Las 12 cosas que en casa están siempre hechas un asco por culpa de los niños

Una de las cosas que más ilusión hace en la vida es cuando entras a vivir en tu nuevo hogar con tu pareja y lo vais decorando a vuestro gusto, poniendo los muebles nuevos, cada cosa en su sitio, y vais creando las dinámicas para mantenerlo relativamente limpio y recogido. Estáis tan contentos y orgullosos que cuando vienen los amigos les enseñáis el piso y hasta explicáis por qué habéis puesto tal cosa aquí, tal mueble allá, lo práctico que es esto o aquello y lo bonito que lo tenéis todo.

Así, hasta que tenéis un bebé, luego quizás otro, y luego quizás otro. Aunque en el fondo da igual que sean uno que tres, porque uno solo se basta para cumplir muchas de las cosas que vamos a explicar hoy: las 12 cosas que en casa están siempre hechas un asco por culpa de los niños.

Sus bodies, su ropa, tu ropa, las sábanas...

Vale, la ropa no es algo de casa en realidad, pero es el inicio de una serie de cosas que van a estar cada vez peor con las que vas a tener que convivir y que van a ir acostumbrándote poco a poco a la relativa suciedad, a la imperfección, a dejar atrás tu sueño de tener tu casa limpia y recogida.

Todo empieza cuando tienes el bebé y empieza a echar leche... te mancha la ropa, se mancha y deja sus sabanitas, y las de tu cama, llenas de leche. Se lavan, claro, todo se lava, pero a veces acaba quedando una pequeña mancha de que ahí hubo leche, como en la zona de las ingles de los bodies cuando hay una fuga de caca. Tú ahí frotando, dale que te pego, intentando quitar ese amarillo marronoso que parece no irse nunca, y así acabas llevando al niño con bodies y pijamas limpios teñidos de una caca fugitiva que no quiso quedarse en el pañal.

El retrete

Esto es cuando ya han crecido, ya hacen sus cosas en el retrete, y sobre todo si son niños (y sobre todo si, como yo, tienes tres niños). No pasan 24 horas que el retrete está salpicado de orina, en el fondo hay restos de caca y percibes un aroma de lavabo público bastante sospechoso.

Que sí, que cuando limpias le das con lejía, pero es que no puedes dejar pasar más de 48 horas sin darle porque eso acaba siendo asqueroso... y no digamos de aquellas veces que vas tan tranquilo y cuando llegas te encuentras alguna toallita con caca en el suelo, algún resto marrón en la tapa ("por favor, que sea chocolate...") o incluso el mojón ahí dentro porque no han tirado de la cadena.

Los muebles

Pues sí. Los muebles, tus queridos muebles, que acaban picados porque les da por golpear cosas contra ellos, pintados porque les deben parecer sosos, rallados porque es genial jugar con los coches metálicos ahí, con las puertas descolgadas porque juegan a abrir, cerrar y colgarse, descoloridos de una zona porque un día se les cayó no sabes qué líquido, porque por más que les preguntas no saben decirte, pero tú estás seguro de que no puede ser otra cosa que algún tipo de ácido o sangre de alien.

Las paredes

Por lo mismo, que deben parecerles sosas, una de las mayores aficiones de los niños es pintar las paredes. Sí, ya sé que la teoría dice que los niños empiezan a expresarse dibujando con la amplitud de todo el brazo, moviendo el hombro, y buscando en consecuencia superficies grandes, pero leñe, que les pones papeles grandes y da igual, te la siguen pintando. Y cuando ya no lo hacen, pues te encuentras manos, huellas de dedos, zapatos, golpes de coches, patinetes, juguetes voladores y manchas inexplicables. Ayer miraba una mancha roja en el techo de la cocina y no supe descifrar qué era. Quizás ketchup, pero es que ¿en el techo?

Lo de dentro de los cajones

Que es una manera de decir, también, que a ver dónde está esto y dónde está aquello. Porque te abren los cajones, te sacan las cosas, te las vuelven a meter, te cogen cosas que les han gustado y que se las llevan a otro planeta (a ver si no, dónde están, porque en casa no), y aunque cuando tienes un rato te dedicas a volver a poner orden, en poco tiempo está todo igual, o peor.

Incluso lo hacen con sus cajones y armarios, que les pones los pijamas bien doblados, la ropa interior ordenada y cuando han pasado dos días solo hay una pelota de ropa ahí dentro porque buscan el pijama preferido o los calcetines no sé qué y para llegar a ello tienen que movilizar el resto. Y luego se lo piensan dos veces y dicen que ese pijama mejor no, y entonces cogen otro y el primero lo meten tal cual, "tó pa dentro".

