Hay algo muy cierto acerca de tener hijos: nadie nace sabiendo ser madre o padre. A pesar de que cuando éramos pequeños podíamos pensar que nuestros padres lo sabían todo, la verdad es que siempre improvisaron y fueron aprendiendo sobre la marcha, algo de lo que eventualmente nos damos cuenta al ser mayores.
Y aunque algunos podemos pensar "no seré como ellos", lo cierto es que es inevitable. De acuerdo con una encuesta, las mujeres comenzamos a convertirnos en nuestras madres a los 33 años. Te explicamos por qué sucede este cambio, en el que finalmente entendemos que de algún modo, siempre tuvo la razón.
¿Cuándo empezamos a parecernos a nuestras madres?
Realizada por el cirujano Julian de Silva en Londres, la encuesta contó con la participación de 2.000 personas. En ella, se les preguntó cuál había sido la edad en la que habían comenzado a parecerse a sus madres y padres, y cómo se habían dado cuenta de este cambio en su forma de pensar y de vivir.
De acuerdo con las respuestas, las mujeres respondieron que al entrar en la década de los treinta años, particularmente a los 33, es cuando habían notado que ahora aspiraban a ser más como sus madres e incluso habían comenzado a hacer algunas cosas que ellas hacían, como adoptar su forma de pensar, sus gustos y actitudes.
La razón de esto, según explica el cirujano en entrevista para el Daily Mail, es que al iniciar la década de los treinta años, muchas mujeres se convierten en madres, por lo que es natural que comiencen a imitar muchas cosas del modelo que cada una ha tenido: su propia madre.
"Todos nos convertimos en nuestros padres en algún punto de nuestras vidas, y eso es algo que debe celebrarse. Son las personas más maravillosas del mundo. Convertirse en padres es el principal motivo de este cambio y algunos factores de nuestro estilo de vida también son importantes", explica. "Ambos géneros dijeron que los signos físicos de la mediana edad también eran factores clave. Comenzamos a sentirnos como nuestras madres y nuestros padres cuando comenzamos a lucir como ellos."
En el caso de los hombres, la edad en la que comenzaban a convertirse en sus padres era a los 34, que también suele ser la edad en la que muchos ya han tenido sus propios hijos.
Al final, terminamos convirtiéndonos en nuestras madres
Cuando somos jóvenes, es común que muchos reneguemos de nuestros padres y de cómo hacen las cosas, especialmente en etapas complicadas como la adolescencia. Podemos jurar y decir que nunca seremos como ellos, o que seremos más relajados o abiertos en algunos temas. Y entonces llega nuestro turno de ser madres y padres, y la vida nos calla la boca.
Hay una frase muy graciosa que dice: "a veces abro la boca y mi madre sale de ella", porque a muchas nos pasa que de repente, un buen día, te encuentras repitiendo con tus hijos esas frases que tu madre te decía en la infancia o adolescencia y que tanto habías jurado no repetir.
Y es que aunque en inicio pudimos planear hacer las cosas de forma muy distinta a nuestros padres, lo cierto es que es casi inevitable que eventualmente seamos como ellos. Las razones detrás de esta transformación son en realidad muy sencillas.
En primer lugar, entramos a otra etapa de maduración de nuestra vida. Así como en cada etapa nueva vamos cambiando de forma de pensar, la década de los treinta muchas veces supone un momento de introspección y análisis interno que nos hace revalorar muchas de las creencias y pensamientos que tenemos. Alcanzamos una edad más madura, similar a la de nuestros padres cuando éramos pequeños.
Y claro, la influencia más grande en esta transformación y cambio de forma de pensar, es la llegada de los hijos. Es verdad que aunque los estilos de crianza vayan cambiando con el paso de los tiempos y de generación en generación, hay muchas cosas que sin darnos cuenta copiamos de nuestras madres.
Desde luego, también hay cosas que hacemos solo por oposición o por no parecernos a ellas, porque ya vivimos en carne propia lo que nos gustó y lo que no de la forma en cómo fuimos criados, y ahora que es nuestro turno, tratamos de hacer las cosas lo mejor posible con nuestro hijos.
Pero la realidad es que eventualmente, terminaremos pareciéndonos mucho a ellas, pues a fin de cuentas vamos siguiendo el modelo que mejor conocemos y el más fuerte que tenemos sobre cómo ser mamá: nuestra madre.
¿Es esto algo malo? Si lo vemos desde el punto de vista de todas aquellas cosas que no nos gustaban, quizás la idea no nos encante y hasta digamos "¡eso jamás me pasará a mí!". Pero también sucede algo clave en la vida de las mujeres: finalmente entendemos a nuestras madres.
Dicen que para entender a otros tienes que ponerte en sus zapatos, y ahora que nosotras mismas tenemos hijos, comenzamos a entender muchas de aquellas cosas que no tenían sentido para nosotros, y entendemos que nuestra madre hizo lo mejor que pudo, así como lo hacemos ahora con nuestros hijos.
Así que si un día te encuentras repitiendo las frases de tu madre, o te das cuenta que ahora piensas como ella, quizás hasta te rías de ti misma. El cambio es inevitable, y a final de cuentas, vamos tomando el mismo camino por el que ya pasaron nuestros padres.