Cuando mis hijos eran pequeñitos, una de las cosas que más ternura me producía era comprobar la carita de admiración con la que me miraban cuando hacía algo que ellos no sabían hacer, o cuando respondía a sus innumerables dudas.
Y es que eso de sentirte especial y 'todopoderoso' ante tus hijos resulta fascinante, aunque el tiempo y la madurez acaban enseñándoles que papá y mamá no lo saben todo ni pueden con todo. Y es necesario e importante que así sea.
Por qué los niños pequeños creen que los padres somos 'todopoderosos'
Les curamos cuando se hacen daño, les calmamos cuando están inquietos, les consolamos con un sencillo abrazo, tenemos respuesta para todas sus preguntas, somos capaces de imitar voces y sonidos mientras les leemos un cuento, conducimos, trabajamos, cosemos sorprendentes disfraces, cocinamos, arreglamos cosas cuando se estropean, hacemos que su mundo parezca siempre maravilloso...
Esta visión que los niños tienen de sus padres se debe a varios factores. Por un lado a su maravillosa inocencia y esa capacidad de sorprenderse e ilusionarse por cualquier cosa.
Así, por ejemplo, son capaces de pasar del llanto porque su juguete se ha roto, a la risa emocionada e incrédula cuando papá o mamá lo arreglan, contribuyendo a que esa imagen idílica y todopoderosa que tienen de nosotros sea cada vez más sólida.
Por otro lado, el hecho de que un niño crea que sus padres son los más inteligentes, los más fuertes o los que más saben le hace sentirse seguro, confiado y protegido. Aunque esto es fundamental para fomentar un apego seguro, también debemos saber cómo gestionarlo a medida que el niño vaya creciendo.
Los padres somos un modelo para nuestros hijos desde que nacen, y todos los conocimientos y aprendizajes de vida que van interiorizando lo hacen a través de nuestro ejemplo (de ahí la importancia de tomar conciencia de nuestros actos y de cómo nuestros hijos nos observan a cada instante).
Ellos aspiran a ser como papá y mamá, y por eso es positivo que tengan en su cabecita una imagen tan maravillosa y perfecta de nosotros, pues esto les ayuda a esforzarse, a crecer y a desarrollarse como personas.
Evidentemente, a medida que vayan madurando se irán dando cuenta de que que los padres también cometemos errores y que no lo sabemos todo. De hecho, es muy importante que lleguen a esta conclusión, tal y como veremos a continuación.
Los padres no lo sabemos todo, y no pasa nada por admitirlo
Como acabamos de mencionar, es bueno, positivo y necesario para el desarrollo del niño llegar a la conclusión de que sus padres no lo saben todo.
En este sentido, no hay nada malo en admitir que no sabemos algo cuando nos preguntan, pero que tenemos mucho interés en conocer la respuesta e incluso proponerles investigar juntos.
Y es que a veces podemos caer en el error de intentar salir del paso respondiendo lo primero que se nos viene a la cabeza, o incluso inventándonos la respuesta, porque ¿qué pensarán nuestros hijos de nosotros si no sabemos responder sus dudas?
Pero lo cierto es que admitir que nos somos omniscientes nos ayuda a conectar con ellos, a compartir un interés común, a aprender cosas nuevas y a demostrarles que el aprendizaje es algo que se sucede a lo largo de toda la vida.
Por el contrario, querer llevar siempre la razón o sobreproteger a los hijos dándoles la respuesta en bandeja a todos los problemas son conductas tóxicas que impiden al niño desarrollar su pensamiento crítico, tomar las riendas de su propia vida o crecer con la libertad de equivocarse.
En definitiva, es necesario que nuestros hijos vayan comprendiendo a medida que crecen que los padres no lo sabemos todo, no podemos con todo y nos equivocamos a veces.
Y es que en contra de lo que inicialmente podamos pensar, reconocerlo no es ninguna muestra de flaqueza por nuestra parte, sino un valioso aprendizaje de vida para nuestros hijos.