debemos desechar por anacrónicas, inservibles o insanas y cuáles debemos adoptar y desarrollar o actualizar".
Al preguntar a Eva y a Montse qué actitudes de los influencers más atractivos para nuestros hijos podríamos copiar para ser nosotros sus referentes, señalan: "la cercanía, la autenticidad, el ser uno mismo, reconocer y admitir las propias limitaciones, dificultades y emociones sin complejos, la honestidad, las ganas de disfrutar y de pasarlo bien, la naturalidad para hablar de cualquier tema, para afrontar con sensibilidad, lucidez y coraje los grandes temas de la vida que muchas veces ni mentamos porque los hemos convertido en tabú, o tenemos ideas muy rígidas sobre ellos, o muy confusas. Aunque sean temas más complejos, son temas esenciales que a nuestros jóvenes les importan y les preocupan".
Es posible mejorar la relación profesor-alumno
Aunque el título del libro hace referencia exclusiva a madres y padres, las autoras aseguran que se dirige a cualquier persona que tenga adolescentes cerca y quiera vivir de un modo más agradable esta etapa, tan maravillosa como desconcertante.
"Los profesores pueden influir positivamente sobre sus alumnos, convirtiéndose, por ejemplo, en referentes de las soft skills o de las nuevas habilidades que constatamos que requiere el mundo laboral actual". Pero también, "cambiando la mentalidad respecto a cuestiones de orientación psicopedagógica en lo que el propósito de los estudios se refiere".
Eva Bach Cobacho y Montse Jiménez Vila terminan asegurando que "los educadores debemos plantearnos cuál es nuestro concepto de buen adolescente. También como educadores y educadoras debemos siempre tener una mirada positivadora hacia el alumno".
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