La crianza respetuosa ha supuesto para mi la fuente de respuestas a todas las preguntas que me empezaron a surgir una vez me convertí en madre. El apego, criar respetando los tiempos de los niños y tratar de entender sus emociones me mostró el camino a seguir para desempeñar ese papel fundamental que jugamos los padres en la vida de nuestros hijos.
Sin embargo, en esa búsqueda de ser la mejor madre para mis hijas, he encontrado que hay situaciones en las que, por mucho que leo, analizo, respiro y cuento hasta 10, salen a flote reacciones que están implícitas en mi propia personalidad, o incluso el agotamiento que supone cuidar.
La crianza respetuosa no te libra del sentimiento de culpa
La crianza respetuosa supone empatizar con las emociones del niño para entender su comportamiento y a partir de ahí, guiarles desde el respeto (filosofía totalmente contraria a la crianza autoritaria tan común hasta hace solo unos años). Es un trabajo maravilloso porque logras ponerte en sintonía con él y entiendes que el proceso por el que pasamos los seres humanos desde que somos bebés hasta que nos convertimos en adultos es una construcción que se realiza día a día, en donde los cimientos se forman desde que nos ponen por primera vez al bebé en nuestros brazos, y en el poco a poco se ponen ladrillos en forma de experiencias.
Para los padres supone participar activa y concienzudamente en ese proceso y esto puede llegar a ser agotador. Incluso a veces siento que la crianza respetuosa tampoco se libra de la culpa, ese sentimiento que viene implícito con la maternidad y que nos persigue como una "voz de la conciencia" que con frecuencia cuestiona cada cosa que hacemos o decimos, por el temor de estar haciéndolo mal o de borrar con una acción todo lo que hacemos con nuestros hijos día a día.
Exceso de información, ¿y de exigencia?
En un mundo tan hipercomunicado como este, ya casi ni debemos teclear para encontrar información sobre las situaciones que estamos viviendo: existen millones de páginas, foros, post en redes sociales (que generalmente solo muestran el lado idílico de la crianza a través de una foto o vídeo -que poco puede decir-), que nos dan pautas sobre como actuar en determinadas situaciones y que pueden llegar a ser demasiado exigentes con el "deber ser" de nuestro comportamiento.
Sin embargo excedernos, fijarnos solo en la teoría y obviar nuestras propias circunstancias puede elevar nuestras expectativas a un horizonte demasiado alto, trayendo consigo frustración y más culpa. Ni existe un método infalible para tratar cada situación, ni hay un manual para ser una madre o padre perfectos porque somos seres humanos y no máquinas que se pueden programar.
Es necesario dejar de juzgar a otras madres, ¡pero también a nosotras mismas!
La realidad que supone el día a día con un niño implica tener prisas, enfadarnos, hacer algún malabar para que coman o incluso poner malas caras: somos humanos y es completamente normal tener ese tipo de actuaciones, ¡la improvisación está a la orden del día!
Así como a través de la crianza respetuosa muchos buscamos ser mejores madres y padres a través de la empatía, también deberíamos ser más condescendientes con nosotros mismos. Por eso abogo porque en en esa filosofía nos incluyamos... respetemos nuestro estado de ánimo, permitámonos ser humanos y cometer errores al no reaccionar tal y como "mandan los cánones" o simplemente atendamos nuestras propias necesidades sin sentir culpa por ello. Preparar a los hijos para la vida también tiene que ver con esto.