El sofá

O quizás debería decir los sofás, porque en mi casa vamos ya por el tercero en 11 años. El primero aguantó como un jabato (también costó más que ninguno porque aún no éramos padres), pero es que le metieron caña para parar un tren. Saltos, volteretas, peleas de súper héroes, sentarse donde no toca, caminar por el respaldo, llevarse el agua, mojarlo todo. Llevarse comida, caérseles. Llevarse leche, mancharlo todo. Y por más que les dices que no se lleven comida al sofá, ahí que te aparecen con lo que sea que estén comiendo.

Hasta los he visto pintar con rotuladores como si fuera una mesa. Que sí, que hay un papel, ¡pero es que el rotulador traspasa, o se salen pintando! Una vez el pequeño se dejó uno abierto y al sofá no se le ocurrió otra cosa que ir absorbiendo la tinta del rotulador. Lo dejó seco y la mancha fue de campeonato.

Así que desenfunda, lava, enfunda de nuevo... desenfunda otra vez que no sé qué han tirado y está hecho un asco, vuelve a desenfundar que está malo y ha vomitado en el sofá. Y así acaban las fundas fatal y el sofá ya con una forma indescriptible.

El suelo

Se soluciona fregando, sí, pero es que puedes encontrarte de todo. Restos de comida, de bebida, de plastilina seca, de rotulador, de... y vas pisando y te vas quedando pegado, y a fregar porque como lo dejes más rato no sabes si va a pasar a formar parte ya del suelo. Y mientras te decidías a fregar o no, estaban todos muy quietos, pero es coger la fregona y activárseles la necesidad de hacer pis, caca, comer, coger un juguete que hace días que no tocan, ir a ver a su hermano a la habitación de al lado...

Que "no pases que estoy fregando", que "te puedes caer", que "me lo vas a manchar todo otra vez" y oye, ni puñetero caso. Se esperan un momento y luego, a la que te despistas pasan por un lateral, pegaditos a la pared, poco a poco, como si esa zona del suelo estuviera seca o nunca se fregara.

La pantalla de tu móvil

O de la tablet, o de ese dispositivo inteligente que les dejas cuando estás a punto de saltar por la ventana. Luego te da hasta por revisar sus manos, su ropa, su nariz o su boca, porque parece imposible que la pantalla esté tan sucia si tu hijo no parece recién salido de un vertedero. "¿Qué demonios has hecho para que la pantalla esté así? Ah, que te has comido no sé qué y lo has manchado...", "ah, que has estornudado encima y lo has limpiado con la manga, que ahora que veo tiene mocos secos de todo el día", "ah, que no sabes cómo explicarlo". Así que sí, a veces te encuentras el móvil todo pringado de sustancias que no sabes qué son y que a veces vale la pena no saber.

La tele

Será porque les dejamos el móvil o la tablet, que acaban por pensar que todas las pantallas son táctiles. Así que se plantan en la tele y empiezan a tocar para ver si pasa algo, o porque son pequeños y quieren tocar a sus personajes favoritos. O quizás están señalando algo en la pantalla para enseñártelo y tienen que tocarlo para que lo veas (que si no lo tocan deben pensar que no vas a saber qué señalan).

El espejo del lavabo

¿Pero cómo demonios os laváis los dientes? ¿Frotáis hacia afuera? ¿Escupís directamente al espejo? Porque siempre que voy me encuentro el espejo lleno de pasta y saliva en un montón de gotitas desperdigadas...

El hermano pequeño

Porque como es el pequeño ya te preocupa un poco menos que se manche, porque como ya tienes más de uno no te da tiempo a tenerlo todo en orden, niño incluido, y porque el mayor, o los mayores, tienen la afición de probar sus experimentos con el pequeño antes que consigo mismos.

La habitación donde están los juguetes

Ahí donde están los juguetes, olvídate de conseguir un mínimo orden. O no te olvides, por si lo consigues. Pero es que juegan, recoges y cuando ya lo tienes todo bien tienes que trasladarte a otra zona de la casa donde han estado para recoger lo que han dejado. Y cuando acabas de ahí vuelves a la habitación de los juguetes, donde vuelve a haber de todo por los suelos, y así en un juego involuntario en que les vas persiguiendo para ir eliminando las huellas de su presencia, o al menos intentándolo.

Y sí, claro que con el tiempo aprenden a recoger, pero hasta que lo interiorizan puede pasar un tiempo, y quieras que no, es más el tiempo que está todo hecho un asco que el tiempo que está bien.

Fotos | iStock
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