Cuando se acaba la baja maternal las familias deben elegir qué hacer con el cuidado de un hijo. La madre puede volver al trabajo y dejar al niño con algún familiar (suelen ser los abuelos), en la guardería o bien puede coger una excedencia y ser ella misma (o el padre) la que cuide de su hijo. En cualquier caso y bajo mi experiencia personal me atrevo a afirmar que, de todas estas opciones, lo difícil es criar a un niño en casa.
Hace unos meses hablamos acerca del dónde es mejor que pasen los niños sus primeros años de vida y concluímos, gracias al estudio de la NICHD, que lo ideal es que estén con su familia y si puede ser con su madre o con su padre, mejor.
Entre la madre y el padre, el que suele quedarse con el niño es la madre, por dos cuestiones bastante lógicas: es la que tiene un vínculo más fuerte con el hijo al haberlo gestado, parido, alimentado y es la que más le conoce al haber pasado los primeros meses de vida con él (por ello hablaré más de “madre" que de “padre").
En la sociedad actual las mujeres que tienen hijos y trabajan son las consideradas superwoman, porque en 24 horas tienen que hacer caber su vida laboral y su vida familiar, casi sin descanso.
No dudo que es durísimo, quizás agotador y sin duda digno de elogio, sin embargo, para mí, es más duro el día a día de las mamás que deciden no ir a trabajar y quedarse en casa cuidando de su hijo y curiosamente es una labor menos reconocida e incluso criticada.
Una cuestión psicológica, que no física
La diferencia es básicamente psicológica (del desgaste físico no hablamos porque seguro que es tremendo en todas las mamás): la madre que va a trabajar desconecta, vuelve a formar parte del engranaje social y recupera parte de la que era su vida anterior. Esto supone recuperar diálogos, relaciones, momentos y dar un aire de continuidad a la vida, con cambios, por supuesto, pero siguiendo con lo que quedó atrás.
La madre que se queda en casa, en cambio, sigue fuera de la vida social, pierde el hilo del que era su trabajo, pierde relaciones y conversaciones y hace que el cambio de vida que supone tener un hijo sea total, pues no recupera nada de la que era su vida anterior.
Dicho de otro modo, es más ameno estar siete horas en clase, escuchando siete asignaturas diferentes, que estar siete horas con la misma asignatura, es más ameno trabajar 16 horas diarias en dos sitios diferentes que 16 horas en el mismo sitio y por lo tanto es más ameno para una persona diversificar las horas del día entre el trabajo y la casa, que dedicar todas las horas a tu(s) hijo(s).
Conozco a pocas madres que no trabajen para criar a sus hijos (mi mujer es una de ellas), pero en lo que suelen coincidir es en que es muy duro que, muchos días, al llegar el marido a casa, sea la única persona con la que pueda mantener un diálogo de confianza.
Si a ello le añadimos que quedarse en casa suele ser criticado (la mujer no produce, no cobra, no cotiza, no permite que su hijo vaya a la guardería “con lo que se espabilan ahí" y encima hace parecer al resto de madres “malas madres" por no quedarse con sus hijos) puedo volver a afirmar que la mamá que se queda en casa es para mí la que hace el “trabajo" más duro.
Quedarse con tu hijo en casa suma más que resta
Pero no todo lo que supone criar una misma a los hijos debe reducirse a la “falta de" (falta de relaciones, falta de trabajo, falta de dinero, falta de vida social) porque criar a un hijo en casa no debe ser visto como una resta, sino como una suma.
La madre que cria a sus hijos puede sentirse realizada igualmente pese a no ascender (no hay ascenso posible) y pese a no cobrar (porque la llamada realización personal depende de los objetivos, y la madre que cuida de su hijo tiene el objetivo de ser una buena madre y de ser capaz de dar a su hijo los cuidados que precisa). Ver todos y cada uno de los aprendizajes de un hijo, vivir junto a él sus rabietas, sus enfados, sus sonrisas, sus logros, sus llantos, sus preguntas, sus caídas, sus aspiraciones, sus despertares, sus… no tiene precio.
Es habitual que en el momento de ser padre o madre alguien te diga: “aprovecha, porque crecen rapidísimo y cuando te das cuenta ya son mayores". Las mamás que pueden criar a sus hijos no pueden tener esa sensación, porque ellas simplemente no pueden pasar más tiempo con ellos. Quizás por eso, cuando vuelvo a casa, Miriam me dice: “cuéntame algo, por favor, que eres el primer adulto con el que hablo hoy”.
Fotos | Jon Ovington, Jaime Ivins en Flickr
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