"Si no estoy en redes, dejo de existir": el estrés digital en los adolescentes y la presión de estar siempre disponibles para los amigos

"Si no estoy en redes, dejo de existir": el estrés digital en los adolescentes y la presión de estar siempre disponibles para los amigos
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Recuerdo en consulta una adolescente de 14 años, hablando sobre amistades, que me dijo una vez, angustiada: "Si no estoy conectada, nadie se acuerda de mí. Es como si dejara de existir."

No era una frase dramática, ni una exageración pasajera. Era su forma de nombrar algo que le ocurre a muchos adolescentes: la sensación de que desconectarse de las redes sociales es igual a desaparecer. Y en el mundo adolescente actual, desaparecer es uno de los mayores temores.

El nuevo patio del recreo… que nunca cierra

Hoy la identidad adolescente no se construye solo en clase o en casa. También se levanta en Instagram, se defiende en WhatsApp y se alimenta en TikTok. Las redes sociales son su nuevo entorno natural, su 'patio del recreo extendido'… solo que sin horario de cierre, sin profesores vigilando y con una audiencia constante.

No se trata solo de "estar mucho rato con el móvil". Se trata de una presión a todas horas: tener que estar disponibles, atentos, visibles y al día de todo. Todo el tiempo.

Y ahí es donde aparece el FOMO: Fear Of Missing Out, o el miedo a perderse algo. Un fenómeno que puede sonar moderno, pero que en realidad es muy primitivo: temor a quedarse fuera del grupo, a no ser tenido en cuenta, a no formar parte ('no pertenecer').

Qué ocurre, que en la adolescencia, donde pertenecer es casi una necesidad biológica, este miedo se multiplica. Y en este escenario, el estrés digital no es solo un exceso de pantallas. Es la angustia de estar "demasiado conectado y, a la vez, nunca lo suficiente". Es sentir que si no ves el último meme del grupo, si no reaccionas rápido a una historia, si no comentas una publicación importante, te quedas atrás.

El estrés digital se traduce en los adolescentes en la angustia de estar "demasiado conectado y, a la vez, nunca lo suficiente". 

Estar siempre disponibles en las redes agota

Lo peor es que no hay una meta clara: no hay descanso, ni momento para decir "ya está, ya cumplí". Siempre hay una nueva notificación, una nueva conversación, una nueva historia que "tienes que ver". Porque si no la ves, si no la comentas, si no la compartes, es como si no estuvieras ahí.

Y ese estrés del que hablábamos puede traducirse en hiperdisponibilidad emocional. Muchos adolescentes sienten que deben estar siempre listos para responder, animar, apoyar o reaccionar. Tienen miedo de que si no contestan, decepcionan. Si no siguen el ritmo, se quedan fuera. Y claro, esto repercute en las amistades.

El grupo de WhatsApp del instituto no descansa. Los mensajes llegan a medianoche. Las conversaciones se acumulan durante una clase. La amiga que está mal necesita respuesta inmediata. Y ellos no pueden —ni saben— poner límites sin sentir culpa o miedo.

Lo que antes era "desconectar para descansar" ahora se vive como desconectar para quedar fuera.

¿Y la amistad? Dónde queda el vínculo auténtico

El problema no son las redes. El problema es cuando la amistad se convierte en un sistema de notificaciones. Cuando se mide la cercanía por la cantidad de mensajes y no por la calidad del tiempo compartido.

Cuando se interpreta que si alguien tarda en responder, es que está enfadado o no le importas. Cuando decir "necesito estar sola" suena a traición...

Así, la amistad —que debería ser un refugio emocional— se convierte en un terreno lleno de normas no escritas, expectativas digitales y consecuencias invisibles.

¿Qué podemos hacer como adultos?

No sirve decirles que apaguen el móvil o que "eso no es tan importante". No basta con prohibir redes o limitar el WiFi. Lo que necesitamos es escuchar, entender y acompañar. Pero, ¿cómo lo hacemos?

  • Valida sus emociones. El FOMO puede parecer trivial, pero duele de verdad. Escuchar sin juzgar es el primer paso para que puedan poner palabras al estrés que sienten.
  • Habla del descanso digital como un acto de autocuidado, no de castigo. Desconectar no es dejar de existir, es reconectar consigo mismos.
  • Ayúdales a crear espacios de amistad offline. Paseos, juegos, escribir cartas, cocinar juntos… momentos que no se miden en likes pero que importan, y mucho.
  • Comparte tu experiencia. Cuéntales cómo te sientes tú cuando te abruma el móvil, cuando te cuesta desconectar, cuando temes "perderte algo". Compartir desde la humanidad os puede acercar.

Un escenario lleno de estímulos: la importancia de recordar esto

Los adolescentes de hoy no son frágiles ni caprichosos. Son sensibles, intensos, profundamente sociales. Solo que ahora, el escenario en el que se construyen está lleno de estímulos a todas horas, espejos digitales y silencios que parecen sentencias.

No siempre es que estén enganchados a una pantalla. A veces solo intentan 'sobrevivir' emocionalmente en un entorno donde la desconexión se siente como desaparición. Y necesitan que alguien les recuerde algo esencial:

  • que no tienen que estar disponibles todo el tiempo para ser queridos,
  • que no hace falta contestar en 5 minutos para ser buenos amigos,
  • y que existen —con toda su valía— incluso cuando nadie los está mirando.

Porque al final, ser visto no es lo mismo que ser mirado. Y eso, aunque no se suba a stories, puede cambiarles la vida.

Foto | Portada (Freepik)

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