Cuando eres joven estás deseando tener coche para poder tener novia y poder hacer el amor en el coche. Cuando tienes coche estás deseando tener novia para poder usar el asiento de atrás para algo más que llevar a los cafres de tus amigos.
Cuando tienes novia estás deseando tener un piso para irte con ella y poder hacer el amor en una cama, que en invierno en el coche hace frío y uno se cansa de hacerlo encogido. Cuando tienes piso y novia aprovechas y disfrutas de ello, hasta que el amor es tan bonito que un día decidís tener un hijo.
Entonces, cuando tienes un hijo, te acuerdas de lo bien que se hacía en un coche donde, a pesar de estar incómodo, tenías todo el tiempo del mundo, porque todo ha cambiado. Creías que la vida sexual de pareja iba a ser siempre activa y maravillosa y de repente te das cuenta que han aparecido ocho problemas a la hora de hacer el amor, porque tienes hijos.
1. Imposible encontrar un momento para estar juntos
Parece mentira que después de un tiempo viviendo juntos, con todo el tiempo del mundo, o casi, para hacer vida de pareja, ahora no tengas ni un minuto de intimidad con tu pareja. Cuando los hijos son bebés, porque son bebés y acaban en la cama (y porque no acaba de apetecer), cuando crecen un poco más porque en cualquier momento se despertarán y no es plan de que te vean ahí meneándote y cuando son más mayores y duermen en su habitación porque se levantan de la cama y aparecen junto a tu cama haciendo uso del más absoluto silencio para llegar hasta ahí, que no caminan, flotan en el aire.
Así que te tienes que espabilar y hacer un estudio minucioso de los despertares y sueños profundos para conocer el patrón de sueño y vigilia y saber que los lunes y los jueves, de 23:38 a las 01: 11 parece dormir de manera profunda, pero que los martes, miércoles y viernes, ese momento sucede entre las 00:21 y las 01:56. También hay que tener en cuenta que si esa semana hay festivo intersemanal el niño puede confundir el miércoles por un jueves, por lo que a partir de ese día el patrón debe ser revisado y modificado.
Y esto es lo que nos lleva al siguiente problema.
2. Prelimi…, prelimi…, prelimi…
Que no me sale la palabra porque ya no sabe uno ni lo que son. Prelimi…, prelimi…, es igual, eso que se hace antes del coito, que cuando tienes hijos no puedes hacerlo y resulta que lo tienes que hacer todo a la vez.
Así que tú estás ahí en el tema y ella te dice que quiere que le acaricies un poco por aquí y con la otra mano por allá, pero claro, o me sostengo para no chafarte o te acaricio, que todo a la vez no se puede. Así que mira, como mucho te beso un poco por aquí por el cuello y la orejita y te tendrás que conformar con esto, que cuando éramos más jóvenes te podía acariciar con una mano mientras tanto, pero ahora se me carga el brazo, que no estoy en forma y… lo siento, necesito los dos para sostenerme.
3. Calla, por Dios
Qué suerte tenían los que hacían películas eróticas (o porno) en la época en que el cine era mudo. Podían reírse, podían decirse cositas, podían dejar salir gemidos, gritos o lo que apeteciera.
Ahora no se puede, uno tiene que estar calladito y una tiene que gemir susurrando. Y a uno le gusta que su mujer haga ruido, porque oye, eso aumenta la autoestima, pero claro, no es plan de que en medio del asunto aparezca el chilindrín y pregunte que a qué estamos jugando, así que “calla, por Dios", bajito… muérdete el labio, la lengua o lo que quieras, pero no despiertes al niño.
4. Como si no hubiera otro momento para hablar
Después de tener estudiado el patrón de sueño del niño (o los niños) y de mezclar las variables con un programa informático para elegir el momento del día en el que hay mayores probabilidades de tener una relación sexual satisfactoria con tu pareja sin ser visto por un guardia de seguridad diminuto, después de ver que “esta vez sí" lo vas a conseguir, resulta que entre que te pones y no te pones va y se acuerda de que ha llamado tu madre.
MmmmMMMMmmm (besitos por aquí, besitos por allá) y “oye, ahora que me acuerdo, que ha llamado tu madre para decir que…", “por cierto, he bajado a comprar aquello que…", “este fin de semana tendrías que pintar la pared que…". Claro, con tanto baño, tanta cena, tanto juego, tanto trabajo, tan poca conciliación y tan poco tiempo libre no hay tiempo ni para hablar, así que cuando resulta que os habéis logrado mirar un momento a los ojos llega a la mente, como chispazos, el recuerdo de “eso que te tenía que contar".
“¿No me lo puedes contar después? Que me estás cortando el rollo".
5. Ruidos en la oscuridad
Si hablamos de cortar el rollo, no hay nada como pretender hacer el amor, disfrutar, desconectar del mundanal ruido (o del mundanal mundo) y pasar un buen rato con tu pareja y darte cuenta de que hay un sentido que no puedes desconectar, el oído.
Cualquier ruido será un desencadenante de un “espera". Ya puede ser la vecina de arriba que le ha dado por mover una silla, la tele del de al lado o un crujido de la casa (sí, las casas crujen de noche), da igual, acción-reacción, ruido-para. Así que te tiras la tercera parte del buen rato pasándolo mal porque tienes que andar parando porque has oído algo y puede ser el niño o porque has oído algo, sabes que no es el niño, pero esperas a ver si ese algo ha despertado al niño.
6. Esta noche hace frío y también hace sueño
El frío no es demasiado problema porque mira, te pillas una manta allí donde vayas y te tapas, pero el sueño es casi irremediable. Es ser padre y las horas de sueño disminuyen drásticamente. Te despiertas más veces por la noche, te acuestas más tarde que antaño porque siempre queda algo por hacer y te levantas cuando aún es de noche porque, o tienes que ir a trabajar, o es fin de semana y tu hijo se levanta igualmente a las siete de la mañana.
Esto hace que haya noches en que, tumbados en la cama, tras la mirada que dice “cuando se duerma te voy a hacer un ocho", te des cuenta al día siguiente que el único ocho que hay ahí es del reloj, que marca que ya es de día.
7. El chocolate engorda
Otro problema, en este caso más para las mujeres que para los hombres, es que el chocolate engorda. Se dice que el chocolate es un sustitutivo del sexo, y no es que lo diga yo, sino que el 52% de las mujeres dice que prefiere el chocolate al sexo (por un 13% de los hombres).
Si más de la mitad de las mujeres prefiere comer chocolate y la otra mitad apenas puede tener relaciones con sus parejas, está claro que el chocolate acaba siendo una solución, a la vez que un problema.
8. Aquí te pillo, aquí te mato
No sé si es un problema o una solución, pero es que no queda otra. Con todos los problemas que he explicado, solo queda una, el “aquí te pillo, aquí te mato", sea como sea, “corre quítate la ropa" y al lío.
Es que no hay más, es que te tiraste años tratando de hacer el amor, de dar cariñito y recibirlo, de disfrutar con las caricias previas y, si eres mujer, diciéndole a los tíos que “espera, más despacio", para que ahora te veas ahí, con las prisas, que ni despacitos ni leches: vamos, dale al asunto y ni se te ocurra cambiar de posición, que vas a hacer ruido y vas a despertar al niño.
En fin, es lo que hay.
PS: Gracias a Sarai Llamas, por inspirarme.
Foto | half alive – soo zzzz en Flickr (CC)
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